Reglas fiscales, “no es por no ir”

José D. Roselló

Con “agosteidad” hemos tenido conciencia de algo que hasta hace un par de semanas era un concepto reservado fundamentalmente a los economistas, y la cuestión es que no ha entrado esto con el mejor pie.

Una Regla Fiscal es toda aquella relación entre los ingresos y gastos públicos a cuyo mantenimiento se compromete un gobierno. Ni más, ni menos, que eso. Las reglas fiscales se diseñan con el propósito de hacer las finanzas públicas sostenibles en el tiempo, tratando de evitar dinámicas presupuestarias que conduzcan a volúmenes de deuda pública insostenibles.

La deuda pública se genera cuando los ingresos de un Estado son menores que los gastos que afronta. Esta diferencia se transforma en los bonos de los gobiernos, que se venden en el sistema financiero y por los que los Estados se comprometen a pagar un cierto interés transcurrido un tiempo. El dinero para pagar los bonos que emitamos hoy sale de los ingresos de mañana. Por tanto, es un objetivo perfectamente razonable de política económica vigilar que el nivel de deuda se mantenga en niveles razonables, y por tanto, las Reglas Fiscales como tales, son instrumentos consignados a un fin deseable; por tanto, entre “buenas” y “malas” son buenas.

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