BarañainÂ
CaÃdos ya tres de los dictadores árabes (aunque ni en Túnez ni en Egipto ni menos aún en Yemen , eso permita pronosticar aún el carácter polÃtico del régimen que en cada caso se consolidará tras la crisis) las miradas se centran ahora en Siria, donde la brutalidad represiva del régimen de El Assad se empeña en vencer la determinación de los opositores a base de acumular muertos, que se cuentan ya por centenares.
Pese a la gravedad de lo que está ocurriendo, hasta ahora la reacción internacional ha sido escasa, por no decir nula. El pasado dÃa 22 el secretario de prensa de la Casa Blanca desde el “Air Force One†en el que viajaba Obama despachaba el asunto con una declaración blandita en la que “deploraba†el uso de la violencia y llamaba “a todas las partes†a desistir del uso de la misma. Era inevitable comparar esa música celestial con la firmeza y rapidez con la que la administración Obama intervino en la crisis egipcia (“Mubarak must go now!â€) y en la de Libia. Y eso que en Siria gobierna un dictador antiamericano que “esponsoriza†el terrorismo, un aliado de Irán que da cobijo a quienes hostigan a los americanos desplegados en Irak , que ha intentado hacerse secretamente con armas nucleares, que ha agredido el LÃbano, y que ejerce una represión tremenda sobre sus disidentes.