¿Política de cheques?

Ignacio Urquizu

Ante la posible desaceleración económica, Rodríguez Zapatero ya ha presentado una de sus propuestas fiscales: devolver 400 euros a los contribuyentes. El objetivo principal es aliviar la economía de las rentas bajas, que son a quienes más les afecta la subida de las hipotecas y las tensiones inflacionistas. Son propósitos loables y atinados económicamente, aunque ofrecen ciertas dudas políticas.

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Leyendo sobre ZP

Ignacio Urquizu

En muchas ocasiones, las biografías de políticos son una excelente fuerte de información. De hecho, políticos en activo suelen invertir su tiempo en leer lo que hicieron otros en el pasado. La vida de Cicerón, Augusto, Azaña o Wiston Churchill forma parte de la mesilla de noche de muchos de nuestros representantes. Pero no es necesario retroceder en el tiempo para poder leer la biografía de un político. En la actualidad, sobre todo cuando se acercan las campañas electorales, proliferan los ensayos sobre la vida y obra de nuestros líderes. Así, todos nuestros presidentes del Gobierno tienen sus libros –aunque algunos le han puesto más ganas que otros; por ejemplo José María Aznar ha decidido escribir él mismo sobre su etapa de gobierno-. Pero quizás el caso más extremo es el de José Luis Rodríguez Zapatero. Aunque él no ha escrito sobre sí mismo, varios periodistas lo han hecho por él. Lo más llamativo es que pese a su corta experiencia como líder del PSOE, ya existen 5 biografías y un libro de viajes.

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¡Somos los mejores!

Ignacio Urquizu

El pasado fin de semana, Mariano Rajoy anunció su proyecto de reforma fiscal si se convierte en el próximo presidente del Gobierno. La prensa afín ha recibido la noticia con todo tipo de parabienes. Valentí Puig decía el pasado martes en ABC: “suele decirse que Zapatero servía más para jefe de la oposición que para gobernar, mientras que Rajoy estaba más hecho para gobernar que para liderar la oposición”; para acabar concluyendo: “Mariano Rajoy tiene trayectoria para probar que se toma la fiscalidad bastante más en serio que los socialistas” (ABC, 20-11-2007).

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¿Dónde se centrará la competición?

Ignacio Urquizu 

Los resultados electorales de 2004 arrojaron una representación parlamentaria muy ajustada. Apenas 16 escaños separaron a ambos partidos. Es una distancia corta si tenemos en cuenta que el PSOE aventajó al PP en 1.263.019 votos. Además, si miramos al pasado, este resultado es mucho más sorprendente. En 1996, el Partido Popular, con 290.328 votos de ventaja, logró 15 diputados más. ¿Cómo es posible? La respuesta está en el sistema electoral. Pero, a diferencia de lo que se publica en los medios de comunicación, la fórmula electoral –ley D’Hondt- no es la responsable. El reducido tamaño de numerosas circunscripciones y una eficiente distribución del voto permite que con menos apoyos electorales se puedan lograr más escaños –para aquellos que se sorprendan ante esta afirmación, sólo tienen que ir a los últimos resultados electorales del Senado: el PSOE + Entesa lograron 11.064.257 votos y 93 senadores electos y el PP sumó 9.264.027 votos y 102 escaños-. En definitiva, la “batalla silenciosa” se centrará en circunscripciones donde la diferencia entre PP y PSOE es escasa. La pregunta que surge a continuación es: ¿cuáles son estas provincias? 

Si vamos a los datos, vemos que en 2004 las circunscripciones donde el resultado fue ajustado son: Álava, Baleares, Barcelona, Cádiz, Ciudad Real, León, Lérida, Madrid, Málaga, Pontevedra y Teruel. En todas ellas el PSOE obtuvo el último escaño por un escaso reducido número de votos. En la tabla que viene a continuación reproduzco en la segunda columna el número de votos que habría necesitado el PP para arrebatar al PSOE este diputado. Los casos más extremos son Lérida y Teruel, donde el Partido Popular con 370 y 233 votos más respectivamente habría logrado cambiar el reparto. Si sumamos estas cifras, vemos que el PP con 343.827 votos más, bien distribuidos en estas diez provincias, habría ganado al PSOE por 4 escaños. En definitiva, los dos partidos van a estar muy atentos a todo lo que se produzca en estas diez circunscripciones.

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25 años después….

Ignacio Urquizu
 
En apenas una semana se van a cumplir 25 años de la primera victoria electoral del Partido Socialista de Felipe González. Habían pasado 46 años desde que la izquierda había ostentado por última vez el poder. Atrás quedaban 40 años de dictadura. En aquellos momentos, el aplastante triunfo del PSOE generó sentimientos encontrados. Para algunos fue la consolidación de la transición. La elite que había dirigido el país durante los últimos 43 años cedía el poder de forma pacífica. Para otros era el comienzo de una aventura arriesgada. Una generación muy joven, liderada por un líder carismático, debía llevar a España al siglo XX.
 
Lo cierto es que la tarea que tenían los socialistas por delante era enorme. El franquismo había sido una catástrofe como gestor económico. Sólo las reformas de los tecnócratas en los 60 permitieron dinamizar la economía. Además, el primer gobierno democrático de la UCD tenía demasiados frentes abiertos. Adolfo Suarez concentró todas sus energías en consolidar la democracia. Por ello, la economía sólo era relevante como factor de estabilidad. Así que la tarea de modernizar la economía pasó a formar parte de las prioridades socialistas. El PSOE de entonces tenía claros los fines –crear un Estado del Bienestar y dinamizar la economía-, pero tenía dudas sobre los medios para lograrlos. La influencia francesa era enorme en aquellos años. Por ello, todos miraban con expectación las nacionalizaciones de François Miterrand. No obstante, el fracaso espectacular de los socialistas franceses llevó al PSOE a desdecirse de su programa electoral y poner el contador a cero. Lo que sucedió después fue un proceso constante de liberalización de mercados, privatización de empresas y reconversión de sectores improductivos. Al mismo tiempo se universalizaba la sanidad, la educación y las pensiones. En definitiva, los ejecutivos de Felipe González implementaron una política socialdemócrata moderna. Años después Anthony Giddens comenzó a hablar de Tercera Vía. No era otra cosa que lo que hicieron los gobiernos socialistas en España entre 1982 y 1996.

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¿A quién perjudica UPyD?

Ignacio Urquizu 

El pasado fin de semana se presentó Unión Progreso y Democracia. Los promotores de la nueva formación son intelectuales que provienen de la izquierda, pero que han acabado desencantados con las políticas territorial y antiterrorista del Partido Socialista. Su reacción ha sido crear un partido nuevo con ideas antiguas: combinan un discurso progresista con una propuesta de organización del Estado más centralizada. Prueba de ello es que una de sus primeras ideas ha sido promover la devolución de la competencia de educación al Gobierno central. 

Entre las principales preocupaciones de analistas y políticos está saber a quién va a “perjudicar” esta nueva oferta electoral. Puesto que nunca se han presentado a las elecciones y no se conocen encuestas sobre el UPyD, sólo podemos estudiar casos similares para resolver esta intriga. Quizás, el fenómeno “Ciudadanos” es lo más aproximado a UPyD. También se trata de una oferta progresista con fuerte rechazo al nacionalismo periférico. ¿De dónde obtuvieron los votos? El siguiente gráfico nos muestra una simple correlación entre las ganancias y pérdidas electorales del PSC y PP y los apoyos que recibió Ciudadanos –para un análisis más detallado ver Claves de la Razón Práctica nº 169-. Vemos que en ambos casos, conforme disminuyeron los votos a los dos grandes partidos, aumentaron los apoyos a Ciudadanos. No obstante, la pendiente es mucho más pronunciada en el caso del PSC que en el PP. Es decir, los socialistas perdieron más que los populares con la aventura de Ciudadanos.

 


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Mirando por el retrovisor

Ignacio Urquizu 

En los últimos meses, la vida interna de los partidos ha centrado la atención de los medios de comunicación. Tras los comicios de mayo, el Partido Socialista llegó a la conclusión de que su organización en Madrid era un lastre para ganar elecciones. Pocas semanas después, las luchas por estar bien situado en la sucesión del PP saltaron a las portadas de todos los periódicos. Unas «incendiarias»? declaraciones de Alberto Ruiz-Gallardón fueron el detonante. Recientemente, la bicefalia del Partido Nacionalista Vasco ha concluido con la dimisión de Josu Jon Imaz. En resumen, los políticos no sólo andan con la vista puesta en las futuras elecciones, sino que de vez en cuando miran por el retrovisor, no sea que sus compañeros de partido decidan montar una conspiración. La pregunta que surge a continuación es: ¿existe algún modelo organizativo libre de problemas? Aunque parezca sorprendente, la ciencia política no tiene respuestas concluyentes, pese a que en los últimos 60 años se han escrito más de 11.500 trabajos que estudian los partidos políticos. Al margen de debates académicos, encontrar soluciones mágicas es bastante difícil: todo modelo organizativo tiene sus costes y beneficios.

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La igualdad como objetivo

Ignacio Urquizu

Si tuviéramos que elegir un principio que distingue claramente a la izquierda de la derecha, nos quedaríamos con la igualdad. Los partidos progresistas siempre han perseguido la reducción de las desigualdades sociales, mientras que los conservadores, o no se preocupaban, o lo planteaban como un acto de caridad. Pero, ¿son todas las desigualdades injustas? Y, ¿en qué tipo de desigualdades estamos pensando? Para responder a estas preguntas tenemos que pensar primero en qué instrumentos tenemos para combatir la desigualdad. Las políticas que tratan de reducir las diferencias sociales pueden perseguir dos fines distintos: la igualdad de oportunidades y la igualdad de resultados. La primera de ellas pretende que todos los individuos tengan posibilidades similares en la vida. En cambio, la igualdad de resultados persigue que todas las personas obtengan objetivos parecidos. Quizás un ejemplo puede aclarar las diferencias. La educación tiene distintivos niveles: primaria, secundaria y superior. En los estadios más inferiores –hasta los 16 años-, las políticas progresistas siempre han buscado una igualdad de resultados. Es decir, que todo el mundo alcance un mínimo de conocimientos que permita defenderse en la vida. En cambio, el acceso a la educación superior siempre se ha planteado desde la igualdad de oportunidades: no todo el mundo tiene que acceder pero, si alguien quiere, sus características socioeconómicas no deberían de ser un impedimento.

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El debate que se avecina

Ignacio Urquizu

En poco más de una semana se va a celebrar el Debate del Estado de la Nación.  Como en ocasiones anteriores, este debate es el punto y final del actual curso político. Pero además, también va a representar el fin de la legislatura. Aunque todavía queda un periodo de sesiones, pocos dudan de que durante los próximos meses gobierno y oposición van a tener en el punto de mira las siguientes elecciones generales. Por ello, este debate es más relevante que los tres anteriores. ¿Qué estrategias seguirán José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy? El Presidente del Gobierno tiene una nueva magnífica ocasión para hacer balance de una legislatura exitosa en lo económico y lo social. Cabría esperar que el líder socialista repasara los principales logros de su gobierno: crecimiento económico, creación de empelo, política social, nuevos derechos civiles…. Ya lo ha intentado en anteriores ocasiones –por ejemplo, en el programa “Tengo una pregunta para usted�-, aunque el éxito fue modesto. ¿Por qué? Su discurso se limitó a ser una cascada de cifras macroeconómicas, dando una sensación de lejanía. Por ello, de cara al nuevo debate, debería de ser capaz de presentar estas cifras como algo cercano al ciudadano. O, dicho en otras palabras, ligar lo micro con la macro.
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“Victorias? envenenadas

Ignacio Urquizu

Al margen de saber quién ha ganado las elecciones -¿votos o escaños?-, un resultado está claro: el Partido Socialista ha ganado más poder institucional. Este aumento de representación territorial puede producir algunos cambios sustanciales en tres Comunidades Autónomas: Baleares, Canarias y Navarra. Aunque, para poder gobernar, el PSOE tiene que llegar a acuerdos con partidos regionalistas y nacionalistas. Es decir, es necesario construir gobiernos de coalición. Y, como muchas decisiones políticas, éstos tienen costes y beneficios. Los gobiernos de coalición no son una anomalía en las democracias modernas. Si tomamos como referencia las 22 principales democracias parlamentarias de la OCDE, vemos que en los últimos 60 años el 67,45% de los gobiernos han estado formados por más de un partido. Por lo tanto, lo extraño en una democracia parlamentaria es todo lo contrario: gobiernos unipartidistas. No obstante, que sea lo más normal no significa que sea lo más conveniente. Hay razones para sospechar que los costes pueden ser mayores que los beneficios. Sigue leyendo