La hija del conquistador

Frans van den Broek

Husmeando en los anaqueles de alguna librería limeña, topé con un libro cuya existencia acrecentaba mi ignorancia en al menos dos aspectos: sobre el tema y sobre el hecho de que su autor fuera el que era. De lo primero cabe decir que no soy el único, ya que al parecer ha sido la norma en el estamento académico y el público en general, y de lo segundo se habrá encargado mi irracional antipatía por el escritor, motivada por ciertas manifestaciones públicas, un par de libros controversiales, y su mera personalidad. Me refiero al título “La mestiza de Pizarro: una princesa entre dos mundos”, escrito por el hijo de Vargas Llosa, Álvaro Vargas Llosa, y del cual sabía que practicaba el análisis político y económico, pero no la historia. Valga el hallazgo como una bienvenida sorpresa, por tanto.

El libro se ocupa de la hija del conquistador Pizarro, Francisca, de la cual hay poca bibliografía, si descontamos un libro de la incombustible María Rostworoswski de Diez Canseco, responsable de varias reevaluaciones y popularizaciones históricas de sólido valor. Dada esta carencia, el autor debe interpolar, me imagino, mucha interpretación y creación en su texto, lo cual hace con fluidez y sin sobresaltos mayores, y de lo cual advierte al lector desde el principio. El resultado es un texto con más textura de novela que de historia, con una prosa funcional y efectiva, inferior, si acaso, a la de su famoso padre, por el recurso a ciertos clichés y frases manidas, pero que comunica bien los episodios que cuenta, que son, a la larga, tan fascinantes y épicos que demandan precisamente una retórica desnuda que los resalte sin intermediaciones.

Cualquiera que fueran sus méritos específicos, el libro puede servirle a lector para recordar o descubrir lo compleja que fue dicha época de la historia, el enmarañado tejido de encuentros, desencuentros, intereses, alianzas, batallas, enemistades, traiciones, lealtades, creencias, mundos en colisión o creación que signaron el primer siglo de la conquista. Para nuestra imaginación globalizada, es muy difícil imaginar el impacto que la llegada de los conquistadores ha de haber tenido en los residentes de los territorios del Perú, pertenecientes, no se olvide, a muchas culturas y etnias aparte de la Inca, y en un estado de evolución tecnológica inferior a la de los españoles. En alguna ocasión se ha comparado dicho impacto al que experimentaríamos de aparecer de pronto una nave extraterrestre en nuestro planeta, premunida de armas superiores y de lacerante argucia política, y con ínfulas de querer apoderarse de todo a las buenas o a las malas, pero dicha comparación es simplista, por supuesto, y solo captura aspectos menores de los hechos, el de la sorpresa o el asombro, o el de la indignación y resistencia ante el deseo de conquista. La verdadera tragedia es el colapso repentino, en el transcurso de pocos años, del universo indígena, la transformación de un mundo familiar y comprensible, con todas sus contradicciones y aflicciones, en uno de incertidumbre, caos, penuria, opresión y muerte. Es bien sabido que los Incas desdeñaron al inicio la amenaza española e incluso invitaron a los conquistadores a parlamentar con el Inca Atahualpa, presumiblemente porque pensaron que se trataba de intrusos o viajeros sin mayores pretensiones que las de comerciar o buscar refugio en sus tierras. Los números avalaban dicha confianza: el Inca tenía apostados solo en Cajamarca, donde se encontraron, miles de indios guerreros que a una sola señal suya aplastarían a los barbudos sin misericordia. El episodio de la captura del Inca es uno de aquellos momentos incomprensibles de la historia que seguirán incitando las mentes de los historiadores y cuyo efecto fue mucho mayor que la visita de un marciano. La suerte, así como la tecnología y la astucia, concurren a su explicación, así como las diferencias culturales que permitieron que la captura de un hombre inmovilice a un pueblo entero, sin que el hecho de que el incanato se encontraba dividido en aquellos momentos por una guerra civil reciente hubiera jugado un papel desdeñable. En no pocas ocasiones, fueron las alianzas con los indios o con el propio heredero de los incas los que decidieron el destino de muchas batallas y confrontaciones. Como fuera, en pocos años los incas resistentes tuvieron que retirarse a las profundidades de la selva, después de perder batalla tras batalla, en episodios a veces no menos sorprendentes e inexplicables que la propia captura inicial, y aunque la resistencia duró décadas, la flecha de la historia ya estaba arrojada en una dirección, y apuntaba a su derrota total.

El libro de Vargas Llosa se concentra no tanto en los hechos de la conquista, cuanto en las guerras civiles entre españoles que la acompañaron. Francisco Pizarro, siguiendo una lógica medieval de matrimonios y alianzas, se había ayuntado con una princesa inca, Inés Huaylas, con la que tendría a Francisca Pizarro, la princesa mestiza, quien crecería en medio de este mundo tumultuoso de luchas por el poder de los territorios conquistados y de agonizante resistencia inca. A los pocos años perdió a su padre a manos de los seguidores de Diego de Almagro, quien había sido ejecutado por obra de los pizarristas, y a su tío y casi marido Gonzalo Pizarro, condenado por la corona por lesa majestad. Asimismo, perdió a su tío Hernando Pizarro, encarcelado en España por su papel en las guerras civiles que asolaron las nuevas colonias, de modo que se encontró entregada a los caprichos de los gobernantes y la corona, en un carrusel de acontecimientos que pudieron costarle la vida muchas veces. Al final sería exilada del Perú, para evitar que su presencia como representante de la dinastía de los Pizarro causara más problemas. La niña, nos cuenta el libro, había desarrollado una lealtad y amor ideales para con su padre, y su educación había sido fundamentalmente española, por lo que podía esperarse que fuera usada por alguna conspiración pizarrista en cualquier momento y además era una de las herederas más ricas del imperio, pues detentaba los bienes acumulados por su padre. Una vez en España, la bella princesa se entrega a la vida de la corte, pero al poco tiempo empieza a acercarse cada vez más a su tío, Hernando, y acaba casándose con él, a pesar de los treintaytantos años que los separaban, y compartiendo su vida en el castillo que sería su prisión por muchos años. Entonces se embarca en una cruzada legal para recuperar todos los bienes de los Pizarro y concentrarlos en una sola familia, en lo que es parcialmente exitosa, y se convierte en el proceso en leguleya experta y respetada. Tras morir Hernando, sin embargo, decide casarse con un hidalgo de segunda categoría, y abandonar Trujillo, adonde habían ido a vivir después de su puesta en libertad, en un acto tan incomprensible para muchos como la captura de Atahualpa, y para el que ofrece Vargas Llosa su peculiar interpretación.

La descripción de este período, como dije, es efectiva y seductora en manos de Vargas Llosa, pero apunta a uno de los principales problemas del libro. Al plantearse como una reivindicación de la figura de Francisca Pizarro, era de esperarse que fuera ésta la protagonista principal de la historia narrada, pero no es este el caso. Al carecer de estudios históricos relevantes sobre Francisca, Vargas Llosa decide darnos un panorama más o menos completo del momento histórico que le tocó vivir a expensas de la vida personal de Francisca, la que trata de inferir de su narración, interpolando comentarios que más parecen nacidos de la necesidad de justificar el título del libro que de conocimiento seguro al respecto. A decir verdad, no es sino hasta llegadas unas doscientas páginas de historia general de la conquista que la figura de Francisca empieza a emerger con más solidez y persistencia en la narrativa, quizá porque es desde entonces, cuando Francisca ya es adolescente o mujer, que existen más documentos y materiales primarios en que basarse. Las últimas ochenta o noventa páginas son, por tanto, las más sustanciosas en cuanto a su tema y dibujan la imagen de una mujer escindida entre dos mundos, aunque inclinada hacia el español, de carácter decidido y refinado, de enorme popularidad mientras frecuentó la corte y ejemplo del mundo mestizo en gestación de las colonias. Más controversial es su conclusión final, producto tal vez de las afinidades ideológicas del escritor. Vargas Llosa interpreta los actos postreros de la vida de Francisca como una revelación libertaria, el deseo de afirmarse como individuo y decidir, por una vez, su destino. Francisca Pizarro decide casarse con el hermano de la mujer con la que había casado a su hijo, don Pedro Arias Dávila Portocarrero, un noble de segunda fila, con lo que pasa a ser cuñada de su propia nuera. No faltarían las malas lenguas ni los comentarios adversos, pero doña Francisca se casa a plena luz, sin sonrojarse, en la iglesia de Santa María La Mayor en Trujillo. Luego, deja Trujillo y se traslada a la corte de Madrid, donde con el mismo celo con que lo había reunido empieza a gastar el patrimonio de su familia como si no hubiera mañana, aparte de un mayorazgo intocable que heredaría su hijo Francisco. Es difícil saber qué motivó a Francisca a comportarse de este modo, qué pudo llevar a Francisca a casarse con un noble venido a menos, a dilapidar la fortuna de la encomendera más rica del Perú, a vivir la vida de la corte con plenitud y desparpajo. Tal vez tenga razón Vargas Llosa y se trata de un caso de liberación tardía, de afirmación de la propia individualidad, hasta entonces subyugada por las circunstancias y los estamentos, de simple búsqueda de la felicidad personal. Puede ser. Pero es probable que no lo sepamos nunca, pues ¿cómo imaginar lo que sentía y motivaba a una de las primeras mestizas del Perú, una mujer entregada a los torbellinos de la historia, sobreviviente de una época que vio morir a tantos en tantas circunstancias,  su padre entre ellos, y educada para el consentimiento y la humildad? ¿Cómo imaginar lo que sentiría alguien sin precedentes, heredera de un vasto imperio derrotado y de un aún más vasto imperio naciente? Vargas Llosa, fiel a sus lealtades ideológicas, quiere ver en este período final de su vida una expresión del instinto libertario del ser humano, pero no faltará quien lo vea como una traición a sus raíces, una irresponsabilidad o como simple frivolidad. Lo más probable es que no lo sepamos nunca, pero la imagen de una mujer zarandeada por la historia, sacudiéndose yugos para afirmar por fin su identidad personal tiene su encanto y uno quisiera que fuera cierta. Lo que sí es cierto es que se trata de un personaje fascinante que merecería mucho más atención de los historiadores.

12 comentarios en “La hija del conquistador

  1. Hola Frans.

    Curiosa e interesnte vida la de Doña Francisquita, como así se la conocía en la corte. Tirso de Molina escribió una trilogía en la que trata de la familia Pizarro y la conquista de Perú y de la que «Amazonas en las Indias», obra dedicada a Gonzalo Pizarro, relata aspectos de la vida de Francisca Pizarro.

  2. Bueno, me tranquiliza saber que a doña Francisquita y a su tío Hernando les separaban, cuando matrimoniaron, sólo una treintena de años y no cincuenta como había leído yo (creía que Hernando, que murió casi centenario era ya setentón al casar con su veinteañera sobrina), que soy muy sensible a eso de las diferencias de edad….

    Esa boda exigió que previamente Hernando despachara a la señora con la que estaba comprometido que terminó, claro está, en un convento. El caso es que al poco de enviudar la princesiat de los dos mundos se lió con un joven, es enoble de segunda fila, y se pulió la pasta acumulada. Normal. No sé yo si eso será lo del «instinto libertario» que piensa Vargas jr. (más fantasioso, creo, que el padre e infinitamente peor escritor).

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    Hablando de otra cosa, qué razón tiene Arcadi Espada cuando dice sobre Wikileaks: “Lo que ha hecho la prensa socialdemócrata con Wikileaks (…) es dar crédito, legitimar, legalizar y adorar los procedimientos de un canalla (…) La prensa socialdemócrata ha sido la pura palanganera de Assange. Ahora que la putilla va por su cuenta harían bien en apurar el cáliz, que es como llaman, siempre con tan decorosa arrogancia, a sus palanganas”.

    A José Mª Izquierdo de El País («El ojo izquierdo») no le ha gustado nada. ¿Por qué será?

  3. Tampoco he acabado de entender, en el resumen del libro de Vargas jr que hace Frans por qué la decisión de la princesa era una «traición a sus orígenes».

  4. Muchísimas gracias Frans, echaba de menos tus escritos…

    La historia de Dña. Francisca o Dña. Francisquita debió ser interesante, aunque por ser mujer pudiera haber sido educada para el consentimiento y la humildad parece que sus genes le dieron vidilla y eso siempre está bien! Yo me pregunto qué supondría ser mestiza en aquella época, me parece que no se menciona.

    Barañaín, entiendo tu preocupación por la diferencia de edad, y me gusta cuando la gente (hombres y mujeres) es benévola si la mujer es la que tiene 60 y el hombre 30….. 🙂
    traición a sus orígenes será por los bienes capturados a sus compatriotas, es decir, los no españoles, y cómo se capturaron, y cómo se lo gastó mientras se liaba con un joven noble de segunda fila (eso de noble de segunda fila me hace mucha gracia…)

    Saludos!

  5. Muchas gracias, Frank.

    El lema de precampaña del PP es «Empieza el cambio». Buen lema. El problema es que es el mismo que utilizó CiU en las elecciones autonómicas 2010. Ana Rosa Quintana 2.0.

  6. Perdón van den Broek, pero voy a continuar con el debate de ayer.

    Ayer la prima de riesgo española volvió a dispararse, porque los inversores se refugiaron una vez más en Alemania. Y las bolsas bajaron muchísimo en todas partes, incluso en España, a pesar de la reforma constitucional. O el efecto de la sorpresa constituciuonal ha durado demasiado poco, o nadie se ha enterado de la reforma fuera de nuestras fronteras. Qué cosas. Pero lo peor es que después del gesto sacrificial de España, escribe hoy el Ministro de Finanzas alemán en Financial Times anunciando que de unión fiscal, nada de nada, que de poner riesgos en común, nada de nada, que cada cosa a su tiempo y paso a paso. Ahora lo que toca es que los países despilfarradores sigan abrochándose el cinturón con nuevos ajustes. Con todo el cinismo del que es capaz, admite que hay un pequeño riesgo de que nuevos ajustes tengan efectos contractivos, pero dice que no está demostrado, así que adelante con los recortes. Qué obstinados son estos alemanes.

    ¿Cuál será la nueva medida del Gobierno ante la evolución de los acontecimientos? ¿Cuál es el plan B si la reforma constitucional pasa sin pena ni gloria en los mercados?

  7. El plan B debe ser sacar algunas reformas de efecto inmediato. Así no habrá que esperar al 2.020 para que los mercados las tengan en cuenta.

  8. Muchas gracias amigos por sus comentarios y por la informacion anadida. Leere a Don Tirso sin falta, que interesante. Aquello de la traicion a las raices, en efecto, lo afirman algunos por haberse decantado del lado espanol a la larga, siendo heredera directa de incas. No es mi opinion, por cierto, pues el personaje me parece mas bien insondable y ?como saber lo que habra pensado la Francisquita o bajo que circunstancias tomo las decisiones que tomo? Se perdio, de todos modos, la oportunidad de inaugurar una monarquia mixta en Peru, con lo bien que nos vendria. ?Se imaginan a Alan Garcia de Rey de los Cuatro Suyos? En fin, historia fascinante en verdad.
    Lo de los recortes es incomprensible, mas que la caida de Atahualpa. Aqui en Holanda, a pesar de que la crisis no fue tan grave, se han aferrado a la excusa de la misma para implementar todo tipo de recortes, desde los ministerios hasta el presupuesto para papel higienico. Como si fuera posible cagar menos. Y los generadores reales de los problemas siguen sueltos. La economia actual es tan abstracta e impenetrable que tengo la impresion de que nuestros gobernantes pueden decir lo que quieran y siempre habra alguien que los refrende. Vaya mundo el que nos ha tocado! Saludos a todos!

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