El arte, el artista y sus celebraciones

Frans van den Broek

En la cuestión que sigue es probable que, como en el cuento de Nasrudin, todos tengan la razón porque todos están equivocados, en una medida u otra. Me refiero a la polémica que ha generado la controvertida decisión del ministerio francés de cultura de eliminar de la lista de celebraciones para este año el nombre de Celine, en razón de su afiebrado antisemitismo. El asunto ha concitado el interés general y ha hecho tomar la pluma a los intelectuales más destacados de Francia, bien para deplorar el hecho o para justificarlo. Entre nosotros ha sido objeto de algunos comentarios, como el de Vargas Llosa en su columna de opinión “Piedra de toque”, en el que lamenta la decisión ministerial, y con seguridad dará qué hablar por algún tiempo en el mundo intelectual internacional. Si no por otra, por la sencilla razón de que es un tema casi eterno, cuya solución, a mi parecer, es imposible, si por solución se entiende la obtención de alguna respuesta definitiva, ya que desde que el mundo es mundo y el arte, arte, se ha discutido hasta qué punto es razonable o decente considerar que el arte y la vida de un artista deban ser juzgados aparte y tomados como ámbitos distintos de ejercicio moral.

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