Ilusiones de la distancia

Frans van den Broek

El día dura hasta bien entrada la noche en Escandinavia y confiere una sensación de irrealidad al largo atardecer, iridiscente y mágico. Si la experiencia es matriz de nuestra comprensión afectiva del mundo, ¿qué tipo de comprensión del mismo poseen los escandinavos? ¿Es posible que la belleza natural contribuya a mejorarnos como seres humanos? No faltará quien lo afirme, aludiendo quizá a la conocida relación entre lo bello y lo bueno, debatida desde la antiguedad, como no faltará quien lo niegue, recordándonos la existencia de seres humanos miserables, aunque educados en los más sofisticados refinamientos estéticos, capaces de llorar de emoción ante un atardecer mediterráneo y de torturar a quienes consideren indignos de respeto. La verdad se encuentra quizá, como tantas veces, en algún lugar intermedio: la sola belleza no puede embellecer un alma ni la depravación moral impide disfrutarla. La belleza, quiero creer, produce estados psíquicos más afines con la moralidad que con la depravación moral, pero es incapaz de elevarnos por encima de nuestra condición si no es coadyuvada por muchos otros factores que se encuentran allende el juicio estético o el placer natural ante lo bello. Al final, nuestra vida interior es cualquier cosa, menos de una sola pieza. Para bien y para mal.

Esta reflexión me viene dada no solo por hacerla contemplando un bello atardecer sueco que no quiere evanescerse aunque se acerque la medianoche, sino por el contraste abismal entre lo que se ve en estos lares, la experiencia vital que se pueda tener en estos países privilegiados por la geografía y la historia, y la experiencia que pueda tener un egipcio, un sirio o un indio, para no decir un sierra leonés o un zimbaweano: tal es el abismo entre estos polos de experiencia social que podríamos usar sin remilgos la frase de pertenecer a dos planetas distintos o a universos paralelos sin casi posibilidad de comunicación. ¿Cómo, en un sentido interior, puede imaginarse un sueco la experiencia de un egipcio medio o de un peruano? ¿A qué puede apelar un holandés para entender de veras el universo de un brasileño del Matto
Grosso? Es cierto que nada de lo humano debiera de sernos ajeno, pero en el terreno de las experiencias concretas que nos anclan al mundo, casi todo nos es ajeno en este sentido. No es igual caminar diez kilómetros cada día para ir al colegio que hacerlo en autobuses que llegan al minuto, comer por mera superviviencia que por hartarse de golosinas, contemplar un bello atardecer eterno con los bosques inundados de arrebolada tintura, que contemplar un desierto lleno de deshechos o de cadáveres. A nadie le es ajeno el hambre o la tristeza o el gozo. Cada quien los vive a su manera, sin embargo.

No fue solo el atardecer lo que me motivó a pensar en estos contrastes, sino leer en el avión sobre los acontecimientos en Egipto y otros países del Medio Oriente, hechos que hacen dudar a los especialistas sobre el éxito de la llamada primavera árabe. Compruebo con temor y sensación de repetición sempiterna lo fácil que es dejarse llevar por el autoritarismo cuando el caos es lo que parece ser la única alternativa. Muchos intelectuales de corte liberal o de izquierdas apoyan ahora a los militares que depusieron a Morsi, mientras que tan solo unos meses atrás los hubieran repudiado de haberse insinuado un acción similar. La noria retórica gira en torno a la discusión sobre si se trata de un golpe de estado esta vez o una acción necesaria del custodio del orden constitucional, el estamento militar. ¿Y quién podría acusarlos de ingenuidad sin resquemores, o de lo contrario? Recuerdo como si fuera ayer el autogogolpe de Fujimori en Perú y confieso con rubor que al principio hasta me pareció sensato, dada la inoperancia, corrupción o simple estupidez de los parlamentarios. Lo que pasó después, la creación de un imperio de latrocinio y corrupción que infectó a casi toda la clase política, grupos paramilitares actuando impunemente, el presidente renunciando a su cargo por fax, haría pensar en que los egipcios, como tanta gente a la largo de la historia, se han equivocado al pedir la interrupción del orden democrático por los militares, pero ¿no será esta opinión el resultado de demasiados atardeceres suecos o cañas en una terraza parisina? Después de todo, los Hermanos Musulmanes no parecían estarse comportando como adalides de la democracia tampoco, aunque hubieran ganado limpiamente las elecciones. ¿Y quién es uno para objetar a quienes luchan por sobrevivir un día más en lugar de estar planeando las vacaciones en Tailandia, a quienes no pueden hacer uso de su profesión, si la tienen, por falta de trabajo, a quienes deben enfrentar el caos de Cairo o la pobreza de chabolas con vista a las grandes pirámides?

Dudo mucho de que la crisis egipcia vaya a solucionarse pronto, como es imposible que la tragedia siria encuentre solución en varios años, o que Tunesia se convierta en democracia modelo en la próxima década. No sé si la primavera árabe habrá fracasado o no, pero era inevitable, tarde o temprano, que la gente se rebelara de una forma u otra. A fin de cuentas, para ellos no hay bosques interminables ni atardeceres de medianoche, sino polvo y corrupción y bocinas alocadas y muertos que no se recuerdan. Desde la distancia ilusoria de las vacaciones todo parece otra cosa; más aún lo parece desde la distancia de nuestras divergentes experiencias del mundo, un mundo que a pesar de todo compartimos y no podemos dejar de lado, aunque estemos al otro lado, bajo el sol o la luna de otros planetas más amables, más algodonados, más hermosos.

3 comentarios en “Ilusiones de la distancia

  1. 1.- «El gusto se educa» me dijo un viejo comandante republicano en la farmacia donde trabajó mi amiga Anna. Decía que se hablaban de usted hasta jugando a futbol
    2.- El golpe de estado de los militares egipcios a mi modo de ver no es bueno. Mis anteojos me impiden ver como bueno nada que hagan militares vinculados a los USA, y estos lo son.
    3.- La democracia no es una forma de acertar, es un forma de tomar decisiones, también erróneas, pero entre todos y con los puntos de vista de todos. Ligada también al uso de la razón.
    4.- En catalán: Set lliçons d’història que convindria no oblidar de cara al cop d’Estat a Egipte: http://www.media.cat/2013/07/04/set-llicons-dhistoria-que-convindria-no-oblidar-de-cara-al-cop-destat-a-egipte/
    5.- En castellano: Siete lecciones de historia que convendría no olvidar respecto al golpe de estado en Egipto: http://www.apertium.org/common/tradurl.php?mark=1&dir=ca-es&inurl=http%3A%2F%2Fwww.media.cat%2F2013%2F07%2F04%2Fset-llicons-dhistoria-que-convindria-no-oblidar-de-cara-al-cop-destat-a-egipte%2F

    6.- Debe ser la bomba un día tan largo.

  2. Creo, en efecto, que la capacidad de disfrutar de la belleza no es solo patrimonio de personas que consideran que deben cumplir con la norma kantiana de no hacer nada a otros que no quieras que te hagan a ti. La belleza también es accesible a personas que incluso pueden llegar a matar para la consecución de un fin que consideran bueno. Por supuesto, que no incluyo aqui a los que solo piensan lucrarse a costa de robos violentos o asesinatos. No creo que un narcotraficante mejicano sea capaz de saborear la belleza de un atardecer.
    Los paises nordicos tienen sus bellos atardeceres, pero en cambio tienen noches muy prolongadas y heladas, mientras en el sur de europa se puede disfrutar del paisaje en pleno invierno, aunque convenientemente abrigados. Los oficiales nazis podían deleitarse con una sinfonía de Beethoven, a pesar de no compadecerse de los judios que estaban hacinando en vagones de carga para acabar con ellos. Claro, pero previamente, la propaganda oficial les había convencido de que no eran seres humanos o que querian dominar sin piedad a los restantes seres humanos. Por ello ellos podían disfrutar de la belleza de una sinfonía de Mozart o Beethoven; no se consideraban malos.
    Frans escribe: » Compruebo con temor y sensación de repetición sempiterna lo fácil que es dejarse llevar por el autoritarismo cuando el caos es lo que parece ser la única alternativa.» En efecto, miles de veces distintos paises con niveles de cultura distintos han votado a un militar para salvar una situación política que está enquistada en la ingobernabilidad. Eisenhower ganó facilmente a su contrincante político, puesa tenía el prestigio de ganar la guerra. Julio Cesar fue asesinado pues los senadores temían con razón que el pueblo de Roma aclamaría como empoerador al ganador de la Guerra de las Galias. El General Prim y otros fueron aclamados cuando echaron a la reina Isabel II y fundaron la primera república. El General De Gaulle tuvo que hacerse presidente de Francia cuando no se resolvía lo de Argelia y fundó la 5ª republica. El militar Napoleon, que volvía heroe de su batalla en Egipto se cargó el caos en que estaba cayendo la revolución francesa y se consagró Emperador. Todavía los franceses se sienten muy orgullosos de este militar.
    Entonces, es muy bonito no mancharse las manos y decir que nunca se debe ponerse uno a favor de un golpe militar. como dice Granz es todavía mas fácil afirmarlo mentras se toma una cerveza en una terraza parisina o se contempla un atardecer fuera de Egipto. Desgaciadamente Morsi no entendió que ganar unas elecciones no significa no tener compromisos con los que las perdieron, sobre todo cuando el margen por el que ganó fue escaso. Que las masas de manifestantes que fueron capaces de forzar la marcha de Mubarak, se reunieran nuevamente en Tahrir pidiendo que Morsi fuera depuesto, es la mejor prueba de que Morsi solo quería imponer un gobierno islamista sin la menor concesión a los laicos. Si, ademas, la economía iba de mal en peor, no había mas remedio que quitar a Morsi. Que los militares egipcios van a lo suyo, seguramente es verdad, pero también es verdad que cargan con la responsabildad de salvar al país del caos. Que se han pasado con la detención de Morsi y los principales islamistas también es verdad, pero no es fácil controlar un golpe militar para que sea incruento.

  3. El gran paso que deben dar las sociedades árabes para transformarse de una sociedad regida por la religión en casi todos los ámbitos de la vida a una sociedad donde la religión pasa a ser mas individual, menos capaz de impregnar toda la vida social, es muy duro. España dardó en hacerlo todo el siglo XIX y mas de la mitad del siglo XX. Después de varias guerras carlistas y golpes militares de uno u otro signo y la Guerra Civil, que fue el último intento de volver a una sociedad teologizada. ¿como puede pensarse que la primavera árabe sea una cuestión de un par de años? Tienen que pasar por muchas convulsiones sociales antes de poder acercarse al mundo moderno occidental. Pero eso no quiere decir que ha sido un fracaso este primer intento de transformación.
    Y, hablando de atardeceres de irrealidad y quietud en que la gama de colores del dia se va apagando, acabo de experimentar uno aqui en Madrid. Comprendo que en escandinavia son mucho mas prolongados, pero me ha bastado.

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