Arthur Mulligan
Se acabó. El cirujano abandona el quirófano y comienza a quitarse los guantes esterilizados no sin antes dar instrucciones para que comience la sutura de los diferentes tajos de bisturí que han sido necesarios en una de las operaciones que erradicará ese mal que durante tanto tiempo postraba sin alivio a la nación española, esa anciana desahuciada que se resiste a morir por consunción.
Resulta que tiene una existencia real, una osamenta vertebral coriácea decantada en su historia imperfecta -como lo son todas- pero nunca claudicante y que persevera en su ser sin renegar de su origen. Una resolución beligerante del TSJ despelleja los propósitos taimados de un figurín de feria dejándole desnudo y al borde del delito de prevaricación a él y a su gobierno. Sigue leyendo