Arthur Mulligan
La película “ La sal de la tierra ”, una aproximaciòn a la obra de Sebastiao Salgado dirigida por Wim Wenders , conmueve a la vez que nos interroga sobre nuestro compromiso en los distintos desastres sobre los que en general tenemos una visión bastante acorde con lo que fue. La sucesión de documentos repasa las violencias tribales en África , el mundo del trabajo en los límites de la explotación, o las zonas de pobreza extrema. La sensibilidad de Salgado transforma su mirada y la orienta hacia la empatía; el objetivo de su cámara no aspira a la neutralidad del ojo del buitre y se torna en amistad natural para quienes sufren. Evita con habilidad que la excepcional calidad de su arte adorne una dura e incomoda verdad , aun cuando en el último tercio de la película , en el Congo, después de un viaje al interior de la selva , la catástrofe de las matanzas del genocidio del que es testigo, le abruma de tal manera que no puede por menos que maldecir a la humanidad y su responsabilidad con la extensión del mal en el mundo, aunque más tarde y animado por su esposa , en un intento de redención se embarca en su último proyecto , el bellísimo trabajo Génesis. No era mi intención compartir con todos ustedes mi afición por la fotografía y la admiración que profeso por este artista ( que también ) sino el debate en filigrana que anuncia desde su silencio el director Wenders. Frente a la respuesta más emocional que intelectual del artista, sentimos nostalgia del Estado , el gran ausente en la película , ese maravilloso constructor de moral, piedad y justicia que alcanza en algunos países occidentales su momento de verdad y de prestigio; tal vez, el venerable estado, sea el único capaz de tricotar esa lana ruda y violenta que constituye la incontrovertible deriva ecológica antes de que llegue a zonas de difícil gestión y que tanto vale para la governanza de importantes áreas en donde parece que el gusto salvaje no aplaca su sed en el medio de grandes masas primitivas convulsas. El paralelismo de la respuesta visual de estos artistas con el mejor Conrad ( El corazón de la tinieblas) y la capacidad de seducción que despliegan todos juntos, al igual que ha ocurrido en otros dominios de la actividad intelectual , sugiere que nunca es suficiente la fuerza de la mirada para con ese gran organizador de hombres , el estado moderno, capaz de crear una inteligencia asociativa en la que priman cosas como los antibióticos y la anestesia mas que el machete y el kalasnikov.
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