En la muerte de Jaume Botey

Alfonso Salmerón

El pasado 15 de febrero falleció Jaume Botey. Para quien no lo conociera, en Jaume fue muchas cosas. Doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona, donde fue profesor de Historia de la Cultura y de Movimientos sociales durante treinta años. Anteriormente fue profesor de instituto en el barrio de Can Serra de l’Hospitalet, ciudad en la que se estableció de la que fue años más tarde concejal de educación en las primeras elecciones democráticas por la candidatura del PSUC de la que formó parte en calidad de independiente.

Ha sido una persona vinculada a diferentes ámbitos del activismo social, político y cultural de nuestro país, en los que participó por igual a lo largo de toda su vida. Fue miembro fundador de Cristianos por el Socialismo, impulsor de la Plataforma Aturem la Guerra, de la Plataforma per una Renda garantida de Ciutadania, del Centre d’Estudis de L’Hospitalet y de la Cooperativa la Olivera de la que fue socio fundador, por citar sólo algunos ejemplos. De entre todos ellos, por su vinculación ciudadana, política y sin duda, sentimental, destaca la escuela de adultos de Can Serra. Hay que recordar como escribe señor G en un artículo publicado aquí mismo hace algunos meses que lleva por título La casa de la Reconciliación: la experiencia de Jaume Botey en la educación de Adultos, que Jaume llegó a Can Serra para ser el cura en un barrio en el que no había Iglesia, y que de esa necesidad concreta nació el proyecto de la casa de la Reconciliación, impulsado y materialmente construido por los vecinos. Fue lugar para el encuentro donde se acogieron todo tipo de actividades culturales, religiosas y políticas en aquellos años de fervor democrático en los que todo estaba por hacer y todo era posible, citando al poeta. Para quien desee profundizar sobre esa experiencia concreta de los albores de la democracia parlamentaria española en un barrio obrero de inmigrantes en la Cataluña de los 70, les recomiendo la lectura del libro: Can Serra 50 anys. Història d’un barri de l’Hospitalet. Centre d’Estudis de l’Hospitalet, 2016.

No me extenderé en la obra de en Jaume de la que sin duda se seguirá escribiendo y hablando durante muchos años y de la cual todavía no somos probablemente conscientes de su enorme alcance e influencia en diferentes ámbitos de nuestra pequeña historia. Reflejo de ese impacto fue el acto de ceremonia de despedida celebrado en la iglesia de Santa Eulàlia de Mérida de l’Hospitalet, así como el homenaje que se celebró una semana más tarde en la Casa de la Reconciliación. Ambas se quedaron pequeñas para acoger a todas las personas amigas que hemos compartido alguna parte de su trayectoria vital. Gentes muy diversas acudimos aquella mañana de febrero para despedirnos de él. Personas de todos los ámbitos sociales y políticos, de todos los estratos socioculturales, y de todo el arco parlamentario. Todos estábamos allí, en definitiva, para decirle adiós a un amigo y a un maestro, para expresar el tremendo vacío que dejaba su pérdida, pero también y paradójicamente, para compartir la dicha de haberle conocido.

Sin embargo, no deja de impresionarme sobremanera comprobar el impacto que la figura de en Jaume ha tenido en las vidas de gente tan diversa. En mi opinión, Jaume no dejó de hacer nunca lo mismo. Su vida fue el resultado de materializar en hechos su pensamiento. Un ejercicio de coherencia. Nunca se conformó con el análisis, lo suyo iba de poner práctica lo que pensaba con todas sus consecuencias. Si no hay iglesia en el barrio, se construye con nuestras manos, para una vez construida, ser para siempre patrimonio del barrio. ¿Acaso hay manera más radical de acercar el evangelio a la gente y viceversa?

Le incomodaban terriblemente los elogios. No los soportaba, y no se trataba de falsa modestia. Probablemente, porque para él no había mérito en su manera proceder. No hacía más que poner en práctica lo que dicen las escrituras. Porque sobre todas las cosas, Jaume fue un cristiano. Un cristiano que no deja de hacerse preguntas y se las responde pasando a la acción. Del análisis a la praxis. De las palabras a los hechos. Alguien que a partir de sus profundas convicciones éticas transformaba en acción sus pensamientos, buscando siempre la complicidad de los demás, porque si algo definía a Jaume por encima de otras cosas era la radicalidad de planteamientos a la vez que la transversalidad en la búsqueda de alianzas para llevarlos a cabo.

Fue así como apadrinó todas las causas que consideraba justas. Siempre al lado de los desheredados. Fue un verdadero “estigmatizador” como refería señor G en su citado artículo, en el mejor sentido de la palabra. Jaume, a partir de una idea, apadrinaba el nacimiento de un proyecto para el cuál ponía todo su esmero en animar a las personas más adecuadas para llevarlo a cabo. De esa manera, una y otra vez, su pensamiento y su acción fueron alumbrando un sinfín de proyectos a diferentes escalas, en diferentes ámbitos y latitudes geográficas. Por ello, tanta gente, tan diversa, de ámbitos incluso tan dispares, nos sentimos interpelados en el día de su muerte. Él fue y será un referente para muchos de nosotros. De los pocos que nos quedaban en estos tiempos que corren

Me consta que en los últimos meses Jaume seguía con apasionada implicación dos temas bien distintos como son la Renta de Ciudadanía Garantizada y las libertades democráticas del pueblo de Catalunya. Desde sus profundas convicciones éticas, estaba profundamente implicado en los movimientos sociales catalanes aunando emancipación social y nacional bajo el denominador común de la defensa radical de la democracia de base.

En aquella mañana de febrero, en aquella iglesia abarrotada de amigos de todas las batallas, en Jaume nos ofreció otra enseñanza de su maestrazgo de vida. Nos había congregado allí a todas aquellas personas de proyectos tan diversos en los que en algún momento de sus vidas él y su compañera Pilar habían dejado su huella y su semilla (su estigma). Cada día que pasa soy más consciente de lo mucho que lo echaremos de menos pero también de lo muy agradecido que le estoy (a él y a Pilar). Y es por eso que en estos días, de compartir recuerdos con tantos amigos y compañeros, tratando de poner palabras a todos los sentimientos aflorados, había una que sobresalía sobre el resto, y era la palabra reconciliación, la que da nombre a la casa de su Can Serra estimada. Reconciliación para reconocernos en el otro y salir a su encuentro para volver a construir nuevamente un nosotros de emancipación.

Gracias, Jaume. Gracias por todo, Jaume

 

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