LBNL
Porque eso, un golpe institucional zafio, es lo que vivimos la semana pasada en Cataluña, protagonizado por unos señores mejor vestidos y superficialmente menos subdesarrollados que el hijo pródigo chavista, pero a la fin y a la postre tan poco respetuosos con los principios básicos de la democracia como aquél. Puigdemont volvió a dejarlo claro en su mensaje “institucional» ante la Diada: no reconoce más autoridad que la del Parlament. De ahí que me refiera a él por su apellido, no precedido por el título democrático de President, que deriva del Estatut y de la Constitución española de 1978: no merece respeto institucional quien no respeta la legalidad, que es la base primigenia de la democracia. En lo referente a todo lo que rebase el marco legal para el que fue elegido, las decisiones de Puigdemont y sus adláteres valen lo mismo que si las adopto yo, o cualquiera. Y en la medida en la que violen la ley, acarrean sanción, administrativa o penal, según dictaminen los jueces competentes al efecto. Lo mismo vale para el Parlament. Es el órgano democrático catalán por excelencia para todo aquello en lo que es competente. Como no tiene competencia consitucional para convocar un referendum unilateral de independencia, su legitimidad es nula. Por mucho que se empeñe Puigdemont.