Después de tabaco, ¿el silencio?

Senyor_G

De las cosas que parece que nos quedarán de Zapatero hay que reconocer que la que quizás salvó más vidas y nos las hizo mejores fue la prohibición del tabaco en lugares públicos cerrados. Aunque a muchos nos parecía tan necesario, no sólo por salud sino también por comodidad, como difícil de conseguir. Y se cumplió, y básicamente se cumple[1]; y me alegra.

Por aportar en mis rebajas programáticas y si Pedro Sánchez va buscando mejorar nuestra salud, sin grandes inversiones le ofrezco un reto. Si no eliminar la contaminación acústica que vivimos en España y especialmente en grandes ciudades como Barcelona, por lo menos empezar a corregirla. Es un reto que veo casi imposible y que reconozco que no sé si es la edad o el aburguesamiento cada vez veo más necesario. Reconozco, que como otra gente de l’Hospitalet soy de hablar alto, lo de claro me parecería cinismo por mi parte y creo que me voy corrigiendo en lo del volumen.

En el ruido hay algo que es de pura educación, cada vez me molesta más las personas que molestan de forma gratuita, simplemente por molestar o los que no piensan que hay personas alrededor que también tenemos oídos en condiciones razonables. En el primer apartado, por ejemplo los que en transportes públicos ponen la música con el altavoz, o incluso con altavoces externos extras. Soy compasivo con los que se ganan la vida tocando música, aunque pueda ser discutible el volumen[2], pero con los anteriores no puedo más que entender la reacción de unos viajeros que en el metro de San Francisco: “Tratan de expulsar a golpes a un pasajero que tenía la música ‘demasiado fuerte’”, si miran la noticia y el video una pasajera se apiadó del joven diciendo “¿Por la música? Déjalo en paz”. Bueno si es por la música y sólo por eso, ¿por qué el energúmeno no se puso unos cascos o se esperó a llegar a casa? No he visto esta reacción todavía en el metro de Barcelona pero llegará o en la calle. Hace un par de semanas 2 personas diferentes en una plaza del barrio de Gràcia paseaban al mediodía, uno con un pequeño altavoz en la mochila y otro directamente con todo un señor altavoz en la mano con sus músicas, no hubo pandemonium porque en ningún momento se encontraron a la vez:¿se creían que sus músicas son mejores que las que nosotros no ponemos?

En los que no son conscientes de las gentes que les rodean, entrarían los padres y madres que en restaurantes o en albergues ponen en lugares comunes películas a sus hijos para que nos enteremos todos los compañeros de recinto y a ver si de paso sus hijos se entretienen. ¿Y si me pongo yo otra película? O los que les ponen juegos con todos los efectos sonoros, y eso también lo he visto en adultos para sí mismos casi tanto como para niños. ¿Hace falta decir que es molesto? Creo que educar es preparar a nuestros hijos para la vida, por una parte que se sepan valer y por otra una propuesta de sociedad, y creo que no es educativo molestar al de al lado de esta forma.

De los móviles también tenemos los que prueban todas las melodías en el metro, o el que tiene el sonido de teclas. En los anteriores como otras cosa del civismo falta que alguien se lo mire, no hace falta quizás que sancione, simplemente que llame la atención, que yo ya estoy cansado. Pero aquí sí que hay una primera medida: ¿porque por defecto los móviles u otros aparatos no salen de fábrica sin sonidos innecesarios como son los de teclado? Pasa en programas de ordenador, como por ejemplo SAP con el que trabajo, por defecto cada vez que da un aviso hace cling cling, SAP hace muy bien lo que hace pero una oficina con cling cling por doquier pone de los nervios. Lo primero que hago es desactivar la opción de mi SAP Gui y la de los vecinos que detecto, todos me lo agradecen, tanto por el hecho en sí como mi maravillosa sonrisa en esos momentos. Pero podria hablar de otros aparatos.

Y en el ocio[3]. Cuando iba a discotecas, con cierta cara de borrego que daba la edad y la situación, odiaba salir con los oídos con pitidos y veo que ahora en fiestas populares como las de Sants, por ejemplo, si estás atento a algún escenario, lo más sano es escuchar el concierto desde otra calle, incluso en conciertos infantiles. Cosa que no tiene sentido, porque ni puedes estar en el concierto ni puedes no estar estando lejos.

Y los motores de las motos, con la gracia especialmente de motos tipos Harleys y otras trucadas por fastidiar. Finalmente tenemos los conductores que pitan y no por una urgencia o peligro, si no como si en esas calles no hubiese vecinos, y mira que ahí la ley está clara. Si tienes prisa no vayas en coche por ciudad. Incluso hay vecinos que en vez de avisar con el móvil o picar en el interfono a alguien que les espera tocan el claxon por ejemplo. Además el panorama se complementa llevando las ventanas bajadas y la música a todo trapo. Molestar por molestar y además no sé si es seguro conducir con ese nivel de ruido.

Y en esos casos, como los que sí que llevan cascos pero aún así les escucho la música, me pongo ortodoxo neoliberal y pienso ¿a estos también les pago la seguridad social?

No sé si se pueden hacer algo al respecto sin perder la vitalidad de nuestras ciudades, pero en algunas cosas sí que cumplir la ley desde la administraciones y repensar algunos servicios por ejemplo de limpieza[4] y en otros desde los ciudadanos ser más conscientes de que convivimos con más personas y quizás aprender de otros países. También yo cuando me comentaba otro padre del cole que cuando estuvieron en Sudáfrica no había gritos en los parques, que cuando un padre quería decirle algo a su hijo se acercaba a decírselo y no se lo gritaba como hacemos nosotros desde la otra punta del parque.

[1] Hoy no hablaré de los porros en lugares públicos.

[2] Alguna vez he dado dinero simplemente porque no iban con altavoces y otros acompañamientos enlatados.

[3] Muchos mantendran que el turismo es ruidoso, yo creo que muchas veces las molestias que decimos que son por el turismo también tienen que ver con el ocio local.

[4] Aunque entiendo que la limpieza y otros servicios son necesarios.

7 comentarios en “Después de tabaco, ¿el silencio?

  1. Estupendo artículo el que nos ofrece el Senyor G.
    En efecto , somos un país ruidoso y nos encanta hablar , detenernos por las calles , saludarnos con efusividad y, en mi opinión, un país alegre y bastante amable , si lo comparamos con Inglaterra y no digamos ya con Francia.
    Mientras raramente invitamos a nuestras casas a nadie que no pertenezca al restringido grupo de íntimos , la calle es el señorío de todos, siendo bares y cafeterías junto a sus terrazas , su santa santorum.
    La hora del vermouth marca los picos más altos en el sismógrafo nacional.
    En ese instante se enrollan los diarios , se cierran los libros y se suspende cualquier lectura. Suenan las campanas y , con un poco de suerte , tomamos una ración de sol y calamares. No estamos para tristezas. Después , y dependiendo de la region en la que estemos , algunos seguimos el paseo de un cura entrado en carnes por la fe y seguridad que nos inspiran sus gustos culinarios y directamente pasamos al comedor que haya elegido, en donde podemos comprobar una vez más que el ruido no proviene de una fonética ruda , nacida de interjecciones entre combates por el dominio de un sotobosque que sobresale de un roquedal , sino de unos altavoces que repiten desesperados que te están amando locamente, pero que te están amando locamente, tan locamente que no pueden dejar de hacerlo cada vez más alto.
    A la que te descuidas hay niños en alguna mesa que beben gaseosa entre eructos e hinchazón de los globos oculares en medio de un contento risueño ; dos televisores en oposición mediante un juego de espejos difunden imágenes deportivas a las que nadie presta atención; desde el fondo de la sala avanza tambaleante un camarero con los pulgares enguantados de blanco que comienzan a humedecerse por capilaridad con el contenido de la sopera.
    Nadie está solo. España , el ruido y la calle protegen a todos contra la depresión y el vacío existencial.

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