Tomates de Barbastro

Julio Embid

Cuando Abdul levantó la reja metálica de su frutería de Las Delicias como cada mañana, ya llevaba casi tres horas levantado. Después de rezar, ducharse y desayunar había acudido junto a su tío a Mercazaragoza a comprar género fresco, bueno y barato. Normalmente las fruterías del centro y de La Romareda se llevaban el género mejor y más caro, pero con un poco de labia y sabiendo regatear, se podía adquirir buen material a buen precio. Después, a cargar las cajas y bandejas en aquella vieja furgoneta roja que apenas podía arrancar y que semanalmente hacía ruidos raros.Tras partir, a descargar en la frutería de su tío en San José, luego a la de su primo Koussay en Torrero y por último a la suya en Las Delicias. Ya se conocía todas las calles de Zaragoza de memoria y a esas horas tan pronto, no había casi nadie por la calle. Las mañanas eran tranquilas pero frías. Dentro de la tienda, sentado en una banqueta de bar, con el abrigo puesto porque no había calefacción. Afortunadamente pronto llegaría la primavera. Inshallah.

A veces entraban mujeres mayores a hacer la compra. Otras veces algún político con ojeras y sobrepeso a comprar mandarinas. A todo el mundo le sonreía. -Buenos días. La mejor fruta. Tomates de Barbastro. Cebolla de Fuentes ¿Quiere una o dos bolsas?-. El mejor momento del día, la media tarde. De 15 a 17 no solía entrar nadie y podía conectarse con el wifi del bar contiguo a ver un poco de la Super Liga Pakistaní de cricket. Hoy jugaba el Islamabad United en Karachi y no pensaba perdérselo. Si le dejaban los clientes.

De vez en cuando, cuando no había clientes, cerraba la puerta con llave para ir al baño o para rezar en el almacén. No era el mejor sitio pero es una de las obligaciones del creyente. Cuando tenía hambre comía un poco de arroz que se había traido en un tupper o toda la fruta que quisiese. Nunca entendió cómo les gustaba a los maños la borraja. -Buenos tardes. La mejor fruta. Tomates de Barbastro. Cebolla de Fuentes ¿Quiere una o dos bolsas?-

Este año ahorraría todo lo posible para el año que viene viajar a Pakistán a conocer a su futura mujer. No le importaba que fuese o no guapa si era buena. Él también lo era y muy trabajador. De vez en cuando hablaba con algún cliente más rato y es que tras llevar casi dos años en España, ya empezaba a defenderse en español bastante bien. Pero con acentico mañico. Eso sí, todavía se confundía con las bes y las uves cuando escribía los letreros de las cajas.

 Un día antes de cerrar salió a barrer la acera de la calle y se encontró una octavilla de un sindicato que decía: «Ayuntamiento de Zaragoza. 35 horas ya». Abdul la leyó, la tiró al cubo y se encogió de hombros. Él trabajaba la mitad de horas cada día y no estaba tan mal. Desde luego había mucha gente que estaba mucho peor. Alhamdulillah.

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