De arte y moralidad en tiempos viciados

Frans van den Broek La lectura reciente del libro del historiador holandés Martin Ros, Los chacales del tercer Reich, me ha convencido una vez más, como si necesitara aún más convencimiento, no sólo de la siempre potencial bestialidad del ser humano, sino de la remanencia en nuestra cultura de ideas y actitudes cuya validez ha sido infinidad de veces revocada, y cuya presencia misma es prueba de la ínsita confusión de la clase intelectual contemporánea. Por sus páginas pasan personajes y movimientos abominables, algo oscurecidos en la memoria europea por el estridente y negro esplendor del nazismo de Hitler y sus secuaces, pero cuya abismal degradación moral no tiene nada que envidiarle al propio nazismo, si es que la comparación a tales niveles de maldad puede ser adecuada (algo que me temo no es ya relevante o posible). El libro se centra en el destino de algunos de los más importantes colaboradores con el fascismo, desde los lacayos del régimen de Vichy hasta los socios fascistas de Alemania en Rumania o Hungría. Un ejemplo de los mismos es la Guardia de Hierro de Rumania, que llevó a cabo actos de genocidio atroces con fervor e intensidad religiosos, como aquel en que masacraron a judíos en su propio camal, haciendo uso de ritos y técnicas de sacrificio hebreos, y a quienes, en no pocos casos, colgaron vivos de los ganchos donde se solía colgar la carne, para seccionarlos de acuerdo al rito judío y dejarlos morir poco a poco. Nadie, que conserve algo de humanidad, puede leer dichos relatos sin sentir que su confianza por el género humano se desvanece hasta la desesperación, pero no es de aquellos asesinos y psicópatas en general de quienes quisiera hablar en estas líneas, sino de una clase especial de los mismos, y de la curiosa actitud para con ellos demostrada por nosotros, sus congéneres, a la luz de sus crímenes: los artistas, sobre todo los escritores que se entregaron al fascismo como ideología y práctica durante aquellos años. A través de ellos ciertas preguntas generales sobre la naturaleza del arte pueden ser pertinentes.
La relación entre fascismo y arte ha sido profusamente analizada, pero no siempre con la adecuada intención o de manera que pueda concertar el interés público. ¿A quién, sino a un académico, puede importarle la estetización del espacio discursivo y arquitectónico por el nazismo? Confrontados con el tema y sus miserias, ¿pueden interesarnos de verdad las conexiones entre la aletheia heideggeriana y la idea del destino germánico propuesta en los alucinados discursos de Goebbels? ¿Es Benito Mussolini un continuador o una ruptura en el decurso de la razón ilustrada? Debo señalar que estas indagaciones me merecen todo el respecto que se les puede otorgar a los estudios académicos, cuya función es específica y cuyo contexto de lectura justifica su relativa bizarría. Pero esto no aclara para el público en general las ideas que se han percolado en nuestra mentalidad moderna y que dirigen no pocos de nuestros juicios sin que muchas veces nos demos cuenta de ellas. Estas ideas suelen ser más simples que aquellas que hablan de un acaecimiento del mundo o de una estetización performativa y, sin embargo, suelen ser más importantes. Por ejemplo, la idea de la naturaleza especial del artista, aquella que le permite prescindir de muchas normas y mandatos morales que para el resto de los simples mortales son obligatorios sin excepción. La idea que supone que Picasso es superior al anónimo carpintero que nos ha hecho la silla o tejido el sombrero de paja. ¿De dónde proceden estas ideas absurdas y por qué tienen aún tanta persistencia en nuestra visión del mundo?El libro mencionado al inicio pasa revista a algunas de estos artistas pro-fascistas cuyo destino está íntimamente embrollado con el del fascismo previo y posterior a la colosal carnicería mundial del siglo pasado. Detengámonos por unos instantes en sólo dos de estos ejemplos: Céline y Pound. El primero, considerado uno de los mejores novelistas franceses del siglo en cuestión, es un caso muy conocido: panfletario vitriólico y exasperante, predicó, entre otras imbecilidades, un antisemitismo rencoroso, llegando a deplorar en sus escritos que la limpieza étnica de judíos no progresara lo suficiente, así como la eliminación de comunistas o masones. Sólo una Francia pura de raza y aunada al proyecto Pan-Germánico de Hitler podría enfrentarse a los retos del futuro en el nuevo orden europeo. La lectura de cualquier pasaje de sus escritos dedicados al tema haría vomitar al más recio. Por suertes, sus deseos jamás se cumplieron, aparte de la efectiva e inmisericorde deportación de judíos que llevaron a cabo los nazis y el gobierno de Pétain, con la anuencia, colaboración y hasta gozo de buena parte de la población francesa. Invadida Francia por los aliados, debe refugiarse en Sigmaringen, junto con la crema y nata de la escoria colaboracionista, para luego escapar a Dinamarca, donde se le arresta, pero no se le extradita hasta que no se le concede la amnistía. Pocos años después del fin de la guerra, vuelve a Francia como hombre libre, si bien amargado y misántropo. Sus actos, por supuesto, los justificó por su deseo de salvaguardar a la Francia eterna de mayores desastres. ¿Por qué suscitó el interés de no pocos intelectuales de varios países, pidiendo el perdón de su vida? ¿Por qué se le permitió seguir viviendo, salir en libertad incluso, mientras que otros colaboradores menos vociferantes eran colgados o condenados a sentencias ejemplares? Porque se supone que su valor como ser humano moral, que era nulo, era compensado por su talento como escritor, el que contribuyó a los pedidos de clemencia que no hubiera suscitado el barrendero que limpiaba las cenizas de Auschwitz, aunque no hubiera matado una mosca. A pesar de que el mundo intelectual lo evitó en general por su pasado colaboracionista, no deja de ser admirado como escritor y sus obras se siguen republicando y traduciendo hasta ahora, como las de un novelista mayor entrampado en las redes del nihilismo y de una historia vertiginosa y delirante.¿Y qué decir de Ezra Pound, del miglior fabbro, como T.S. Eliot le llamó en su dedicatoria en su seminal libro The waste land? El miglior fabbro, nacido en América, a quien se considera un de los poetas más importante en lengua inglesa del siglo pasado, con influencia decisiva fuera de su propio ámbito lingüístico, emigró a Europa, estableciéndose durante la guerra en Italia. Fue un asiduo colaborador del régimen de Mussolini, de talante antisemita, antiamericano y antiliberal, y escribió, además de incontables programas de radio que se emitieron desde Italia durante la guerra, en los que despotricaba de todos sus enemigos con palabras enajenadas, hasta sobre economía, deprecando la usura de los bancos en el capitalismo moderno y advocando un nueva fluidez de capital en un sistema supuestamente corporativo promovido por el fascismo, teorías que nadie entendía, menos aún el mismo Mussolini, a quien se las presentó para su completa consternación. No puede decirse menos de sus otras teorías: a momentos sus escritos sobre la poesía o la cultura compiten con los de las más densas nubes germánicas, con la diferencia de que filósofos como Hegel todavía se pueden entender si se hace un esfuerzo, mientras que los suyos son impenetrables. Nadie puede negarle que haya escrito buena poesía y que haya influido en el desarrollo de la modernidad artística, pero no tuvo reparo alguno en incluir en sus famosos Cantos versos como los siguientes, citados por Martin Ros: ‘Now damn all race mixers/ the stink : Roose, Harry and Ike [se refiere, lo habrá notado el lector, a Franklin D. Roosevelt, Harry Truman y Ike Eisenhower]/ the pink punks. Flatchested highbrows,/ homos, perverts, freaks, golf players,/ poodle dogs, hot-eyed socialists, Fabians, scum/ liars for hire,/ the ass gang,/ degenerate liberals/ crying for the petrefaction of putrefaction’. Para el paciente lector que no goce del conocimiento de este tipo de inglés, le aseguro que no es ningún goce y que no se pierde nada. Igual mensaje, y de seguro que con más poeticidad, habría escuchado el lector en cualquier cantina de mala muerte en la Alemania de la guerra, o, más cerca de casa, en los labios de cualquier falangista español capaz de leer el periódico. Y que no se engañe nadie en pensar que estos pasajes son excepciones. Quizá lo sean en su directa mención de sus afinidades fascistas y sádicas, pero el texto de los Cantos está marrado por infinidad de pasajes similares, con abruptos cambios rítmicos, palabras extranjeras, chinerías imprevistas, referencias oscuras, simplezas embelesadas. Que a este libro propio de un maniático se lo considere hasta hoy obra cumbre de la literatura moderna, es signo claro de la confusión a la que me referí al inicio. Es más, Pound fue castigado por colaborador y traidor -se le encerró en una jaula de animales por unas semanas, expuesto a la intemperie, algo cruel, sin duda, aunque era verano; se le juzgó y, dado su supuesto estado mental, se le condenó a ser enviado a una institución psiquiátrica donde permaneció varios años-, pero no fue condenado a la muerte. Intelectuales de la talla de Hemingway y W.C Williams intercedieron a su favor. ¿Y todo por qué, por su capacidad de escribir cataratas de versos desaliñados, alucinatorios, insultantes? ¿Por qué se condenó a otros y se salvó la vida a un viejo maniático? ¿Por artista, por moderno? ¿Por qué, en general, esta liviandad para con los requisitos morales de cualquier ser humano cuando se trata de un así llamado artista? En verdad, no interesa demasiado inquirir en las raíces exactas de este prejuicio social, de lo que también se ha escrito con abundancia. De lo que se trata es de librarnos del mismo cuanto antes. Hoy por hoy se sigue enseñando a nuestros estudiantes, y concediendo subsidios a nuestras instituciones culturales, y pagando a nuestros profesores universitarios para que repitan que Rimbaud es uno de los genios de la poesía, el Marqués de Sade un filósofo de la otra cara de la Ilustración y Heidegger uno de los pensadores más originales e importantes, relegándose el hecho de que el primero era a la vez un desequilibrado, el segundo un monstruo, y el tercero un filonazi, al cajón de las circunstancias biográficas adyacentes. Este punto de vista es comprensible, y hasta cierto punto defendible, dado que los seres humanos no somos de una pieza, que tenemos distintos rostros, a menudo enfrentados, y que de alguna forma la actividad artística crea obras en buena parte independientes de los pormenores de sus creadores. ¿Qué le han sucedido al arte y a la sociedad, empero, como para que degenerados puedan crear obras que más tarde admiramos y exaltamos hasta canonizarlas?Momentos tan extremos como el que vivió el mundo en los periodos mencionados, nos hacen ver con más agudeza la naturaleza de estos problemas, me parece, aunque no necesariamente nos den una solución a las preguntas que plantean. Seguimos creyendo en la idea romántica de que los artistas y el arte son especiales, cuando la realidad se ha cansado de darnos la contraria. Hubo un tiempo, sin embargo, -y así sucede todavía en muchas partes del mundo- en que los artistas no eran más que artesanos, con una función específica dentro de la sociedad a la que pertenecían. No se adscribía mayor valor al narrador de historias versadas que al diseñador de castillos, o al encargado de la cerámica. La expresión personal no era el fin del arte, sino la conservación y reproducción de un orden, y la funcionalidad del arte dentro del mismo, un orden cuya naturaleza podia estar avalada por la religión o las concepciones particulares de lo sagrado, pero no necesariamente. En la sujeción imaginativa a este orden radicaba la libertad creativa, por paradójico que parezca. En cierto momento de nuestra historia, sin embargo, el arte se puso al servicio del individuo, de sus sentimientos, de sus pasiones, de sus demonios. El orden social no hacía sino impedir la autenticidad de esta expresión y por ello había que enfrentarlo. Quizá la debacle moral del arte y del artista contemporáneos no sea sino uno de los precios que hemos debido pagar por el desarrollo de la libertad del individuo en las democracias modernas. Esta libertad no es sólo una bendición, es también una condena a los deberes de la responsabilidad cívica y a los peligros de la interioridad. La pérdida de límites normativos ha producido, en varios terrenos artísticos, obras notables, pero también irredimible basura, cuya justificación es la expresión emocional del individuo auténtico, la modernidad de las formas libres, el mercado de sus productos. Pero esta libertad deviene en su contrario en la ausencia de control autocrítico, de imposición de formas, de dignidad moral (sea lo que sea lo que entienda el lector por ello). Y el artista se hace esclavo de sus emociones más primarias e infantiles, de sus condicionamientos sociales, sin que se de cuenta de ello, convencido de que labora en el bien de aquello que la sociedad venera, el arte, la creación, la expresividad. Parafraseando a Mairena: ¿para qué sirve entonces la libre expresión de un pensamiento esclavo? Ejemplos como el de Pound y Céline no pueden sino procurarme la sensación de que su valoración actual sigue siendo consecuencia de estas ideas románticas cuya validez es sospechosa, por decir lo menos. Un individuo libre que de pronto se ve arropado por un sistema totalitario es lo menos libre que puedo imaginarme, poseído por demonios a los que se ha dado carta libre, bien sean el antisemitismo, el sadismo o el simple descontrol moral.Por mi parte, no puedo leer más a estos autores sin pensar en su miserable destino y su contexto histórico. ¿Cómo disfrutar de la poesía de Pound o las novelas de Céline mientras recuerdo a la vez aquellos niños judíos del famoso pasaje cinematográfico en los que muestran sus números de identificación en los brazos? ¿O si recuerdo las dantescas imágenes de los cadáveres apilados en los campos de concentración ? La sociedad debe conceder libertad a los artistas (y protegerlos también de la pena de muerte aunque sean unos monstruos), pero por mi parte me arrogo también el derecho de no recomendar ya nunca más a nadie la lectura de escritores que como estos, o aquellos del otro extremo fascistoide, el del izquierdismo radical, pueden haber producido obras admirables, pero que se condujeron en su vida como seres deplorables llenos de imbecilidad y odio. Este ejercicio de mi libertad y de la de ellos se la debemos a la democracia, sin duda, pero la democracia no nos protege, ni tiene por qué hacerlo, de nuestros propios monstruos, y menos aún de la terca estupidez que nos hace abrigar la ilusión de que un artista talentoso, pero éticamente miserable, es, de alguna manera incomprensible, menos miserable. Para mí, al contrario, lo es más, porque ha faltado a la responsabilidad ética de toda figura pública, la que le obliga a ser más, no menos, cuidadoso con lo que dice y hace, lo quiera o no, y se lo permita o no la libertad constitucional de la que goza.

23 comentarios en “De arte y moralidad en tiempos viciados

  1. «La sociedad debe conceder libertad a los artistas (y protegerlos también de la pena de muerte aunque sean unos monstruos), pero por mi parte me arrogo también el derecho de no recomendar ya nunca más a nadie la lectura de escritores que como estos,…»

    El cura que plantó cara a Fede J. ELSantos enumera las contradicciones de la radio episcopal
    Alcover S.J.: “Ciertas personas producen tal destrozo en la COPE que urge tomar medidas”.

  2. ¡Saludos a todos!

    Escribe Milan Kundera en la Insoportable Levedad del Ser: «No hace mucho me sorprendí a mí mismo con una sensación increíble: estaba hojeando un libro sobre Hiler y al ver algunas de las fotografías me emocioné: me habían recordado el tiempo de mi infancia; la viví durante la guerra, algunos de mis parientes murieron en los campos de concentración de Hitler, ¿pero qué era su muerte en comparación con el hecho de que las fotografías de Hitler me habían recordado un tiempo pasado de mi vida, un tiempo que no volverá? Esta reconciliación con Hitler demuestra la profunda perversión moral que va unida a un mundo basado esencialmente en la inexistencia del retorno, porque en este mundo todo está perdonado de antemano y, por tanto, todo cínicamente permitido.»

    Yo reivindico el derecho a emocionarme con los escritos de seres aborrecibles, del mismo modo que Kundera lo hizo al ver esas fotos, aunque admito la perversión moral intrínseca que eso entraña.

  3. «Yo reivindico el derecho a emocionarme con los escritos de seres aborrecibles»…Antesala dixit.

    Dios ha muerto, los fascistas han tomado su trono y se
    erigen como superhombres sobre el resto de los seres,sintiéndose con derecho a usarlos para satisfacer sus deseos.
    No obstante, estos deseos son inmorales y abominables, de la cual deducimos que poder absoluto otorga libertad total sobre el resto de hombres, lo cual desemboca en decadencia moral.

    Eso es «Salo o los 120 dias de Sodoma (1975) de Pier Paolo Pasolini» .

    ¿hay que ver esta pelicula?¿es recomendable?
    ¿Que resortes activan en nuestra mente?.
    ¿Placer?¿Repugnancia?.

    Su alto contenido filosofico-literario la hacen pieza fundamental de nuestro «paisaje europeo» donde la hipocresia es una columna de nuestra civilizacion.

  4. «Hay un proverbio (y los proverbios son algo muy bueno), hay uno, digo, que pretende que el apetito se abre comiendo. Este proverbio, por grosero que sea, tiene, sin embargo, un sentido muy amplio: quiere decir que a fuerza de cometer horrores se desean otros nuevos, y que cuantos más se cometen más se desean. Esa era la historia de nuestros insaciables libertinos.» (1)

    «Nosotros los fascistas somos los únicos verdaderos anarquistas una vez, naturalmente, que nos hemos adueñado del estado. De hecho, la única verdadera anarquía es la del poder» (2)

    (1) SADE, Marqués de. Las 120 jornadas de Sodoma o la escuela del libertinaje. Ed. Akal / Básica de bolsillo. Edición de César Santos Fontenla. Madrid, 2004.

    (2) Dialogo extraído de Saló o los 120 días de Sodoma, adaptando al contexto del film la frase del Marqués de Sade: ««Nada es tan anárquico como el poder»».

  5. Es un tema complicado el que plantea von den Broek.

    «Yo reivindico el derecho a emocionarme con los escritos de seres aborrecibles», dice Altamira, poniendo de ejemplo a un Kundera emocionado al ver fotografías de Hitler por traerle el recuerdo de su infancia.

    «por mi parte me arrogo también el derecho de no recomendar ya nunca más a nadie la lectura de escritores que como estos, o aquellos del otro extremo fascistoide, el del izquierdismo radical, pueden haber producido obras admirables, pero que se condujeron en su vida como seres deplorables llenos de imbecilidad y odio», afirma Frans von den Broek.

    Yo creo que ambas afirmaciones no son incompatibles. Las emociones por hechos que te recuerdan la infancia son no controlables. La decisión de no leer libros escritos por personajes capaces de cometer o aprobar actos abominables, es una decisión perfectamente controlable con la que yo simpatizo totalmente

  6. Si no hubiera leido a Kafka creo que no me habria conocido a mi mismo.
    Si no escuchara a LoSantos por las mañanas ,no conoceria realmente la filosofia moral de la Iglesia de los obispos.
    Si no leyera a el del PINO,no entenderia como funcionan los razonamientos de los fascistas patrios.
    Si no hubiera «asistido» al espectaculo mediatico de «la Rebelion Civica» no podria ser consciente de la abyeccion de los que ponen la bandera del «ordeno y mando» al servicio de los intereses de un partido politico.

    Gracias a Dios tambien he leido «Platero y yo».

  7. Hoy Rosa Díez recuerda en su blog a Julián Besteiro.

    Y para ello utiliza un artículo del panfleto «el mundo» en el que se utilizan frases como «fue captado para el PSOE», como «Se negó a seguir al gobierno del PSOE en su huida hacia valencia» y otra frase en la que califica un libro escrito por él como «un auténtico plomazo».

    Un día lo escribí aquí, que ella se sentía heredera de los liberales de las cortes de Cádiz, y que acabaría diciendo que es la heredera de Julián Besteiro. Pues ala, ya lo ha hecho y para eso además ni siquiera tiene estilo.

    Posteriormente acusa a los demás de falta de argumentos, de que la critican sin argumentos.
    Pues te doy alguno, Rosa.
    Primero criticas al Partido Socialista por si se le ocurre reformar la sacrosanta constitución. A los 10 minutos propones tú una reforma de la constitución en sentido contrario. Tu reforma es positiva, la suya (que nunca existió) es mala.
    Criticaste al PSOE por pactar con NA BAI, también lo criticaste por no hacerlo.
    Defines tu partido como «transversal» es decir, de izquierdas y de derechas a la vez. Es decir, a la vez subirás y bajarás los impuestos, a la vez obligarás a ser católico y prohibirás la religión católica, a la vez privatizarás la sanidad y la harás pública universal y gratuita, a la vez pondrás cupos para que entren inmigrantes y a la vez los echarás.

    En definitiva, lo que se trata en tu partido es de tener redes grandes con agujeros pequeños. Para pescar tiburones y sardinas.
    Y los demás somos los demagogos. Tú no, tu eres transversal. Porque tienes hijos.
    Y además la gente del partido socialista te insulta. Y en los blogs como este se te insulta. Pero Rosa ¿tú lees lo que se escribe en tu blog? ¿has leído a gente de tu komitern cómo llamaba prostituta a gente que os da mil vueltas a los dos en dignidad como Joaquín Legina? ¿has visto los insultos que se han vomitado en tu blog contra quien te ganó las primarias en el partido socialista por goleada?
    ¿cómo es posible tanto resentimiento, Rosa? La táctica Nazi de las verdades del espejo.

    Rosa, deja de insultarme, por favor.

  8. Gracias, Sr. de la Puente, por su artículo.

    Reconozco que he estado a punto de perderme en el pasaje entre «aletheia» y «estetización performativa»; pero, superado ese Tourmalet, creo que he llegado hasta el final más o menos indemne.

    ¿Pueden los monstruos generar belleza? Me temo que sí. Si admitimos que Céline fue un gran novelista (cosa que yo discuto), la lectura de una de sus obras por parte de unos ojos inocentes (alguien que ignore la biografía del sujeto) puede producir, por qué no, emociones elevadas.

    El clásico en nuestras letras es Cela. ¿Era un buen escritor? Alcanzó las mayores glorias imaginables, de modo que parece que el consenso social es que sí, lo era. A la vez, nos consta que fue un ser humano despreciable; censor franquista, machista empedernido, engreído, grosero… Sin llegar a la abyección de los asesinos, era un pájaro de cuidado. ¿Cuán malvado hay que ser para ser descalificado como depositario de los valores que atribuimos a nuestros artistas?

    Extendamos la reflexión a otros ámbitos. ¿Se puede ser un gran estadista y, a la vez, escoria moral? Kennedy era, según parece, un follador impenitente, lo que al menos quiere decir que su vida privada se fundaba en el engaño sistemático. Tal vez mantuvo tratos oscuros con la mafia. ¿Puede un tipo frívolo y falso ser un buen presidente? Parece que sí; hay ejemplos más recientes de ello. ¿Y los filósofos políticos? ¿Qué pensar del barbudo de los hermanos Marx, un burguesazo que tiranizaba a su esposa y trataba a sus hijas dentro del más rancio convencionalismo de la época? ¿Sus aportaciones como historiador y economista tienen menos valor debido a estas taras lamentables?

    Sostengo que, en definitiva, lo que nos planteas es una manifestación de la irreductible complejidad del ser humano, cuyas múltiples facetas no siempre encajan.

    En mi opinión, además, en la comunicación artística se dan características muy peculiares, en el sentido de que la propuesta inicial (la obra del creador) puede estar totalmente desconectada tanto de su emisor como de la circunstancia social o temporal en que dicha propuesta se ha producido; siempre he pensado que quien «hace» el poema no es solo quien lo escribe, sino quien lo descodifica al leerlo y adaptarlo a su propia realidad. Bueno; perdón por la banalidad, supongo que habrá legiones de científicos sociales que habrán ya explorado y formalizado las teorías al respecto.

    Abrazos para todos.

  9. Queridos amigos y amigas, en primer lugar mi más ferviente felicitación a von de Broek por su estupendo artículo. Es este campo en el que indaga nuestro articulista de hoy uno de los más apasionantes cuando se trata de investigar u conocer las múltiples derivadas de los movimientos totalitarios de corte fascista y nacional-socialista del período entreguerras, su ascenso y la más sangrante de las consecuencias: el mayor conflicto bélico sufrido hasta hoy por la Humanidad. La puesta del esfuerzo intelectual, científico y artístico a favor de los intereses del fascismo tiene además un campo de debate en la parte que a nosotros nos toca, en la implicación de conocidos intelectuales a favor de la causa franquista desde 1936. Y con interesantes peripecias personales. Teoura ya ha citado a Cela, Premio Nóbel de Literatura y en su día censor y colaborador del Régimen de Franco. Yo citaría, igualmente, a Giménez Caballero, auténtico precursor del surrealismo en España, colaborador en su día de gentes de la Generación del 27 y de artistas plásticos como Maruja Mayo (peculiar mujer ésta), y que se dejó la piel en elegías y panegíricos al Caudillo. Creador de la «Gaceta Literaria», fue uno de los prescursores del fascismo en España (ideas que abrazó abiertamente), y su trayectoria artística y literaria no pueden (como en el caso de Celine) hacer posible para mí disfrutar de ninguno de sus escritos y de sus colaboraciones conociendo cual fue su papel en las «Cortes de Burgos y Salamanca» ya en plena Guerra. Algo parecido puede ocurrir con Sánchez Mazas, o con Leopoldo Panero, o con Pemán. Pero hay un aspecto que en nuestro caso es diferente y a la vez apasionante: la trayectoria posterior de aquellos intelectuales que, comprometidos con el franquismo y militantes del bando nacional desde la creencia de «camisas viejas» en un falangismo revolucionario, se decepcionaron del franquismo y pasaron a una posición crítica, con mayor o menor compromiso político. Cautivante en este caso la biografía de Dionisio Ridruejo, y las ejecutorias de Laín Entralgo y otros como Luis Rosales, granadino de pro, Luis Felipe Vivanco, etc ….

    En resumidas cuentas, concluyo con mi opinión de que se nos ha mostrado un campo de reflexión estupendo y motivante, y por otro lado la tesis de no recomendar la lectura o disfrute de la creación literaria o artística de los que puesieron ese esfuerzo al servicio de la barbarie está bastante justificada.

    Posdatilla: la referencia a la Guardia de Hierro rumana es muy apropiada en nuestro país. Estos fanáticos, mitad monjes, mitad soldados, y totalmente animales, combatieron destacadamente en el frente de Madrid durante la Guerra Civil. Y dos de sus mayores exponentes, Ion Mota y Vasili Marin, murieron en esa contienda. La extrema derecha les conmemora anualmente, y si alguien tiene el cuajo o la curiosidad de entrar en alguna web de colectivos de extrema derecha como, por ejemplo, «infonacional.com», podrá contemplar fotografias de la parafernalia en Majadahonda, frente a una de esas rémoras monumentales que nos lega el franquismo y que sigue allí en pleno 2008. Y tengamos en cuenta que Vintila Horia, sucesor de Codreanu (fundador) al frente de la Guardia de Hierro, vivió largos años en España y disfrutó de predicamento entre los ambientes pro-franquistas, postulándose además desde los años sesenta, como uno de los precursores de la «Nueva Derecha Europea», derivación post-bélica del fascismo y de los totalitarismo de su misma onda en no pocos países occidentales. Estamos bien servidos en España.

  10. Otrosí digo: yo creía que menda era el exégeta cuasi-oficial de Leona en este lugar, y va Pablo y hace un análisis de su último delirio verdaderamente insuperable. Enhorabuena, socio.

  11. Buenas tardes.
    El artículo me parece muy interesante, aunque el tema sea muy complicado de analizar. Cuando contemplamos las pirámides de Egipto, ¿vemos simplemente piedras o el conjunto de esclavos que con su sangre regaron el lugar donde hoy se alza tanta belleza? Cuando leemos la Ética de Aristóteles ¿leemos al hombre que es capaz de configurar un modo de proceder en busca de la felicidad, o leemos al hombre que pudo escribir ese magnífico tratado, gracias a los esclavos que facilitaron que él pudiera tener tiempo libre para poder pensar y luego escribir lo pensado? Voltaire es un hombre respetado y admirado, un modelo de pensador, teórico de la tolerancia. Sin embargo, fue traficante de esclavos. ¿Impide ello que lo leamos de otra manera? Rousseau abandonó a sus hijos. Verlaine disparó contra Rimbaud y lo hirió. Pasó dos años en la cárcel. Rimbaud huyo al cuerno de África y se convirtió en traficante de armas. ¿Es su poesía, por ello, de inferior calidad? Florencia, Roma, Venecia se hicieron ricas merced a la guerra, la usura y el saqueo de las repúblicas o estados vecinos. Sin esa riqueza no hubiera sido posible al arte de Miguel Ángel, ni el de Leonardo. ¿Para quién pintaron Rubens, Velazquez, sino para el rey que saqueaba América, esclavizaba o mataba a los nativos y robaba sus riquezas?
    Todo documento de civilización es, a la vez, documento de barbarie.
    El autor cita a dos escritores fascistas, Celine y Ezra Pound. ¿No hubo también intelectuales, escritores y poetas que apoyaron a Stalin o callaron ante sus atrocidades? ¿Se puede leer a Pablo Neruda sin inmutarse, una vez que sabemos que escribió una oda a Stalin? ¿Qué podemos pensar de Bertolt Brecht? Paul Celan dejó de saludar a Eluard, porque no hizo nada por liberar a un escritor disidente, preso en una cárcel de Checoslovaquia. Eluard era un héroe de la Resistencia. Los aviones aliados lanzaron su poema “Liberté”, por todo el territorio francés. ¿Qué hicieron Rafael Alberti, Louis Aragon para aliviar la condición de los disidentes soviéticos? Una vez vino Soljenitsin a España. Era el año 1976; acababan de concederle el premio Nobel. Lo entrevistaron en la televisión. Habló del “Archipiélago Gulag”, y dijo, como de paso, que en España había más libertad que en la Unión Soviética. Juan Benet en un artículo publicado en “Cuadernos para el Diálogo” escribió que mientras hubiese gente que afirmaba tales cosas tenían sentido los campos de concentración. Que yo sepa, nadie pidió que se dejara de leer a Benet, por ello. Ni yo dejé de hacerlo. Hablamos de Celine, pero se nos escapan Gottfried Benn, Ernst Junger, Knut Hamsun, Heidegger, siempre Heidegger. Celine era racista. En 1937 publicó “Bagatelles pour un massacre”. Antes, 1932, había publicado “Voyage au bout de la nuit”, que no es un libro racista. No era el único antisemita de Francia. El caso Dreyfus demostró que los intelectuales pueden dejarse llevar por la sinrazón y el prejuicio: Peguy, por ejemplo. Vino la Primera Guerra Mundial y escribió: “¡Qué hermoso es morir por la patria!” Simone de Beauvoir elogió el primer libro de Celine, el “Voyage”. Pero una vez acabada la guerra, cuando se inició el proceso de rehabilitación de Celine y pidieron su apoyo, se negó en firme y contestó: “También las palabras matan”. Ella, como Sartre, se creía inocente. Quizá lo fuera. ¿Qué es lo sustancial en un escritor o en un artista, la ficción o su realidad? Un buen escritor, o un buen artista, se puede equivocar cuando interpreta la realidad desde su propio personaje, y acertar cuando deja de ser él mismo y la convierte en ficción, o en arte. Peter Handke escribió en defensa de Milosevic. Es y ha sido criticado, por ello; pero ello no quita valor a “El miedo del portero frente al penalti”.
    Abrazos a todos.

    Abrazos a todos.

  12. Muchas gracias, Puente, por tan estupendo artículo.

    Hay un fenómeno diferente, relacionado con el que describe, que una vez tuve ocasión de comentar de pasada con van den Broek y que me gustaría pensar más despacio. Ahora me gustaría saber lo que él piensa.

    Hay novelas que recrean la vida de personajes reales de forma curiosa. Por una lado, dan muchos datos reales, para que no dudemos de su vocación histórica. Y, por otro, se permiten hacer un retrato ficticio e íntimo no ya de la conducta, sino también de los pensamientos de estos personajes. Así lo hace, por poner sólo el ejemplo de un escritor, Vargas Llosa con Trujillo en La fiesta del chivo y con Gaugin en El paraíso en la otra esquina. El novelista llega a recrear los pensamientos de sus personajes en primera persona (al menos en la segunda novela si no recuerdo mal) transitando de la primera a la tercera persona.

    Mi pregunta es si tiene derecho un novelista a inventarse de esta forma las interioridades de personajes reales. A bote pronto, a mí me parece bien en el caso de un desalmado público como Trujillo, pero me cuesta más de aceptar en el de un desalmado privado como Gaugin. Y, en todo caso, me resulta irritante si el personaje de marras no es conocido por su abyección. Creo que debe haber un límite en la intromisión del novelista en la memoria y el honor de los muertos, a no se que se trate de crímenes contra el género humano. Pero no sé si la distinción entre cafres públicos y privados es útil.

  13. Muy interesante ensayo el de Frans van den Broek. A mí esto en lo que me hace pensar es en los límites. Detrás de cualquier artista puede haber algo de sabandija, como detrás de cualquiera que no sea artista. Un Pound puede ser un caso claro, ¿pero qué hacer con todos los casos intermedios? con los que sólo firmaron un manifiesto, con los que aceptaron un carguito, o una merienda en palacio, con los que afectaron indiferencia, con los que callaron..
    Si el artista está criminalmente implicado, como ciudadano, y este parece ser el caso de Pound, en un gobierno criminal, pues es lógico que se le juzgue como a los demás, pero no como artista. Sus versos deberán ser juzgados por lo que valen, que parece que no es tanto, y sus delitos por lo que son, sin adornos poéticos.
    Los casos más difíciles me parece que ocurren no cuando hay que juzgar a un artista por sus obras no artísticas, sino cuando los prejuicios, o simples brutalidades, de un artista se reflejan en su obra o, peor aún, parecen ser parte de su «magia». Si se trata de un clásico, podemos pasar por alto los prejuicios étnicos de Shakespeare, o de Cervantes, pero es más difícil con los que nos caen más próximos. ¿Podemos extirparle la testosterona a Hemingway o el antisemitismo a Baroja? Seguramente no, pero los leemos.
    Añádase la pregunta de qué es lo que realmente cambia con la mirada artística sobre lo que es atroz ¿Puede ser la filmación de un empalamiento una obra de arte? (Pasolini) ¿la descripción de un descuartizamiento el preámbulo de un ensayo? (Foucault) ¿Tenemos «derecho» a emocionarmos, o a mover nuestro intelecto a la vez que nuestras tripas, con ello? No lo sé, pero sé que forman parte inseparable de cosas que se consieran obras maestras (no de mi gusto).

    Una tercera cuestión es la sobrevaloración política y, en menor medida, moral de los artistas. ¿Por qué demonios los artistas son siempre glosados, o siempre que se encuentra la más pequeña excusa, como ejemplos de integridad, compromiso, y no sé qué más leches? Se empieza con los novelistas, que bueno, puede que sean más reflexivos que el resto, y se termina reclutando al bajista de un grupo de rock para decorar un mitin. Lo que hay que desactivar es esa conexión privilegiada entre el que está tocado por alguna musa, y me da igual que sea la poesía que la revista de variedades, y la virtud personal y política. Los artistas son como los demás. Su obra, ay, a veces nos propone el enigma de la belleza alcanzada a través del desprecio, la brutalidad, el fanatismo o la frivolidad moral, y para ese enigna a mí no se me ocurre solución.

  14. PMQNQ…no necesitas pedir perdon…es comprensible que el teclado tome las riendas del subconsciente cuando se ven post con la misma frase en Elqueosmira y Antesala…lo bates neuronalmente y da: Altamira…ummmm…jeje.

    Por otro lado solo tengo que añadir que cuando sea mayor quiero ser lope agirre..y Van del barañain…y Van del puente…Van Averlas…Frans van permafrost …Von Econcon…etc,etc,en fin …cuando sea mayor quiero ser caballero callejero con diploma de honor…jeje.

    Gracias por la magia de vuestras palabras.

    Espero que no tengais algun muerto en el armario….jeje.

  15. Que seria del Rock & roll si los artistas no hubieran bajado a los infiernos.

  16. A mí me pasa lo que a Amistad Cívica, que cuando sea mayor quiero ser como todos esos van que él cita. ¡Vaya comentario el de van Lope, por cierto, a mí me ha dejado con la boca abierta de admiración y no soy capaz de cerrarla!

    Por cierto, observo que von den Broek ha pasado a ser de modo misterioroso, van den Broek, lo cuál suena más lógico.

  17. Gracias por el artículo, Frans van den Broek. Un placer leerte porque escribes fenomenal!!!

    Yo me uno parcialmente a las ideas de A. Tareq. Entiendo que los personajes públicos sean relevantes en campañas electorales y que su opinión política sea relevante para los votantes. Lo que no me entra en la cabeza es que su opinión política alcance el grado de intocable y sea sacralizada por el mero hecho de provenir de quien proviene. Y me explico. Entienda que Elvira Linda, Maruja Torres o Muñoz Molina nos deleiten con sus artículos en Babelia o Blanco y Negro. Lo que no entiendo es que tenga una columna semanal donde hablen de política y que sus opiniones pasen poco menos que a ser santificadas. Creo que cada uno se debe ocupar de lo que mejor sabe hacer. Y cuando nos metemos en terrenos que no manejamos, lo normal es que metamos la pata….

    En resumen, que entiendo que tengan proyección pública y que mucha gente decida su voto por lo que piensa un «famoso-intelectual». Lo que me parece más problemático es que en círculos académicos y periodísticos se les sacralice, como si sentaran cátedra cuando la mitad de las veces dicen cosas que, como mínimo, son dudosas.

  18. Un ejemplo practico de la teoria de Isidro :

    Dragó se parte la cara por Aguirre

    “¿De verdad ha llamado moza del partido, puta del PP, el señor Rajoy, a mi rubia favorita”?

    El ex presentador de Telemadrid Fernando Sánchez Dragó continúa con su campaña pro Aguirre dentro del PP y en un artículo publicado por el diario El Mundo arremete duramente contra Mariano Rajoy insinúa que llamó “puta” a la presidenta regional durante la lectura de El Quijote. Además amenaza con no volver al PP y exige a Rajoy que “tire la toalla” y “al frente de mil gaiteros” se retire a Galicia, para yacer “en la cripta jacobea, junto a Fraga”.

    http://www.elplural.com/politica/detail.php?id=20396
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    «Lo que me parece más problemático es que en círculos académicos y periodísticos se les sacralice, como si sentaran cátedra cuando la mitad de las veces dicen cosas que, como mínimo, son dudosas. » Isidro dixit.

    ¿dudosas?….jeje.

  19. ¿Ven ustedes algun sintoma de locura?:

    Losantos ataca ahora a Aznar por colocar a su mujer como «rehén» de Gallardón

    «Â¿Qué bases pidieron que estuviera allí?»

    El locutor de la COPE Federico Jiménez Losantos no ha dejado títere con cabeza en el entorno de Mariano Rajoy y se ha dedicado a atacar desde su programa a algunos de sus fieles como el barón gallego Núñez Feijóo o el diputado José María Lassalle, ambos por pedir un acercamiento a las nacionalistas, y también ha tenido puyas para La Razón o Soraya Sáenz de Santamaría. El de la COPE se ha ensañado con el matrimonio Aznar después de que la edil del Ayuntamiento de Madrid Ana Botella se mostrara contraria a las primarias en el PP. “¿Qué bases pidieron qué por favor, por favor, porfa, anda, que Botella estuviera ahí, detrás de Gallardón?”, indicó el locutor para acabar acusando a su marido de colocarla, «a modo de rehén».
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    Me pregunto si Don Cicuta aceptara que ponga un refran de los que tanto no-legustan como moraleja…

    «Quien a yerro mata a yerro muere»…jeje.*

    * (Cambien yerro por cualquiera de sus sinonimos.)

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