España ante el bicentenario de la emancipación de América Latina

Antesala 

Si uno tiene la suerte de visitar Machu Pichu camuflado entre un grupo de visitantes de algún país de Latinoamérica y es capaz de reprimir su deseo de dirigirse al guía, para evitar que su acento le delate como español, asistirá a una descripción de la historia diferente a la que escucharía cualquier grupo de compatriotas que visitara el lugar. Para evitar enfrentarse a la posible susceptibilidad del turista llegado de la madre patria, en el discurso que escucharán se habrán omitido de forma selectiva las referencias a la esclavitud y servidumbre a la que estuvieron sujetos los indígenas, el exterminio de pueblos nativos que se resistieron a la ocupación, así como el expolio generalizado al que la Corona española sometió al Nuevo Mundo. 

Quizás sea una exageración manifestar que todas las calles de las ciudades de América del Sur podrían haberse cubierto con el oro y la plata que los españoles extrajeron de sus minas, pero la cantidad de metales preciosos que llegaron a los puertos de Cádiz y Sevilla procedentes de las canteras de las Indias Occidentales, arrancados de la tierra por los nativos en condiciones de esclavitud, fue suficiente como para generar una inflación de base monetaria en Europa durante al menos dos siglos. Quizás no se orquestaron exterminios de pueblos indígenas desde la metrópoli, pero tampoco fueron infrecuentes las matanzas indiscriminadas para sofocar sublevaciones o eliminar la resistencia a la ocupación. Y es un hecho fuera de discusión que la colonización supuso una destrucción de las estructuras sociales, de los usos culturales y de las prácticas religiosas locales, para ser reemplazadas por las de la potencia ocupante.

En las aulas de España en las que me eduqué me hablaron del descubrimiento, de la conquista y de la colonización de América en primera persona del plural, como si esos términos, que solíamos utilizar como sinónimos, fueran aplicables a una colectividad de la que yo mismo hubiera formado parte. Me hicieron partícipe de la conquista de Tenochtitlán, de las misiones jesuitas y de la defensa feroz de nuestras plazas fuertes frente a piratas británicos. A modo de colofón, unos días antes del V Centenario, nos congregaron en el gimnasio del colegio para escuchar a un experto relatar algunas de las hazañas del descubrimiento. 

Hace doscientos años, aprovechando la supresión de la dinastía borbónica en España, diversos territorios de ultramar propugnaron su independencia, lo que daría lugar al proceso de «Emancipación de América Latina», que culminó alrededor de veinte años después en la mayor parte de la América española. También me enseñaron ese proceso en las aulas en primera persona, como una pérdida terrible, como el trágico resultado de un proceso oportunista que tuvo lugar aprovechando la invasión de la península de las tropas napoleónicas. 

En muchas escuelas de América Latina también se estudian los movimientos de independencia de las colonias, pero se hace de forma diferente. Se habla de actos heroicos en los que criollos, mestizos e indígenas, hijos de una misma nación, se unieron para rebelarse frente al yugo de la potencia colonizadora. Y aunque hay mucho de cierto en tanta heroicidad y en la motivación de los rebeldes, el motivo fundamental que dio lugar al proceso de descolonización fue el desajuste entre poder político -en manos de los españoles- y el económico -monopolizado por la burguesía criolla-, de la misma manera que las revoluciones burguesas de Europa resultaron de los deseos de la burguesía de alcanzar cotas de representación política acordes con su pujanza económica.

El principal mérito de la burguesía criolla fue entender la oportunidad histórica que se les presentaba con la coronación de José de Bonaparte, para canalizar el descontento de las poblaciones indígenas con el colonizador y servirse de ellas en los levantamientos. Las nuevas clases dirigentes impulsaron la creación de nuevas estructuras políticas que facilitaron la expansión del comercio y un tímido desarrollo capitalista que la metrópoli había limitado. Pero, aunque aquel proceso supuso una mejora de las condiciones de vida de la mayor parte de la población de las colonias, éste no atendió a las demandas de los indígenas. Si bien la descolonización dio lugar a la abolición de la esclavitud, la creación de los nuevos Estados se realizó en torno a identidades nacionales que se construyeron al margen de las comunidades autóctonas que habían prevalecido a la ocupación. Esta nueva élite en el poder puso en práctica planes de ocupación de nuevos territorios, despojando de sus tierras a los nativos y privando a muchas comunidades indígenas de sus recursos económicos. Y las consecuencias de ese proceso se siguen experimentando hoy, aunque en las escuelas se enfaticen los elementos patrióticos del movimiento emancipador. 

Este año hemos asistido a las conmemoraciones del bicentenario de la independencia en varios países de Latinoamérica que, a pesar de haber concitado masas en algunas naciones latinoamericanas, han pasado prácticamente desapercibidas en España. Tuve la oportunidad de presenciar la retransmisión en directo de «el grito» en un modesto restaurante mexicano de Brooklyn. Mientras Felipe Calderón hacía sonar la campana de Dolores y recordaba a los héroes de la independencia en el balcón presidencial del Palacio Nacional, ante una masa enardecida que coreaba los eslóganes de cada 15 de septiembre en el Zócalo, fuimos agasajados con tequilas por cuenta de la casa para celebrar el bicentenario de su independencia entre gritos de ¡Viva México! de muchos expatriados presentes en el local.

Poco les ha tocado del progreso que supuso la emancipación de Imperio español a los trabajadores ilegales que nos acompañaban con cánticos y gritos en favor de la patria en aquel restaurante de Brooklyn, así como a otros latinoamericanos que penan en sus países de origen. Pero cuando se apelan a los sentimientos de la Nación, el pueblo entero se une bajo la bandera y se alza frente a cualquier elemento que pretenda usurpar la unidad que representa el sentimiento nacional o destacar las diferentes realidades sociales que coexisten en una misma nación.

De la misma forma que las conmemoraciones del V Centenario ensalzaron el encuentro entre pueblos y albergaron representaciones de los países latinoamericanos, las autoridades españolas podrían haber desempeñado un papel de primer orden en las celebraciones del bicentenario, porque éstas supusieron un paso adelante, aunque fuera muy insuficiente, en el desarrollo económico y político de pueblos con los que nos unen vínculos históricos, culturales y lingüísticos. Y también porque estos acontecimientos son una parte fundamental de la memoria colectiva de estos pueblos. Quizás ésta habría sido una gran ocasión para reconocer de manera oficial los atropellos de España en la invasión y colonización del Nuevo Mundo. No sólo porque es nuestro deber histórico, sino porque eso nos hubiera permitido mejorar nuestra imagen de potencia colonizadora altanera en Latinoamérica. Quizás así habríamos dificultado también que las élites oportunistas que dirigen algunos de estos países aprovecharan los aniversarios para recordar a la metrópoli y ensalzar el nacionalismo, sin mirar a su propia independencia de forma crítica, para ocultar así las necesidades reales de los pueblos y acallar las voces opositoras. Y tal vez así también nos resultara más sencillo a los españoles enfrentar la historia como ocurrió, para poder escuchar las atrocidades que se cometieron en Machu Pichu en nombre de nuestra nación sin el derecho a alzar la voz contra las verdades que ahora los guías sólo le cuentan a los demás.

58 comentarios en “España ante el bicentenario de la emancipación de América Latina

  1. Dejemonos de tonterias ahora me toca a mi ,cayaros de una vez,tontas que sois mas tontas que mi Yo,que por mucho que se esfuerce jamas sera tan importante como ni Ego.
    Estos son los placeres que le daria Amistad Civica a Sanchez Dragó,con todo mi cariño a los intelectuales acratas de derechas.

    El lado Oscuro de Amistad Civica.

    http://es.video.yahoo.com/watch/3540933/9806996

    Para los que me conoceis,no sera ninguna sorpresa…..JAJAJA….que nervios.

  2. Sobre el tema menor estoy con Polonio en #39, aunque reconozco que me miraba de tanto en tanto su programa nocturno literario pq traia a gentes de interés que otra gente no traía. Luego me parece mucha pose. Y me parece que hablar de pederastia hablando de adolescentes es estirar los terminos… aunque es evidente que tampoco son adultos, pero igual me equivoco. PEro igual que a otros el tema me aburre.

    Agradecería a a Jergon un tono más amable, nos ayudaría a todos, pq en lo poco que puedo leer ultimaente y hoy concretamente un tono más cauto y con menos voluntad ofensiva le haría ganar apoyos. Paso de argumentar más pq el tema Dragó y Pajín me aburre soberanamente!

    SOBRE EL TEMA DEL DÍA: ¿Alguien me puede recomendar un libro de historia pre-colombina? Y recomiendo Historia de América Latina, los fines de semana en LA2 a las 14:35… lo que me deja ver mi bebé

  3. nota sintactica:
    «Cayaros».encallar la lengua en los dientes,una manera mas de decir «morderos la lengua» de ahi el ¡ay! de «cayaros»….ejem.

  4. Saludos a todos y muchas gracias por lo comentarios. Tenía ganas de volver por estas tierras.

    Sobre algunos comentarios:

    @Teoura:

    Estoy de acuerdo en que algunas civilizaciones, en particular la Azteca, fueron particularmente sanguinarias. Además, el caso de los Aztecas es un ejemplo claro de dominación tiránica sobre civilizaciones vecinas. No es cierto, sin embargo, que esto sea generalizable a todas las culturas indígenas. Sin embargo, no creo que ése sea un punto clave. Supongamos, haciendo un ejercicio de ficción contrafáctica, que la colonización española redundó en un número menor de muertes o, si quieres, de penurias humanas, que en caso que las civilizaciones autóctonas hubiesen permanecido. No tengo claro que, aún así, estuviésemos eximidos de responsabilidad. Los actos en sí mismos son condenables, con independencia de que hubieran supuesto una mejora relativa. El elemento de comparación no puede ser tratar de elucidar qué habrían hecho otras civilizaciones, sino qué podrían haber hecho los propios colonizadores de forma alternativa.

    Una diferencia sustancial entre los actos del colonizador y los practicados en el seno de las sociedades precolombinas es la propia conciencia sobre los actos. Mientras que en el caso de los Aztecas, por poner un ejemplo, el sacrificio humano era parte del ritual de la continuidad, un elemento central en su civilización, en el caso de los colonizadores se tenía perfecta conciencia de que los sacrificios servían como medio para la dominación de un pueblo sobre otro. De hecho, la colonización está plagada de reflexiones humanísticas sobre las formas en que se llevaba a cabo, lo que demuestra que los colonizadores eran perfectamente conscientes de que sus actos violaban, de alguna manera, un código moral contemporáneo a su época, algo que no se podían plantear los aztecas.

    Sobre la responsabilidad de los españoles de hoy, suelo hacer una broma -sólo entre amigos- parecida a la que se refiere A. Tareq: los antepasados (españoles) de los latinoamericanos de hoy son los que estarían protagonizando esos actos que creo que deberían condenarse, mientras que mis antepasados estarían labrando la tierra de algún secarral de Andalucía o Castilla, ajenos a la colonización. Pero, al tratar el asunto con seriedad, no creo que la participación de nuestros familiares o de los suyos sea relevante en cuanto a la responsabilidad de los actos. La España presente es la heredera única de la realidad política que orquestó una colonización condenable. Y éste es el elemento de conexión de nuestro presente con ese pasado remoto. Eso no implica que nosotros, los españoles de hoy, tengamos que sentirnos responsables de aquellos atropellos, de la misma manera que nadie culpa a los alemanes de hoy del holocausto (por el que han pedido perdón reiteradamente alemanes que nada tuvieron que ver con aquello), ni a los turcos de nuestro días del genocidio del pueblo armenio que se siguen negando a reconocer.

    En lo que sí estoy plenamente de acuerdo con Teoura es en que los propios artífices de la independencia tienen responsabilidades similares a las de los colonizadores. Y que deberían asumirlas. Y eso necesariamente implica a lo que en la actualidad constituyen países latinoamericanos. En el artículo trato de referirme a ese aspecto, pero entiendo que haya podido quedar diluído. Sobre este asunto, mientras países ya están abordando la cuestión, con más o menos acierto, con la creación de agencias de lo indígena al más alto nivel, otros, por el contrario, siguen valiéndose del orgullo patrio para seguir obviando su responsabilidad en la marginalización de los pueblos indígenas, no sólo en los pasados doscientos años, sino en la actualidad.

    Por terminar con esto, se me ocurrió escribir este artículo tras mantener una conversación con un amigo mexicano que visitó Machu Pichu este verano. El guía le explicó que a los españoles no les contaban muchas cosas que sí les explicaban a otros turistas latinoamericanos, porque solían enfadarse mucho. Y no me costó mucho trabajo imaginarme una escena de españoles aireados por los hechos históricos que se les imputaban. Me pareció que Machu Pichu era un símbolo perfecto de la América indígena y traté de utilizarlo como tal, sin más. No creo que la (ausencia de) acción española en Machu Pichu en particular invalide la opinión que defiendo acerca de la responsabilidad de España en América Latina. Pero gracias por la apreciacón, Teoura. La próxima vez será más cauteloso con la elección de los símbolos.

    @Sicilia:

    Quizás lo recuerdo con un cierto sesgo, o puede ser que me tocaran maestros que prefirieran enfatizar otros aspectos, pero recuerdo que a Bartolomé de las Casas (y a otros humanistas) se les mencionaba de pasada, desde luego mucho menos que a Pizarro o Cortés, que eran presentados como héroes.

    @A. Tareq:

    Creo que lo más lamentable de las celebraciones del bicentenario, más allá de la asunción de culpas (que, insisto, creo que nos corresponde) es, como mencionas, la ocasión perdida para tratar de crear nuevos puentes de unión en torno a la parte de historia común que nos une con los países de América Latina.

    No podría estar más de acuerdo con la visión del nacionalismo como concepto burgués al servicio de la dominación por parte las élites, lleno de simbología, en ocasiones preñada de símbolos indígenas, cuyos sujetos han sido debidamente ignorados, por lo demás.

    @Senyor_G:

    Mi crítica al nacionalismo se basa, precisamente, en uno de los aspectos que mencionas: al final se utilizan los símbolos para servir a intereses económicos que poco tienen que ver con la simbología de la que se sirven para silenciar al pueblo.

    @Pratxanda:

    Me imagino que en Machu Pichu habrán adulterado ambas versiones. Al final lo que cuenta es ganar dinero y, para eso, lo mejor es tener contento al visitante. Creo que la cosa cambiaría de forma radical si todos, colonizadores y libertadores -los herederos institucionales, claro está-, pidieran perdón por sus atropellos. De esa forma, unos visitantes y otros podrían sentirse menos molestos al escuchar las verdades.

    ¡Abrazos a todos!

  5. Estoy completamente de acuerdo con Jon Salaberría respecto al pederasta S. Dragó. Me da igual que sea pederasta de verdad o de palabra solamente. Presume de haber tenido esas relaciones y por tanto es execrable. También son execrables Jergón y Latinmunich por defender a este sinvergüenza. Me encanta la frase de Polonío «Dragó es el ácrata más subvencionado de la historia de la humanidad.» Estoy convencido de ello, sobre todo por Esperanza Aguirre.l

  6. Las burguesias latinoamericanas siguieron expoliando a los indígenas pero astutamente engañan a las nuevas generaciones de éstos echando la culpa enteramente a los españoles A excepción de Morales en Bolivia, ¿cuando ha habido un gobernante en latinoamérica que no sea blanquito de piel? Ellos son los herederos de los colonizadores, por tanto son ellos los que llevan el pecado original de la conquista. Nosotros por lo menos tuvimos a Fray Bartolomé de las Casas, los estadounidenses en sus películas del lejano oeste han mostrado a hombres buenos que intentaban que los indios no fueran atropellados pero que yo sepa no tienen nombres.

  7. Querido Antesala:

    Espero estar a la altura y no ofenderte con mi comentario.
    Me siento orgullosa de ser española y no me siento responsable de los actos de mis antepasados; si de algo tuviera que sentir vergüenza, que la siento, es de la época de Franco. Es el lastre que siempre estará.
    Por otro lado no es vergüenza, sino pena, ver la situación que hay ahora con el tema de la famosa crisis; se están cargando todos los derechos de los trabajadores.
    Cuando yo trabajaba en la fábrica había organizaciones llamadas “sindicatos», ahora mismo inexistentes o simplemente se hacen los locos y miran hacia otro lado.
    Y por último, ¡con la Iglesia hemos topado! ¿Donde están esos curas que nos enseñaban los mandamientos? No engordaras con los bienes ajenos… ¿O eso era para los pobres? En cambio para los políticos era: ¡Engorda los bienes de tu mujer y tus hijos, y para que hacienda no te los quite ponlos a nombre de tus nietos!

    Adiós Antesala, espero no haberme salido de contexto y te aporte un granito de arena para tu próximo relato.

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