Dutch Blend

Frans van den Broek

Hay un anuncio comercial de té en la televisión holandesa, de la marca Pickwick para más señas, cuyo contenido me pareció controversial desde la primera vez que lo vi, ya hace un tiempo. Forma parte de una serie de anuncios en los que un señor de mediana edad y dos jóvenes, una mujer y un hombre, ataviados con mandiles que refuerzan la impresión de laboratorio que se quiere dar a la escena, deliberan sobre nuevas mezclas que lanzar al mercado. Algunas de ellas tienen sabor a fruta, otras una pizca de limón y así por el estilo, descubiertos en momentos Eureka que el anuncio pretende presentar de manera simpática. En el que me refiero, la joven se pregunta por qué, habiendo una mezcla inglesa, no existe una mezcla holandesa, a lo que el mayor responde que la había, pues los holandeses habrían sido los primeros que trajeron el té a Europa desde Asia Oriental, hecho convenientemente ilustrado con un mapamundi que adorna una de las paredes del laboratorio. Entonces la joven, a quien suelen ocurrírsele las nuevas ideas, propone hacer de nuevo una mezcla holandesa, para conseguir la cual podrían contar con la ayuda de verdaderos o reales holandeses. El adjetivo que usa, “echte Hollanders”, implica autenticidad y permite el contraste con holandeses supuestamente menos reales, como quiera que se los entienda. Acto seguido se ve llegar a los holandeses que ayudarán en el proyecto, en bicicleta también, por supuesto, y esbozando amplias sonrisas. Pues bien, todos son rubios, de ojos claros y evidente heredad germánica. Al final muestran todos contentos el resultado de sus esfuerzos, el nuevo producto de Pickwick, Dutch Blend, hecho para “echte Hollanders” por “echte Hollanders”.

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Convivencia sin reescribir la historia

Millán Gómez

Caminar por la Gran Vía de Bilbao estos últimos años te recordaba que en Euskadi se mantenía vigente la tragedia del terrorismo etarra. En una de las arterias principales de la ciudad está ubicado el Palacio Foral, sede de la Diputación de Bizkaia. La balconada estaba presidida por una emotiva pancarta que rezaba: «Bakea behar dugu. Necesitamos paz.» Y digo que «estaba» porque, como consecuencia del «cese definitivo» terrorista, ese lema ha podido ser retirado. Al acto acudieron representantes de PNV, PSE y PP. La paz se ha conquistado. Ahora el siguiente reto es la convivencia y la reconciliación, por este orden jerárquico, pues es diferente «vivir en compañía! y en paz, se entiende, y otra, que también estoy convencido que llegará el momento, la amistad, el acuerdo y la confesión.

He sido capaz de disfrutar el momento. Nada ni nadie ha sido capaz de tumbar mi felicidad ante el comunicado de la organización criminal. Respeto el escepticismo, pues nos han mentido ya en multitud de ocasiones, pero resulta incomprensible no alegrarse del nuevo contexto. El PSE y el PP vasco han estado a la altura del momento histórico. El Gobierno central y Rajoy, lo mismo. La oposición vasca y del resto del arco parlamentario nacional, también. Escuchar estos días a los protagonistas directos de tantos años de lucha por la paz y la libertad ha sido placentero. Con todos mis respetos hacia otros, he dado prioridad a quienes considero que han luchado desde el primer momento. Como parafraseó el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, hace varias semanas, «los conversos, a la cola».

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¿Para qué sirve una papelera?

Lobisón

En su crítica de la mitificación del liderazgo (el día 25), José S. Martínez señalaba que tal y como están las cosas el PP también podría ganar las elecciones si su candidato fuera, en vez de Rajoy, una papelera. Algo de eso hay, claro, pero conviene subrayar los inconvenientes que podría tener la elección de una papelera para la presidencia del Gobierno. Sin ignorar por ello sus ventajas: normalmente las papeleras están diseñadas de tal forma que tienden a ser muy estables, para evitar sobresaltos a los usuarios.

Pero por eso mismo las papeleras no son proclives a cambiar de opinión, por mucho que cambien las circunstancias, contra lo que John Maynard Keynes consideraba propio de los seres racionales. Es más, normalmente las papeleras, aunque existen modelos más o menos transparentes, son poco dadas a expresar sus opiniones, por lo que a lo más se las puede uno imaginar hurgando en lo que contienen.

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Primavera árabe: el árbol y las nueces

Barañain

El fin del régimen de Gadafi y la celebración de elecciones en Túnez son un buen pretexto para hacer balance –siquiera provisional- de la llamada “primavera árabe” y  para sacar algunas conclusiones de lo que está ocurriendo. De entrada, hay que reconocer que la caída de tres veteranos dictadores (en Túnez, Egipto y Libia) es ya un balance muy positivo, inimaginable hace apenas unos meses. Pero, aunque sea prematuro cualquier juicio crítico,  no puede ocultarse una cierta inquietud –y quizá decepción-, por el cariz que las cosas van tomando en los distintos países afectados, y su distancia respecto a la imagen que se proyectaba al comienzo de la revuelta. 

 Quizá lo que haya que reconsiderar sean nuestras expectativas, a partir de una percepción más realista sobre los agentes del cambio. En Occidente parece haber amainado el entusiasmo con que se recibió una movilización popular –sin precedentes desde luego-, liderada supuestamente por una generación de jóvenes instruidos pero sin futuro que,  ajena al islamismo militante y armada sólo de sus móviles y redes sociales, deseaba  alcanzar una mínima modernidad para  sus atávicas sociedades. Esa era al menos la imagen dominante en esa especie de sociología árabe de urgencia que machaconamente se nos transmitió.

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A la tercera… la volvemos a cagar (con suerte)

LBNL

Tediosamente, no cabe sino escribir sobre Europa, sobre la cumbre europea. A la hora de escribir estas líneas, los titulares son espantosos. No hay garantía de que se llegue a un acuerdo, la reunión de ministros previa a las Cumbres (la del grupo del euro y la de todos los jefes de gobierno) se ha cancelado por desacuerdo sobre un párrafo de las conclusiones, Berlusconi llega con un remedo de acuerdo sobre las reformas a acometer que no es ni lo que se esperaba ni creíble, los que están fuera del euro reniegan del mismo pero quieren meter cuchara en las decisiones del eurogrupo y los que están dentro se afanan por convencer a Alemania de aceptar supuestas soluciones que en realidad no lo son.

Porque ese es el tema. El miércoles, seguramente –ojalá- nos acostaremos con la noticia de que otra vez “in extremis” nuestros líderes consiguieron evitar el abismo y consensuaron un nuevo paquete de emergencia. Como en ocasiones anteriores, los mercados reaccionarán positivamente, no tanto ante la calidad del acuerdo como ante el hecho de que se haya llegado a alguno.  Y dentro de una semana, diez días, dos semanas todo lo más, las primas de riesgo de Italia y España volverán a dispararse y cada vez estaremos más cerca de la revisión de la calificación crediticia de Francia, en diciembre, y su cada vez más probable pérdida de su triple A.

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El líder que pasaba por ahí

José S. Martínez

La combinación de la crisis económica más grave desde 1929 con Rajoy al frente del PP está produciendo una situación que podemos considerar de casi experimento natural. La forma más sencilla de contar lo que quiero decir es mediante una situación contrafáctica: qué hubiese pasado si en 2008, en el Congreso de Valencia del PP, otra persona se hubiese hecho con la dirección del partido. Probablemente ahora tendría la misma ventaja frente al PSOE, pero estaríamos diciendo que la derecha española logró un líder preclaro, que la rescató tras dos derrotas y una situación de gran división interna.

Pero no, apoyado por el amigo del alma Camps, Rajoy se hizo con el partido. Un partido que no fue capaz de pacificar tras ese congreso, sino cuando quedó patente la estrategia ganadora: esperar a que la crisis se agravase. Las cualidades de Rajoy no son las que se espera de un líder, pues de un líder se espera que afronte los problemas, que tenga propósitos claros y que dirija a la gente hacia esos propósitos, tras ganar su apoyo. Pero el apoyo de Rajoy fue el dedo de Aznar, su forma de afrontar los problemas es dejar que se pudran o se resuelvan solos, y sus propósitos, por lo menos declarados, no van más allá de unas vagas intenciones conservadoras, que no son más que reflejo de su carácter.

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El convencimiento de la inutilidad de la sangre

Millán Gómez

Son las palabras que siempre he soñado escribir. Final. Punto. Se acabó. Llegó la paz a Euskadi. No es un «sí pero no». No. Es definitivo, concretamente un «cese definitivo» en palabras de tres sujetos disfrazados de modo, digamos que discutible, sentados en paralelo frente a una mesa con la iconografía habitual mientras dos señores o señoras están allí callados, sin mover un músculo. Rendidos. En un cúmulo de subordinadas interminables en su habitual retórica infumable, eta declara que abandona la violencia sin condiciones. Todo un «blablabla», tal y como perfectamente definió un emocionado Carles Francino en la mañana de ayer. No es un «sí, si ustedes…». No. Hasta ahí hemos avanzado. Ya no hay conditio sine qua non. Es una declaración de «cese definitivo» unilateral, sin cortapisas.

No hay nada más que esperar para saber que no va a volver a haber violencia. Solo la entrega de la armas y, ojalá, el reconocimiento del daño causado en varias generaciones de vascos y españoles. A título particular, algunos antiguos terroristas ya lo han hecho y, en virtud de esta actitud, el Estado ha sido condescendiente con ellos. Las dos últimas hipótesis no sabemos a ciencia cierta si las van a cumplir pero sí que no van a volver a asesinar. El Gobierno no tiene que hacer ningún gesto para conseguir que no vuelvan a acabar con la vida de nadie. No. Se cumplió el sueño y, como bien dijo Rodolfo Ares, Consejero de Interior del Gobierno vasco, en Radio Euskadi, «los sueños, cuando se hacen realidad, hay que celebrarlos». Ni más ni menos.

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La cizaña contra el impuesto a las transacciones financieras

Ricardo Parellada

 El pasado 28 de septiembre la Comisión Europea presentó su propuesta de un Impuesto a las Transacciones Financieras, conocido popularmente como tasa Robin Hood. Como la Comisión Europea no puede improvisar, esta propuesta viene precedida y acompañada por estudios técnicos de viabilidad, posibles problemas de implementación, medidas para minimizar riesgos (deslocalización de capitales, esquivación del impuesto) y estimaciones de las cantidades que se podrían recaudar. Pero, por encima de todo, la Comisión deja claros sus objetivos: (1) que el sector financiero, cuyas prácticas abusivas desencadenaron la crisis en 2008, devuelva a la sociedad parte de los recursos públicos que se han tenido que dedicar a sostenerlo; y (2) que la Unión Europea y los estados miembros dispongan de una fuente adicional de financiación ante los graves apuros presupuestarios, debidos en buena medida a esos planes de rescate. La Comisión estima que con tasas pequeñas de un 0.1% sobre compraventa de acciones y bonos y un 0.01% sobre derivados se podría recaudar 50.000 euros al año.

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Hacia un segundo rescate bancario

Lobisón 

Durante la crisis de los años setenta, que quizá no fue tan mala como la actual, pero sí bastante complicada, uno de los gobernadores de la Reserva Federal, preguntado por la vigencia de las políticas keynesianas, respondió: ‘Mire usted, Keynes decía que a largo plazo todos muertos, pero el que se murió fue él y a nosotros nos toca lidiar con el largo plazo’.

Bueno, pues en mayo pasado Trichet advirtió que la democracia no soportaría un segundo rescate bancario. Pero ahora él sale del BCE y a la democracia se le viene encima el segundo rescate bancario. Claro que Trichet hablaba de un segundo rescate a consecuencia de la falta de reformas en la banca, y el que puede producirse en breve va a ser consecuencia de decisiones políticas.

Joaquín Estefanía apuntaba el pasado domingo a una de las claves de la nueva situación: para inyectar fondos en la banca los gobiernos nacionales no tienen que ir a una penosa cadena de ratificaciones parlamentarias, y el gobierno alemán no está supeditado a las posibles objeciones de su Tribunal Constitucional. Así que, en vez de intentar que un uso más contundente del fondo de rescate, incluyendo una nueva ampliación, para comprar deuda griega, Alemania apuesta por una quita del 50% de esta deuda.

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Gracias, Zapatero, por haber acabado con ETA

LBNL

Hombre, no ha sido él sólo. Lo hemos conseguido entre todos, durante décadas de derrotas y triunfos, pero unos han hecho más que otros, unos lo han venido haciendo desde el principio mientras que otros se subieron al carro algo más tarde y, también, ciertamente unos se han desempeñado con más acierto que otros.

El acierto de Zapatero ha sido meridiano como demuestran los resultados. No ha sido un camino perfecto, principalmente porque tenemos varias bajas mortales que lamentar en los últimos 8 años, de las que la única responsable es, obviamente, ETA, que no Zapatero. Pero analizando fríamente los números, ETA nunca ha matado ni atentado menos que con Zapatero.

Tampoco ha sido perfecto que la acertada estrategia seguida haya generado tanto ruido, tanta crispación, política y social. En este punto hay que repartir culpas. Es cierto que Zapatero, y el PSOE en general, siempre apoyó a Aznar en la lucha contra ETA mientras que en demasiadas ocasiones el PP se dedicó (y todavía se dedica, al menos Mayor Oreja; véanse sus últimas declaraciones lunáticas) a poner palos en las ruedas y azuzar para sacar rédito político. Pero también es cierto que el PSOE debería haber hecho más por integrar al PP en la estrategia, al menos a sus líderes más sensatos, muchos de los cuales se habríaan sumado si hubiera habido un mayor esfuerzo para disipar sospechas sobre una supuesta connivencia con ERC e incluso con Batasuna.

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