Prisiones que elegimos para vivir

Frans van den Broek

Hace muchos años se me ocurrió la idea de escribir un cuento, que jamás escribí, inspirado sin duda en alguna ficción de Borges y cuyo argumento era más o menos el siguiente. Al inicio de una humanidad ficticia – ¿y qué humanidad no lo es, de algún modo u otro?- los castigados a detención eran recluidos en una cueva profunda, por un tiempo largo que precedía su eventual ejecución. La cueva poseía entonces significado simbólico, como un nuevo útero purgatorio del que los condenados emergerían a una nueva vida, que era la de su muerte al sol y a la vista de sus congéneres. No faltó quien añadiera refinamiento al castigo, negando a los presos la información sobre el día exacto de su muerte, para su mejor purificación y en concordancia con el carácter errático del universo visible, lleno de peligros, catástrofes, alimañas. Esta situación duraría casi toda la historia de dicha humanidad, dejando una heredad profunda en la psique de sus habitantes.

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