Trump exonerado, de momento

LBNL

La solidez de la democracia norteamericana es impresionante. No solo por resistir, de momento, al Presidente más irresponsable y zafio que se recuerde sino por la seriedad e independencia con la que ventila asuntos tan serios como la sospecha de que Trump es Presidente, al menos en parte, gracias al Kremlin. Al punto de que el Fiscal especial Mueller, que ha sido vilipendiado por Trump y el Partido Republicano hasta la saciedad, ha optado por informar de que no hay pruebas concluyentes de que haya habido colusión de la campaña de Trump con Rusia pese a los múltiples indicios de que podría haber sido así. Por indicios me refiero a los seis miembros de su campaña que ya han sido condenados judicialmente y a otros dos que han sido procesados por su papel en el asunto, señaladamente por haber mentido respecto a reuniones con rusos. Para qué mentir si no había nada que ocultar… Luego están los 12 agentes secretos rusos denunciados por hackear los correos del Partido Demócrata, que fueron aireados por wikileaks y de los que la campaña de Trump hizo bandera. Y los rumores, solo confirmados por un ex agente secreto británico, de que Putin tendría un video de Trump (género lluvia llorada estilo Pedro Jeta) con prostitutas rusas. Pero tras dos años de investigación, Mueller, que fue nombrado por el número dos del Fiscal General Sessions, que se inhibió al haber tenido contactos él mismo con rusos, ha concluido no tener pruebas concluyentes de que haya habido colusión. Si bien se ha limitado a no opinar sobre si el Presidente sería responsable de un delito de obstrucción a la justicia como sería haber mentido u ordenado mentir a sus colaboradores, algo que varios de estos últimos – como su ex abogado Michael Cohen, afirman ha sido el caso. Lamento que Mueller no haya acabado con la carrera de Trump pero me admira la independencia con la que los Estados Unidos ventilan estos asuntos.

Dejando de lado el juicio exclusivamente político sobre Trump, la zafiedad del personaje es obvia y patente. Atenta regularmente contra la separación de poderes, arremete contra la independencia de los medios de comunicación, devalua los mejores usos democráticos – se niega a dar sus datos fiscales, ha puesto fin a las ruedas de prensa diarias de la Casa Blanca, no acude a la gala anual de la prensa… – y tiene una larga trayectoria de encontronazos con la ley las más de las veces solventados con triquiñuelas legales y artificios como el de pagar a los denunciantes mediante testaferros. Él mismo declara que lo esencial de la vida es la supervivencia. En este sentido, no miente: lo único que le importa es ganar, imponerse a los demás, y le dan igual las reglas, el estilo o por supuesto todo lo que remotamente pueda sonar a ética. Lo que le convierte en un ser humano despreciable, el Mourinho de la política. Se ha declarado en quiebra para librarse de los incautos acreedores que confiaron en él casi tantas veces como el “Special One” ha sido despedido después de haber dilapido cientos de millones sin resultados. Pero no por ello dejarán de sentir en lo más íntimo de si mismos que son la crème de la crème, lo mejor que hay, muy por encima de las reglas que nos rigen a los demás.

Pero ni su zafiedad ni lo absurdo cuando no directamente repugnante de su ideario y programa político son razón para su condena criminal. Más del 60% de los estadounidenses están convencidos de que Trump ha violado la ley en al menos una ocasión. Pero el sistema criminal exige tener pruebas concluyentes, por encima de la duda razonable. Lo que Mueller no ha sido capaz de encontrar.

Es una pésima noticia para el mundo pero, pese a que sea duro admitirlo, muy positiva para la solidez de la democracia norteamericana, cuyos “checks and balances” no son meramente teóricos o académicos.

Por supuesto el asunto no ha acabado. El Congreso, dominado por los demócratas, continuará haciendo sangre de todos los flecos apestosos que han ido saliendo a la luz durante estos dos últimos años pero a salvo de nuevos datos, tendrá que ser exclusivamente en el ámbito de la política. En el que su líder en el Congreso, Pelosi, ha dejado bastante alto que mantendrá bastante alto el listón para un posible proceso de recusación (impeachment).

Y está bien que así sea. Trump no merece la cárcel sino la hoguera. Por merecer lo suyo sería cocerle a fuego lento, para extremar su sufrimiento, y quitarle la piel a tiras mientras suplica. Y no sigo porque me pierdo. Pero su atentado contra la democracia lo que merece es ser derrotado en las urnas, como ya lo fue en las últimas elecciones al Congreso y Senado del pasado noviembre.

No es solo Trump. Su modelo de macho alfa en permanente desacato de los hábitos y principois democráticos más básicos amenaza con extenderse. Al punto que no está claro si Trump es causa o consecuencia. Pensemos en el populismo aliberal de Orban en Hungría, de Kaczynski en Polonia, de sus acólitos en Chequia y Eslovaquia, o peor aún, de Salvini en Italia.

No me estoy refiriendo al autoritarismo de Putin en Rusia o de Erdogan en Turquía, ni tampoco al de Li Xin Pin en China, dictadura de partido único frente a las dos democracias terriblemente imperfectas anteriores.

No, me refiero al modelo de líder populista de derecha – el eslovaco dice ser socialdemócrata – sin complejos que amenaza crecientemente el modelo de democracia liberal occidental, también en Brasil con Bolsonaro o en Israel con Netanyahu, que se la juega en un par de semanas y cuyo bastión de campaña es su alianza con Trump.

Turquía y Rusia son prueba evidente de que la democracias no es meramente formal: no basta con votar y que gobierne el más votado. El gobernante debe no solo cumplir la ley sino defender antes que socavar los principios y valores democráticos. Últimamente parece que sale más a cuenta hacer caso omiso a toda cortapisa democrática mientras se cuide la responsabilidad penal.

Trump tiene la potestad de apretar el botón nuclear cuando lo considere oportuno, lo cual es un pensamiento aterrador. Pero no lo es menos que llegara a tenerla su Vicepresidente Pence, personaje ultraconservador que no asiste a cenas de trabajo en las que haya mujeres si su esposa no está presente. Lo peor es que no lo hace tanto por ella, que ya sería, sino por él mismo, para evitarse tentaciones y posibles disgustos… Sin comentarios.

Esperemos que la amenaza nuclear no se materialice y que la alianza transatlántica consiga sobrevivir pese a los serios ataques a los que está siendo expuesta – posibles sanciones comerciales contra empresas europeas, sanciones económcias contra empresas europeas por comerciar con Irán o con Cuba…

Y entretanto sigamos trabajando para derrotar al populismo aliberal en las urnas porque la Historia está de nuestra parte y por mucho miedo que nos puedan llegar a dar, todos estos mequetrefes, con Trump a la cabeza, no dejan de ser un mero bache en el camino.

PD: Este artículo no va contra Abascal, que en Estados Unidos no sobreviviría ni medio telediario; el Trumpista mayor del Reino sería Casado. Si bien cada vez es más difícil diferenciar al original de la copia. Y viceversa.

2 comentarios en “Trump exonerado, de momento

  1. No sé con que quedarme. Valoro la linea que mantiene el articulo sobre la separación entre lo, debemos entender «moral» y lo legal, que lo legal no exonera de lo moral, que lo criminal se dirime por jueces y condenas, que lo moral por lo político y ¿el impeachment?.
    Sin embargo , esto abre, desde mi punto de vista , la posibilidad a otros debates interesantes tipo : 1) ¿Cuan separables a efectos prácticos son en realidad luego estas esferas? Si un supuesto delito , por ejemplo, esta prescrito no se investiga.
    2) Si se investiga y las pruebas no son suficientemente concluyentes ¿es que ha ocurrido entonces ? ¿Que es un hecho probado? ¿Existe realmente? ¿Es solo una narración? ¿Es todo para lo que no hay «pruebas fisicas» cuasi falso ?
    3) ¿Sucede igual en todos los casos e infracciones? ¿Sucede diferente en caso de Trump? ¿Se juzga al poderoso de igual manera que al que no lo es?

    Me gusta y creo en la idea de los controles y equilibrios, en los poderes que se vigilan, pero me es dificil percibir su existencia cuando el poderoso se impone y todo queda como estaba.

  2. Estando en general de acuerdo con el contenido del artículo , disiento sobre la descripción fugaz en el modo de apretar el botón nuclear que acompaña a Trump.
    No lo puede apretar cuando lo considere oportuno sino como la última decisión en una propuesta de la cadena de mando. Además , en caso de dudas sobre la capacidad mental del presidente ( existen muchas cuando tiene esos arranques de caballo siciliano ) la mayoría del gobierno lo puede deponer.
    De hecho , no se conocen con exactitud todos los protocolos en esas circunstancias límite, porque tratan de combinar la inmediatez de la respuesta con la seguridad y validez de las órdenes. El poder constitucional es suyo , pero nuevamente sometido a criterios de competencia y racionalidad.
    Respecto a lo de que la Historia está de nuestra parte , no deja de ser una opinión de exaltacion del ánimo deportivo para con su club. De hecho dudo de que la Historia -que ya absolvió a Castro y celebró a Constantino en Puente Milvio- sea partidaria de algo y que encierre algún tipo de lógica interna determinista como quería Hegel.
    Muy convincente su fantasía de asar a Trump. Yo ya lo veo con una manzana en la boca. Una idea reconfortante para cuando despliega esos momentos de ira que tanto nos repugna este personaje.

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