Dutch Blend

Frans van den Broek

Hay un anuncio comercial de té en la televisión holandesa, de la marca Pickwick para más señas, cuyo contenido me pareció controversial desde la primera vez que lo vi, ya hace un tiempo. Forma parte de una serie de anuncios en los que un señor de mediana edad y dos jóvenes, una mujer y un hombre, ataviados con mandiles que refuerzan la impresión de laboratorio que se quiere dar a la escena, deliberan sobre nuevas mezclas que lanzar al mercado. Algunas de ellas tienen sabor a fruta, otras una pizca de limón y así por el estilo, descubiertos en momentos Eureka que el anuncio pretende presentar de manera simpática. En el que me refiero, la joven se pregunta por qué, habiendo una mezcla inglesa, no existe una mezcla holandesa, a lo que el mayor responde que la había, pues los holandeses habrían sido los primeros que trajeron el té a Europa desde Asia Oriental, hecho convenientemente ilustrado con un mapamundi que adorna una de las paredes del laboratorio. Entonces la joven, a quien suelen ocurrírsele las nuevas ideas, propone hacer de nuevo una mezcla holandesa, para conseguir la cual podrían contar con la ayuda de verdaderos o reales holandeses. El adjetivo que usa, “echte Hollanders”, implica autenticidad y permite el contraste con holandeses supuestamente menos reales, como quiera que se los entienda. Acto seguido se ve llegar a los holandeses que ayudarán en el proyecto, en bicicleta también, por supuesto, y esbozando amplias sonrisas. Pues bien, todos son rubios, de ojos claros y evidente heredad germánica. Al final muestran todos contentos el resultado de sus esfuerzos, el nuevo producto de Pickwick, Dutch Blend, hecho para “echte Hollanders” por “echte Hollanders”.

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