LBNL
Puigdemont, Jonqueras, la CUP, la ANC y Omnium han provocado finalmente la interrupción del periodo de mayor y más fructífero auto gobierno catalán de la Historia. No sé si era un objetivo intermedio dentro de una estrategia a más largo plazo o de si ya estarán lamentando su error de cálculo, especialmente lo de no esperar a que el Gobierno aplicara el artículo 155 para declarar la independencia a continuación, como “defensa” ante el “ataque” centralista, antes que haciéndolo inevitable. Lo que tengo clarísimo es que Rajoy hizo muy bien retrasando la intervención todo lo posible y que fue un gran acierto convocar elecciones de inmediato por más que la jugada no esté exenta de riesgos. Porque tenemos un doble problema a gestionar. El primero es la insumisión anti democrática e ilegal de los gobernantes catalanes, que requiere una reacción firme. Pero la resolución del problema político subyacente, que no es otro que la voluntad militante de una gran parte de la ciudadanía catalana de tener más auto gobierno o de encontrar un encaje más amplio dentro del Estado autonómico, va a requerir de soluciones políticas. Afortunadamente el Gobierno ha hecho oídos sordos a los sectores más viscerales que le han venido exigiendo una actuación ejemplarizante. Esperemos que también prime la prudencia en el poder judicial a partir de hoy mismo. Por ejemplo, la interposición de querellas contra los principales responsables de este gran fracaso colectivo está perfectamente justificada, pero conviene ajustar muy bien la acusación y, sobre todo, evitar medidas graves no indispensables y completamente contraproducentes, como por ejemplo la detención cautelar de cargos electos, por más que hayan sido cesados. Es vital mantener la mayor cohesión posible en el campo constitucionalista y en el ámbito internacional. No se trata de ser buenista sino de evitar tirar piedras contra nuestro propio tejado.