Invitación a Hopper

Barañain

 Se hace raro seguir la actualidad -y más aún, comentarla con alguna propiedad-, cuando uno está ya inmerso en la pereza y ociosidad estivales, adormecido en la paz de la piscina o a la orilla del mar, bajo un sol achicharrante, molestado sólo por el zumbido de alguna mosca ocasional y el rumor de los bañistas cuyo chapoteo es – para alguien como yo, duro de oído para idiomas ajenos -, casi lo único inteligible de estos compañeros de vacaciones tempranas. Entenderán que es difícil prestar la debida atención a las noticias que llegan desde la Moncloa -sólo por poner un ejemplo-,  cuando uno está dominado por esa sensación tan estival de casi-estar-muerto  que describía el periodista Joseph Roth, cuyas “crónicas berlinesas” han compartido mi peregrinar centroeuropeo antes de venir a parar al atlántico canario, desde donde escribo esto.

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