Frans van den Broek
En tiempos tan piernisueltos como los nuestros, es difÃcil imaginarse o recordar en Europa que hace muy poco (en términos históricos, un pestañeo) el sexo era más fuente de angustia o neurosis que de placer, una obligación genésica antes que un momento de intimidad. Los años sesenta se encargaron de allanar las barreras que impedÃan un goce libre y desparpajado de los cuerpos, y no falta quien postule que el péndulo ha oscilado un tanto más allá de lo deseado. Pero no es en estos tiempos que McEwan sitúa la novela corta que quiero comentar, sino a finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta, cuando los viejos valores todavÃa ejercÃan su falleciente imperio sobre las conciencias. Los personajes principales de esta novela corta, Edward y Florence, son jóvenes que se conocen y se casan al inicio de su veintena, tras haber terminado la carrera de historia y de música respectivamente en Londres, aunque su procedencia social sea distinta y sus personalidades, en aspectos cruciales, muy diferentes. Se aman, esto es claro, pero de manera contrapuesta y sinuosa, compartiendo, sin embargo, aquel espacio ideal en el que se olvidan las particularidades y se abandonan las dudas a la propiedad burguesa y las pequeñas y grandes ilusiones de la futura familia. Durante su noche de bodas se verán, no obstante, confrontados a sà mismos y rasgarán el velo que los mantenÃa unidos, con consecuencias dramáticas.