Achoramiento y destino: nota al margen

Frans van den Broek

La sociología peruana desarrolló, según creo ya haber dicho en este blog, el concepto de la cholificación para dar cuenta del fenómeno de la migración masiva a las ciudades y el proceso de adaptación del indio a las duras condiciones de vida de las mismas. Quizá no haya novela peruana que haya descrito este proceso en términos más desgarradores que la obra de José María Arguedas “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, sobre todo porque la propia figura del narrador aparece retratada a través de unos diarios que evidencian el trauma psíquico ocasionado por este proceso, que le llevan finalmente al suicidio. Como se sabe, Arguedas provenía de la sierra, pero de padres de clase acomodada, y era de piel blanca. Se crió, no obstante, entre indios, cuya lengua aprendió y en cuya cultura enraizaron sus sentimientos, pues la madrastra lo había confinado a vivir con los sirvientes. Más tarde, a fin de educarse, emigró a la ciudad, y fue tratado como serrano –esto es, de manera humillante-, a pesar de su piel, ya que el acento y las emociones lo traicionaban, por lo que él pudo experimentar directamente los efectos dislocadores de esta confrontación cultural y racial.

 

¿Qué significa, pues, este proceso de cholificación? Los sociólogos han tenido que idear una serie de recursos teóricos con el fin de insertar este proceso en un marco explicativo, y huelga decir que la mayoría lo hizo desde una perspectiva marxista, lo que no dejó de traer problemas a su vez, debido sobre todo a los innegables componentes étnico y racista de la situación, esto es, super-estructurales, que no casaban del todo bien con una explicación más bien economicista o infraestructural. Como fuera, este punto me importa aquí menos que los rasgos generales de la cholificación. El inmigrante de la sierra provenía casi siempre de una cultura rural donde las formas de trato estaban sujetas a una codificación estricta dentro de la estructura jerárquica en la que se insertaban. Con relación al habitante urbano, y más aún con relación al patrón, el indio mostraba una actitud sumisa y deferente, que le serviría de poco en su nuevo contexto citadino, como no fuera más que para ser explotado y humillado sin misericordia. De modo que el indio tuvo que asimilar formas de trato y comportamiento que le permitieran una adaptación más o menos exitosa al ambiente en que debía transcurrir su nueva vida, un ambiente casi siempre pauperizado e inestable, donde rigen las leyes de la viveza criolla y la falta de escrúpulos, aunque también las habilidades normales que cualquier habitante foráneo tiene que aprender para sobrevivir. El producto de este proceso viene a ser el cholo, aunque es necesario señalar que la palabra tiene muchas connotaciones, no todas de ellas negativas o racistas. Lo que importa es que el indio se ha transformado en el nuevo habitante de Perú, un país en el que, como en el resto del mundo, se ha verificado una urbanización masiva. Este nuevo habitante ya no es el sumiso, tierno y hasta lloroso indio de las primeras novelas del propio Arguedas y muchas del indigenismo, sino alguien en quien nuevas normas morales y formas de vida se han encarnado. Como estrategia de supervivencia, la cholificación ha sido y sigue siendo relativamente exitosa, si bien produjo anomalías éticas que todavía son una tara para el desarrollo del país. El cholo ya no es un siervo, sino, en su aspecto más controversial y negativo, un pendejo, menos extremo quizá que su contraparte criolla, pero pendejo al fin, esto es, un pícaro para quien el éxito justifica ciertas dosis de inmoralidad e ilegalidad. Repito, la mayoría logró adaptarse sin recurrir a medios negativos, pero un componente de esta adaptación adquirió estas características negativas como medio de adaptación necesario. Después de todo, no emigraban a Suiza o a Holanda, sino a una Lima o una Arequipa de rancia estirpe corrupta, y cada vez más insertas en el remolino de la industrialización.

 

Pero según la sociología un nuevo fenómeno ha hecho su aparición, evolución ulterior de la cholificación, pero extendido a toda la sociedad, sin distingos de raza, procedencia o clase: el del achoramiento. Como estrategia de avance social, el achoramiento es, sin duda, incluso más exitoso que la cholificación, ya que se ha entronizado hasta en los estratos del poder más elevados. El achoramiento, además, es más variopinto y expresivo que su predecesor. Pero, ¿qué es un achorado? Terminológicamente, la palabra proviene, en verdad, de cholo, de la cual se deriva a su vez “choro”, que significa ladrón en argot popular, y de donde se origina “achorado”, esto es, quien comparte características pertenecientes a los choros. El choro no es un ladrón de guante blanco, claro está, sino alguien de los bajos fondos para quien cualquier estorbo moral o decencia han desaparecido, hecho que demuestra en su actitud y su comportamiento. Cualquier peruano de la urbe entenderá la palabra de inmediato, por supuesto, pero como suele suceder con términos originados en el lenguaje popular, su traslación al nivel conceptual no siempre es fácil. La sociología la entiende sobre todo como nueva estrategia de ascenso social en el complicado mundo post-industrial, donde los viejos horizontes vitales se han perdido.

 

Mientras que el término “cholo” suele adherirse a la identidad de la persona que la merece, el achorado puede ser cualquiera en cualquier momento, y denota, por tanto, más una forma de ser que una cualidad personal que define al individuo, aunque también se puede dar el caso. En general, el achoramiento supone la capacidad de manifestar un comportamiento transgresor de las normas morales o legales, a menudo brutal y desencarnado, si las circunstancias lo demandan y si contribuye a nuestro avance social, en sentido sociológico. Pero el sentido común lo desliga hasta cierto punto de las ventajas que obtenga en la ascensión social, si bien dicho comportamiento puede comportar ventajas sociales de otro tipo, como prestigio o afianzamiento de jerarquías y poder. Aunque a nadie le agrada ser tratado de modo brutal por un achorado, existe en la sociedad peruana –y me atrevo a decir que hasta latinoamericana- una cierta medida de admiración por quienes saben usar del achoramiento con éxito, clave, tal vez, de su perpetuación.

 

Pero el achorado no es sólo brutal o indecente, sino que hasta puede tener su gracia y su ingenio, tal como le pasa al pícaro, con el que comparte, sin duda, características comunes. Para quien no se haya beneficiado –o sea víctima, más bien- de un conocimiento más íntimo de la sociedad peruana actual, es necesario recurrir a ejemplos que le orienten en su reconocimiento del achorado. En los últimos tiempos se han publicado novelas y relatos que describen este fenómeno, y menciono como ejemplo algunas de las novelas de Jaime Bayly, donde es la clase acomodada la protagonista. Algunos de sus personajes demuestran un comportamiento achorado quintaesencial, como el padre del protagonista de la novela ‘No se lo digas a nadie’, quien no tiene reparos en atropellar a un indígena, matarlo y dejarlo tirado, sólo porque le da la gana y solivianta su irritación con el mundo y reafirma su posición privilegiada e impune. No sería exagerado considerar a Fujimori y sus secuaces como achorados primarios de la sociedad peruana, astutos ladronzuelos a quienes les importa un comino la decencia y la honestidad, ya que son antes obstáculos que condiciones mínimas para su desarrollo dentro de la sociedad que les ha tocado vivir. Quien haya asistido a tan sólo unos minutos de debate de aquel parlamento cautivo que el autogolpista creó para su media justificación legal, habrá tenido una lección magistral en las manifestaciones más extremas del achoramiento patrio.

 

Pero este fenómeno es transnacional, sin duda, en la medida en que las condiciones de vida en muchos países remedan las que dieron origen a lo que en Perú se denomina achoramiento. Un ejemplo claro de lo anterior podría ser el patético comportamiento del boliviarano Hugo Chávez, quien en sus maratónicas presentaciones televisivas se dedica a insultar a cuanto enemigo real o imaginado aparezca en su ubérrima mente, de formas que le merecerían un premio en el Olimpo de los achorados universales. Estirando el concepto hasta límites que quizá lo hacen inservible, pero que no desmerecen su esencia, puede afirmarse que la Rusia de hoy en día es el paraíso del achoramiento más exitoso que jamás se haya visto, donde mafiosos y desalmados campean por sus fueros, eliminando sin remilgos a cuantos se les pongan en el camino con cuanta Kalashnikov o viaducto gasífero estén a su alcance.

 

En mis momentos más pesimistas incluso llego a pensar que el mundo se está achorando sin remedio, sobre todo cuando veo el tipo de comportamientos sociales que propalan los medios y que repiten las masas adorantes. No es sólo el mundo del cine, por ejemplo, el que nos regala ejemplos modélicos de achorados convertidos en héroes, sino que los diarios no paran de revelar historias de políticos o gente de la farándula a los que habría que conceder de inmediato la nacionalidad peruana antes que los reclame otra nación menos enjundiosa en materias de achoramiento. Los casos de corrupción en España no desmerecen el membrete, por supuesto, ni siquiera el de algunos países donde se suponía un quehacer político más decente, como en Gran Bretaña, hoy escandalizada por revelaciones de pendejadas genuinas en las declaraciones de costes al parlamento o en las magias inescrupulosas de los ‘spin-doctors’, auténticos maestros de la brutalidad insidiosa y mal amanerada.

 

Sé que exagero, claro está, pero a esto me ha llevado la lectura del estupendo trabajo de Oswaldo Medina, titulado precisamente ‘El achoramiento: una interpretación sociológica’ y publicado en 2001 por la editorial de la Universidad del Pacífico de Lima. Este tipo de trabajos debieran, sin embargo, prohibirse a mentes medio afiebradas como la mía, porque fue leerlo y ponerme a temblar, viendo achorados por doquier y, peor aún, viendo mis propios achoramientos pasados y presentes como el producto también de una educación contradictoria y quebradiza, la que hace a todo peruano devoto de una moralina fantasmal, de raigambre religiosa o laica, a la que se presta servicio antes nominal que objetivo, a la vez que admirador y practicante, consciente o inconsciente, de la pendejada más burda y la inmoralidad más flagrante. Mientras el achoramiento no desaparezca o se reduzca al mínimo tolerable por una sociedad democrática, nuestro país, y cualquiera que sea cultivador del achoradomiento, no saldrá de su atasco y, por el contrario, caerá una y otra vez en la miseria moral y económica que signa nuestras historias. Y aunque la aporía del huevo y la gallina no faltará en la boca y mente de muchos pensadores y criticastros –si es la miseria económica la que produce la miseria moral o al revés- esta, ni ninguna otra estrategia intelectual pueden servir de excusa para no enfrentar un problema que obras como la de Medina iluminan con sobriedad y mesura. Pues mientras así no lo hagamos, seguirán ganando los pendejos, y reinando los achorados.

16 comentarios en “Achoramiento y destino: nota al margen

  1. Muchas preguntas plantea el texto de van den Broek, tan bien escrito como es costumbre del autor. ¿Por qué Perú, más allá de la paternidad del término, reclama privilegio alguno en materia de achoramiento? Me da a mi la impresión de que, si se tienen en cuenta las diferencias de desarrollo económico entre España y Perú, con todo lo que eso supone en cuanto a oportunidades de educación, formación, etc., España podría reclamar un puesto muy destacado, quizá por encima del mismo Perú, en la escala de achoramiento. Segundo: ¿cuál es la diferencia específica entre el «cojudo» y el «pendejo», y qué relación guardan ambos con los «achorados»? Tercero: ¿Cabe considerar que el Bigotes es el paradigma mundial de achorado? Cuarto: ¿Es el propio Oswaldo Medina un achorado? Quinto: ¿Hay terapia contra el achoramiento? Y sexta: ¿Acaso no es la afición al fútbol una fuente ubérrima, como diría mi admirado van den Broek, de achoramiento masivo?

    Ayer hice un esfuerzo extraordinario por ver el partido de la «Champions». Aunque me quedé dormido a ratos, vi al final a un ZP muy agitado. Después le he escuchado unas declaraciones bastante necias sobre la calidad humana y deportiva de no sé qué jugador. El futbol es un inmenso fastidio para muchos, entre los que me cuento, por su presencia agobiante en nuestra vidas y por la mala educación de quienes son aficionados, que es proverbial. No hay derecho a que el Presidente del Gobierno de España se sume a esta paletada. Me resultó extraño ver, entre las autoridades españolas, al Rey del reino, al Presidente del Gobierno, al Molt Honorable President Montilla, al Secretario de Estado de Deporte, etc., etc., mientras que la Gran Bretaña sólo envió al príncipe degenerado que se disfraza de nazi en las fiestas. ¿No estarán sobreactuando nuestras dignísimas autoridades con esta soplapollez del fútbol? Como madrileño, lo que más me gusta de que haya ganado el Barça es que las celebraciones vayan a tener lugar a 630 kilómetros de mi ciudad.

  2. Buenos dias Sr Puente,caballeros callejeros y cabelleras al viento.

    Me gusta la palabra «achorado»,me clarifica el sentido que le dan los dirigentes y simpatizantes del partido popular a la palabra «aforado».
    Ejemplos tenemos ,la biblia en verso.
    Pero mi mente me pregunta: ¿es Camps un aforado mas,porque «achorado» mucho ,con lagrimas de cocodrilo,por culpa de El Bigotes?.
    Tambien me pregunto como Don Cicuta si ¿Hay terapia contra el achoramiento? pero al contrario de él ,voy mas alla y me pregunto si ¿Acaso no es la actual prensa escrita,radiada y televisiva, una fuente ubérrima, como diría mi admirado Sr Puente, de achoramiento masivo?.

    Dios sabe que no entiendo lo que es el destino,y si no se lo creen que venga Dios y se lo diga.

    Sobre los intereses deportivos y musicales de Don Cicuta,no pienso discutirlos,es muy libre de usar el Playboy a escondidas,yo tambien lo hacia …pero llego internet….y ya saben,una cosa lleva a otra…jeje.
    Ayer me diverti tanto como un conejo en primavera ,con el futbol del Barça y ver a Zapatero tan exaltado me llena de orgullo y satisfaccion,despues de ver la cainita levedad del ser de Mariano Rajoy y sus subalternos,creando alarma social con todo lo que hace o deja de hacer el gobierno de mi adorado Ziluminatius.

    Lo que mas les jode a los madrileños es que sean los catalanes los que levanten la moral de los españoles.

    Y una cosa mas ,para mi regocijo paleto de provincias ,ayer ,la fuente de Cibeles fue tomada por los culés,al grito de ¡¡Barça ,Barça,Barça!!espero que los madridistas se sienta ultrajados….JAJAJA….que nervios.

  3. El comentario de hoy de Don Cicuta 1 ,me ratifica en mi convencimiento de que es Maria Dolores del Copedal ,como bien demuestran las pruebas aportadas en mis comentarios Amistad Civica 42 y 43 del 26 Mayo, 2009 a las 19:14 .

    Con todo mi cariño y respeto,nada es verdad ,ni mentira,todo es posible en Debate Callejero..jee.

  4. “Cuando se banaliza el sexo y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal”. (Ricardo Benjumea, jefe de redacción de Alfa y Omega).

    ¿Es este tipo un achorado, además de otras lindas cositas que no describiré por que me pasaría?.

  5. Segun el criterio politico del partido popular,se evidente que Zapatero ,en connivencia con los jueces,esta creando un clima de persecucion politica de todo aquello que sea considerado por el alma popular como simbolo de la España ,grande y libre que tanto desean,socabando los logros de la transicion politica .
    Ayer entraron en las dependemcias del Real Madrid,la policia judicial,al grito de algo asi como :¡¡Achorados,no gracias!!.

  6. Lezo 3
    A mi me vienen otras palabras a la mente cuando leo que «El cardenal prefecto de la Congregación por el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Antonio Cañizares, ha asegurado este miércoles que el aborto “no es comparable lo que haya podido pasar en unos cuantos colegios”, en relación a los miles de niños que entre los años 50 y los 80 sufrieron abandono, abusos físicos, sexuales y emocionales en múltiples instituciones de la Iglesia católica en Irlanda.»

    Tres palabras muy claras,pero que por respeto a las putas no las pondre negro sobre blanco.

  7. Muy inspirador e inspirado el artículo de hoy, como ocurre casi siempre con su autor.
    Lo mío es el pesimismo antropológico, así que este tipo de reflexiones me sumen en la melancolía. Quizá porque me hago mayor y avinagrado, tiendo a ver a mi alrededor que el triunfo (a veces, la mera supervivencia) lo excusa aparentemente todo: lo importante es estar arriba (o simplemente estar), como sea, aunque se haya llegado caminando sobre las espaldas de los muertos (en particular, si los ha matado uno mismo). El mundo está lleno de choros, sí. Por el momento, me contento con encontrar mi particular constelación de oasis redentores y moverme en ese mapa, emocional aún más que físico, de refugios apacibles.
    Un saludo.

  8. Bravo!!! Frans van der Broek. Vaya pieza que has escrito. Me pongo en pie y te aplaudo con fervor y dicha. Sublime.
    Para empezar, a mi me ha servido para rellenar mis lagunas en el conocimiento impresionista de los indios, ganado en aquel viaje que narré en este blog, por México en el 76. Qué bien describes lo que eran y su terrible adaptación al mundo urbano. En 1976, recuerdo que 3000 inmigrantes del campo llegaban diariamente al D.F. y allí se quedaban, en aquellas «ciudades perdidas». Esa cifra debió aumentar geometricamente en estos años.
    Muy interesante también el achoramiento como fenómeno sociológico y otras referencias literarias que haces, a tener en cuenta. Comparto contigo que los casos de corrupción en España hoy y este lío de jueces politizados y acusadores nos hacen dignos de un país verdaderamente achorado.

    Sin embargo, creo que habría que resaltar que en Inglaterra, como debe ser, los que se descubrieron con prácticas de achorados se han ido. Ésa es en mi opinión una importantísima diferencia. En cualquier parte puede saltar la liebre, pero en muy pocos sitios se la localiza de inmediato y se la condena publicamente, que parece ser lo que se ha hecho en Inglaterra. El no establecer esa diferencia es lo que esperan los corruptos que se haga y así sentirse ellos «protegidos», por aquello de en todas partes cuecen habas.

  9. Hola Frans,

    De achorados está lleno el mundo… y así nos va. Dices que el mundo se está achorando sin remedio, bueno, no estoy de acuerdo, desde que el ser humano existe hay achorados y chorras varios (y varias). Para evitar esto la Educacion para la Ciudadanía ayudaría, pero los achorados y chorras varios no la quieren, que viven muy bien y necesitan repuestos, no quieren ser especie en extinción. Pero efectivamente, una cosa es que los haya en todas partes y otra muy distinta que sigan donde están después de ser descubiertos.
    Un saludo!

  10. Yo ayer al que vi fue al principe Guillermo, no al otro que se viste de Nazi, ¿estaban los 2 o yo ya veía mal…? jeje

    Oye Fernando, lo de Magdalena no sé no sé, voy a preguntar la opinión a Jon porque no sé qué me has llamado… Jon ¿me pega lo de Magdalena? (ten cuidao con la respuesta…jeje)

  11. Querida amiga Sarah, tu nombre es muy bíblico ya de por sí. Yo te sugiero, para que no haya malos rollos, el papel de «mujer Verónica», esto es, la mujer que limpió con un lienzo el rostro de Jesús cuando andaba con la Cruz a cuestas camino del Gólgota, en el que quedó impreso su rostro según dicen las Escrituras. Ese personaje se venera en la Semana Santa de mi pueblo natal, Loja, con la advocación de «Santa Marcela». Si te haces con el papel, lo que es seguro es que cuando vengas al pueblo de mi ancestros serás más que bien recibida, por la devoción que las gentes tienen (tenemos) a esta entrañable figura.

    Un abrazo, guapa.

  12. «Son pocos, pero son», dijo el poeta Vallejo en su famoso poema «Los Heraldos Negros». De igual modo, agradezco los pocos, pero llenos de ser, comentarios de los amigos callejeros. En cuanto a responder a las preguntas planteadas, haré lo que pueda: el escritor humorístico peruano Sofocleto afirmó alguna vez que el Perú estaba dividido en pendejos y cojudos. Estos términos son, sino antitéticos, por lo menos de signo contrario. La misma persona puede ser un cojudo una vez veces, y un pendejo en otras. El pendejo es el que se aprovecha del semejante y de la sociedad, en general, de modo transgresor, y no pocas veces con humor. El cojudo es, simplemente, el que hace de imbécil, o del que se aprovecha el pendejo. Huelga decir que el peruano admira de modo abierto o secreto al pendejo, y conmisera al cojudo o celebra su cojudez. La diferencia con el achorado es en general de comportamiento. Uno puede ser un pendejo sin la menor muestra de prepotencia, rudeza o arrogancia y sin necesariamente infringir las normas legales o morales. El achorado, como decimos en Perú, se caga en la noticia y hace lo que le conviene, sin miramientos. Si bien hay achorados tranquilos, prima la brutalidad. Como siempre, valen más los ejemplos que las palabras: así es, estoy seguro que El Bigotes debe de ser un achorado de primera línea. El marido peruano que se acuesta con todas las vecinas es un pendejo, pero no necesariamente un achorado. Algunos ex-abruptos de Alfonso Guerra no pueden sino llamarse achorados, como achorado fue, sin duda, el militarote que gritó Viva la Muerte en presencia de Unamuno. Así es, el Perú habrá patentado la palabra, pero de ninguna manera el fenómeno, y, como dije, el achoramiento es cuasi-universal, aunque lo asocio más a pueblos latinos, por razones sentimentales. Y me temo que el achorado es a menudo incurable. Lo que sí se puede es inducir el achoramiento: Don Cicuta ha señalado preclaramente la capacidad achorante de los deportes de masas, que llevan a sus partidarios en ciertas ocasiones al achoramiento más descarnado. Pero no hace falta recurrir a las masas, los campos de fútbol están llenos de jugadores que si no son más achorados es sólo porque hay cámaras de TV por todas partes, y aún así. Por último, no, no creo que el pobre Medina sea un achorado, aunque me achora el que no haya publicado su libro en alguna editorial más llamativa para que la ciencia del achoramiento se extienda como es debido. Bueno, mis achorados amigos, de nuevo las gracias y los dejo con sus achorados ibéricos. Saludos a todos y que los protejan los dioses.

  13. A mí no me ha hecho falta leer el libro de Oswaldo Medina; me ha bastado el artículo de Frans para echarme a temblar y ver achorados por todas partes. Olé compadre, preciosa descripción, que me recuerda mi visita a la sierra peruana, llena de buena gente no achorada por la ciudad.

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