Brote ilusionante en positivo

Millán Gómez

Pensaban que la gente había perdido la ilusión. Pensaban que los jóvenes y no tan jóvenes físicamente pero sí espiritualmente habían rechazado cualquier rebeldía y se habían refugiado en la facilidad del conformismo. Pues no. El “movimiento 15-M”, con sus virtudes y sus defectos, destaca por encima de todo por un ingrediente básico: la recuperación de la ilusión perdida por ciudadanos de varias generaciones que a través de la calle e internet han recobrado sus deseos de cambiar los datos negativos que presenta a diario la prensa y realizar protestas con el objetivo de transformar en positivo la sociedad en la que viven. Pueden estar desorganizados, cohabitar con gente que está ahí para hacer bulto y que no tienen ningún interés por los demás. Pero están ahí. Ahora ya no miramos hacia Grecia, Portugal o Francia. Hoy, con perspectiva y con la humildad siempre necesaria, nos podemos mirar un poquito el ombligo. Aunque cuidado con los dolores de cuello.

Se pueden discutir mucho las formas. Las declaraciones de algunos portavoces que no pasan por ser los mejores oradores posibles. Pero quizás ahí radique la magia y el significado pleno de este movimiento ciudadano, el cual no es “antipolítico” por mucho que se obstine en calificar el normalmente ejemplar diario “La Vanguardia”. No es antipolítico, lo que está claro es que sí es contrario a la clase política actual, que es bien diferente. En la política creen, lo que no creen en sus actuales protagonistas. La respuesta del Gobierno ha sido de respeto como viene siendo la tónica habitual en un ejecutivo que, a pesar de sus numerosos errores en una crisis de la que no es responsable pero que no supo prevenir (como tantas otras instituciones, ojo). El PP, también en su línea habitual. Leña, leña, leña. Y un corte de mangas de su responsable de Justicia. La única persona que dijo algo decente fue el jueves Esperanza Aguirre, claro que unos segundos más tarde volvió a embadurnar todo y ayer viernes más de los mismo. Estaba yo tan feliz escuchándola asintiendo con la cabeza hasta que me tuve que llevar las manos a la cabeza. Estaba yo de foto. Fue como un jarro de agua fría. A ingenuo no me gana nadie.

Sigue leyendo