Foro Ético

Jon Salaberría

En este tempestuoso mar de la política nacional, en el que cada día nos desayunamos con una “mala nueva”, no existen a corto plazo motivos para el optimismo. La implosión de lo público con la catarata de novedades en torno a la corrupción política, fundamentalmente a partir del “serial Bárcenas”, convertido de pleno derecho en “Caso Rajoy”, deja de relieve que la crisis que atravesamos y que antes tenía predominante carácter socioeconómico es ya una crisis sistémica que deja a nuestro modelo de convivencia política y a nuestro proceso democrático totalmente al borde del precipicio y con una incertidumbre difícilmente soportable. La reciente oleada del CIS, correspondiente a enero de 2013 (si bien previa al bombazo de “El Mundo” y a la publicación de los “papeles de Luis el Cabrón” en “El País”), confirma lo ya sabido con anterioridad. Vivimos en la cresta de una ola de deslegitimación de lo político en la que un 83,8% de los encuestados en el citado CIS de enero determinan que la situación política es regular, mala o muy mala; un 58,8% creen que evolucionará a igual o peor, mientras que problemas antes marginales en las preocupaciones de los ciudadanos y ciudadanas, como la corrupción, el fraude y la propia “clase política” (concebida como problema) crecen en importancia cualitativa hasta colocarse cerca de la máxima preocupación social, el paro.

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