El escalofriante elefante en la habitación

José D. Roselló

Los ingleses utilizan la expresión “el elefante en la habitación” para referirse a una verdad obvia que se ignora deliberadamente, y que, sin embargo, es imposible pasar por alto como lo sería la presencia de un hipotético paquidermo compartiendo nuestro salón.

Algo parecido sucede con el recorte de casi un 6,5% del PIB recientemente aprobado por el Gobierno. Una media de tal extensión, profundidad y simbolismo político provoca multitud de debates desde distintos ángulos; desde los que se plantean dudas sobre qué debe suceder con un gobierno que rompe en mil pedazos su discurso vigente hasta hace dos semanas, hasta los que hablan de cómo sería la manera óptima de introducir los cambios impositivos, o los que comentan qué grupos han sido afectados y a quienes se debería afectar. De un extremo a otro, pasando por todos los puntos intermedios, menudean las controversias interesantes y oportunas. Sin embargo, nos podemos atrever a decir que todas ellas son pequeñas comparadas con algo  que, cuando se sabe, señala realmente al colmilludo elefante en la habitación.

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Consenso, ¡claro que sí!, ¿pero cuál?

José S. Martínez 

Hay quienes sostienen que para salir de la crisis actual es necesario que los agentes políticos y sociales alcancen acuerdos, como sucedió en la Transición. Defiendo por completo aquellos pactos, y creo que su éxito se debió a que eran una buena definición de quiénes queríamos ser: personas capaces de dirimir sus desacuerdos políticos sin violencia física e integrarnos en la Europa del capitalismo con rostro humano. Para lograrlo, la izquierda renunció a la ruptura política y la derecha cedió espacios de poder y libertad. No fue una cesión en condiciones de igualdad, pues mientras unos habían pasado por calabazos y salas de tortura, otros habían vivido cuarenta años en una paz apacible (Mayor Oreja dixit) y se sentían apoyados por el Ejército. Dicho de otra manera, el consenso fue el resultado de la relación de fuerzas entre revolución e inmovilismo, y no una especie de Pentecostés laico, con la bajada del Espíritu de la reconciliación.

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El agua y el oro

Frans van den Broek

Hasta donde se extiende mi memoria, el pueblo de mi madre, Celendín, siempre ha sido un pueblo tranquilo, despacioso, asentado en un valle interandino que debió ser algún día un lago, y cerca del torrentoso Marañón, uno de los afluentes más importantes del Amazonas. Los mayores contaban que durante los años treinta y también durante algunas de las tantas dictaduras que han engalanado la historia de la miseria política latinoamericana, hubo inquietud, arrestos, tal vez hasta tortura o ejecución sumaria. El Apra fue perseguido muchas veces en su larga historia política, y las historias de algunos viejos apristas fueron lo que para muchos habrán sido los cuentos de las abuelas alrededor del fuego y cimentaron mi propio territorio de leyendas y mitos. Mi madre recuerda que de niña, muy de cuando en cuando, se alteraba la paz pueblerina con el grito de “ya vienen los acaballados, ya vienen los acaballaos”, señal para meterse en casa raudamente y trancar las puertas, temblando. Los de a caballo eran los abigeos, los ladrones de ganado, los ocasionales rebeldes, los asaltantes de caminos, que venían a robar o simplemente a emborracharse y atemorizar a la gente. Pero desde que visito el pueblo, y me cuentan que lo hice por primera vez cuando tenía 9 meses, no ha ocurrido nada relevante, no ha habido acaballados, ni siquiera los años de violencia terrorista y contra-violencia alteraron la paz cívica o legal, pues dicha zona permaneció en relativa seguridad, a pesar de ser una de las más pobres del país. El evento más importante cada año es la fiesta de la Virgen del Carmen, oportunidad menos para piedades religiosas que para una conocida corrida de toros y épicas borracheras de los pueblerinos y visitantes (viven más celendinos fuera del pueblo que en él). Un pueblo tranquilo y modernizándose poco a poco, no siempre para bien.

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Incumplimientos y errores

Lobisón

Los anuncios hechos por Rajoy en el Congreso el día 11 han supuesto un paso más en el abandono de sus promesas electorales y una confesión clara de que son las exigencias europeas las que marcan su agenda. Parece haber pasado mucho tiempo desde que hizo su patético intento de modificar unilateralmente los objetivos de déficit para este año, y una eternidad desde que criticaba las medidas de ajuste de Zapatero y prometía que él no haría nunca nada semejante. Sólo le falta reducir directamente el poder adquisitivo de las pensiones —aunque ya lo haya hecho indirectamente con las medidas de copago— para completar el incumplimiento sistemático de su programa electoral.

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Limitando poderes

Senyor_G

Me ponen nerviosos los opínologos oficiales y habituales con el rollo antipolítico imbécil. Deberían saber recoger la crítica del poder que realizan y tomar tila. La crítica razonable siempre es sana y si actúa como vigilante del poder más todavía. Y además, a fin de cuentas, el anti-políticos debería dolerles más a ellos que a mí, en lo personal me refiero. Ellos son verdaderos políticos. Nos representan en el ágora que les dan sus diarios, radios y televisiones. ¿Pero, no deberían aplicarse el cuento que nos explican?

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La subida del IVA, aquel disparate

Barañaín

Las hemerotecas son crueles. Por eso, tal vez, se jactaba el señor Rajoy de leer sólo prensa deportiva: para no encontrarse con aquellas proclamas suyas tan enfáticas con las que, desde la oposición, denunciaba la subida del IVA ejecutada por el gobierno de Zapatero: “Va a subir el IVA hasta de los chuches y a todo el mundo”.  Era la subida del IVA, recuérdese,  “un sablazo de mal gobernante” pues, como nos recordaba un profesoral Cristóbal Montoro,  la medida no sólo era “perjudicial” en época de crisis e “ineficaz”, porque no generaría más ingresos, sino sobre todo  “profundamente injusta”, al tratarse de “un impuesto que grava a las rentas más bajas” ya que “afecta principalmente a pensionistas y parados”.

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Tórrido verano

Melinda

La película Shame, dirigida por el director Steve Mcqueen (Londres 1969) no me pasó desapercibida cuando la estrenaron. Sabía que iba de sexo y que era dura porque eso es lo que me llegó del boca a boca de personas que la habían visto. No había leído ninguna crítica, pero incluso cuando lo hice –ayer, antes de ir a verla, – seguí sin pistas claras de la temática, aunque lo  que sí leí era que Shame era una buena película sin concesiones en la que se trataba la adicción al sexo del protagonista. Me decidí a verla, primando en mi decisión una crítica que leí en Le Monde sobre Ellas, la otra película que me tentaba ayer: decía la crítica de Le monde que Ellas trataba el tema planteado con eufemismos feministas y que resultaba  poco creíble, excepto desde una óptica de corrección política.

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Europa de vuelta a las andadas

Prometido

El Consejo Europeo de finales de la semana pasada, como ya analizó aquí Roselló, fue un paso en la buena dirección, pero insuficiente. Todas las concesiones que Monti extrajo, con ayuda de Hollande y Rajoy, de Merkel tienen un horizonte de medio y largo plazo. En cambio, ayer el Banco Central Europeo, el único actor que puede suplir la lentitud de actuación de la Unión Europea, dio la de arena.

El otro Mario, Draghi, rebajó el tipo de interés del Euro al 0.75% (por primera vez por debajo del 1%), argumentando que no hay ningún peligro de subida de inflación dadas las dificultades económicas generalizadas por toda la Eurozona y la evolución a la baja de los precios del petróleo, pero añadiendo que no estaba por la labor de acometer nuevas intervenciones extraordinarias, léase más manguerazos de liquidez bancaria y, desde luego, nuevas compras de deuda pública española e italiana en los mercados secundarios (el BCE tiene prohibido comprarla directamente a los Estados).

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