Transiciones

Lobisón

El colapso del régimen tunecino tras la huída de Ben Alí parece haber iniciado una oleada de revueltas contra los autoritarismos en el mundo árabe. Aunque en algunos casos los autócratas son personas de edad avanzada, cuya sustitución ya estaba planteada (el caso de Mubarak), probablemente el rasgo que más se presta al paralelismo a la hora de explicar las revueltas sea demográfico: una numerosa población joven, en algún caso con una alta proporción de universitarios, como en Túnez, y una casi total carencia de expectativas.

La distancia crítica hacia los gobernantes no sólo era previsible en los ciudadanos de a pie, sino fácilmente verificable para cualquier turista que sacara el tema a relucir al guía de turno (al menos en Túnez y Egipto). Pero el malestar no se expresaba probablemente en la vida cotidiana, aunque el cine lo reflejara en ocasiones: El Edificio Yacubian o Mujeres de El Cairo ofrecían una visión poco halagadora del poder en Egipto y su peso en la sociedad.

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Libertad y gratuidad

Millán Gómez

La aprobación de una versión moderada de la polémica “Ley Sinde” ha provocado el anuncio de dimisión por parte del presidente de la Academia de Cine, Álex de la Iglesia. La intención del Gobierno en la persona de su ministra de Cultura de tomar medidas para evitar la gratuidad absoluta de la cultura se he encontrado con la reticencia fundamentalista de un sector importante de los internautas. Desde la llegada de Ángeles González-Sinde al Gobierno las críticas no han cesado y es complicado encontrar un nivel mayor de consenso (en este caso negativo) sobre un miembro del Ejecutivo. Además, su condición de directora de cine y guionista provoca aún mayor recelo pues se le considera poco menos que una traidora pues hasta su incorporación al gabinete Zapatero estaba claramente inmersa en el sector del séptimo arte.

La cultura tiene un precio. En el sempiterno debate sobre las descargas gratuitas a través de internet se mezclan dos cuestiones similares pero sustancialmente diferentes. Por un lado está la opinión de cada uno sobre si la cultura debe o no ser gratuita y, por otra parte, si son excesivos los precios de las películas, álbumes musicales, etcétera. Al no enfocar bien el debate se produce una mezcla peligrosa que no hace sino aletargar el conflicto y no enfocarlo correctamente. Algunos que dicen defender la libertad realmente tratan de imponer su deseo de que todo sea gratuito. Confunden conceptos como libertad y gratuidad como si se trataron de dos vocablos sinónimos.

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Nuestro horror

Diego de Ojeda

Era el último invierno, el más frío de esa guerra, y las carreteras estaban cubiertas de nieve, sobre la que llegaron andando esos quince niños de entre ocho y doce años que iban contemplando los árboles como miran los niños pese a su extrema delgadez.

Sorprendidos, los guardias reaccionaron con desconcierto ante su aparición, pero no duró demasiado. Algunos fueron a buscar a los perros y volvieron bromeando, riéndose a carcajadas. Los niños parecieron interpretar que venían para escoltarlos y siguieron acercándose a ellos hasta que los guardias sacaron sus porras y empezaron a golpearlos. Los niños echaron a correr y dio comienzo la terrible cacería.

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La ley Sinde, capas, sayos, ascuas y sardinas

Sicilia

“Hacer de su capa un sayo” es un dicho español de evidente antigüedad, gráfico hasta no poder más, y se usa para aquellas situaciones en las que se usa algo con un propósito para el cual dicho algo no estaba originalmente concebido, más bien en el sentido de “estirarlo” o de querer hacerlo valer para más cosas de las que vale.

“Arrimar el ascua a su sardina”, también dicho pintoresco, se le asemeja algo. En este caso se usa cuando alguien da una versión o una interpretación forzada a ciertos hechos o normas de forma que favorezcan sus intereses, bien puramente crematísticos, bien puramente intelectuales.

Dos veces entre esta semana y la pasada se han visto post en este foro más bien capisayescos y ascuasardineros al respecto del asunto de la Ley Sinde. Aprovechando la actualidad de la antedicha ley, los autores nos relataban sus visiones sobre el negocio de los contenidos digitales, el mundo de Internet, su opinión sobre la reivindicación de los titulares de derechos e incluso sobre de si en el mundo debe o no haber cultura más o menos libre y cómo, de ser así, debería funcionar. Por el tono de las líneas anteriores puede colegirse que lo dicho a continuación no va a ir en la misma dirección.

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Fuera de juego

Aitor Riveiro

Conducido de nuevo por el método ensayo-error, decidí reunirme con los que quisieran hacerlo para explicarme su punto de vista. Y de pronto descubrí que había muchos puntos en común. Nadie estaba a favor del todo gratis, estaban de acuerdo en reconocer los derechos (y obligaciones) del autor frente a su obra, y a todos les parecía correcto buscar una manera ágil y eficaz de hacerlo. Yo, por mi parte, reconocí que el modelo de mercado necesitaba ser ampliado y corregido, que la oferta legal no era suficiente, y que compartir archivos con libertad era algo inamovible y deseado por todos.
(Alex de la Iglesia, dimisionario presidente de la Academia del Cine, ayer)

PSOE, PP y CiU acordaron el pasado lunes dar vía libre a la conocida como ‘ley Sinde’, que no es más que una modificación de la Ley de Propiedad Intelectual que el Gobierno calzó en la Ley de Economía Sostenible allá por marzo de 2010.

Pese a lo que muchos han contado en los medios de comunicación tradicionales, la enmienda pactada por los grupos en el Senado no confiere mayores garantías legales a los usuarios de Internet ni a los administradores de páginas web o blogs. En todo caso, la modificación amplía por un lado la cobertura de las actuaciones de la futura Comisión de la Propiedad Intelectual, al ser un juez el encargado de exigir a los proveedores de servicios la filiación del supuesto profanador de los sacrosantos derechos de autor, y por otro alarga la agonía de un sector que vive anclado en la linotipia y que, cuando se quiera dar cuenta, no tendrá nada ni a nadie a quien vender.

Con todo, la probable aprobación de la ‘ley Sinde’ solo dañará a quienes consideran que Internet y los nuevos dispositivos móviles son un lugar donde publicitar su producto y ofrecer pequeñas píldoras que enganchen a los consumidores para que acudan a sus tiendas físicas, sean cines, librerías o grandes almacenes. Toneladas de creadores de las más diversas vertientes culturales e informativas podrán proseguir sus andanzas sin miedo a que lo que sucede en Internet trastoque sus planes en el Mundo Real.

Un ejemplo podría ser el dramaturgo, periodista, novelista y, ahora director-dueño de revistas, Hernán Casciari, un argentino radicado en Lleida que junto con uno de sus amigos de toda la vida (el Chiri) ha fundado un proyecto que durante meses ha llenado de ilusión a miles de personas en todo el mundo hispano: Orsai.
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Reformas

Teoura

 En el mercado político, la reforma está en alza. Hay que reformar. La oferta con la que nuestros dirigentes actuales y futuros pretenden ilusionar a los ciudadanos consiste en reformas. Abandonada la quimera trotskista de la revolución permanente, hemos entrado en la era de la reforma permanente.

 Re-formar: dar nueva forma. La palabra poco dice de la sustancia.

 Cuando la economía iba bien, nos urgían a reformas consistentes en reducir impuestos, contener el gasto público, moderar los salarios, flexibilizar el mercado laboral y hacer viable un sistema de pensiones al borde del precipicio. Ahora, cuando vienen tan mal dadas, nos urgen a reformas consistentes en reducir impuestos, contener el gasto público, moderar los salarios, flexibilizar el mercado laboral y hacer viable un sistema de pensiones al borde del precipicio.

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Backstage del amor o del amor entre bastidores

Dagfinn

Ocurre algunas veces que una canción, una imagen o una frase te visitan por sorpresa y se instalan por un tiempo en tu cabeza. Recientemente me ha ocurrido con esta frase de la sabiduría popular, que llegó a mis oidos a través de un libro de Rosa Montero: «las mujeres dan sexo para recibir amor y los hombres dan amor para recibir sexo».

No sabría valorar la calidad literaria de la frase, ni su profundidad intelectual, simplemente se ha quedado rondando entre mis pensamientos. Por momentos como si de una visita incómoda se tratase, y por otros, como una auténtica revelación.

Ahora que ha pasado la euforia y me estoy liberando de la dichosa frase, es cuando puedo reflexionar con sosiego sobre ella.

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Hastío

Millán Gómez

La política, en algunos casos, aburre. Transmite una sensación de que nada avanza, de que nada progresa y que nos encontramos ante debates sempiternos que vuelven cíclicamente a la actualidad que muestran los medios, la cual no tiene por qué ser coincidente con la discusión de la opinión pública en la calle. Estamos en esa situación. Nuestros representantes públicos continúan enfrascados en cruces de declaraciones sobre la crisis económica y sobre “anécdotas” como el uso de los pinganillos en el Senado mientras este país continúa propagando datos negativos y, lo que es peor, estimaciones muy negras para el futuro a medio plazo.

Resulta lastimoso leer cada mañana la prensa nacional, autonómica y local. Resulta agradablemente extraordinario leer una noticia positiva que insufle cierto ánimo a la población. La culpa no es del mensajero aunque habrá quien, como suele ser habitual, dirija sus dedos acusadores hacia los que se dedican a contar lo que pasa. Pero, por supuesto, alguna culpa tendremos los ciudadanos de a pie si continuamos sin castigar a quienes han provocado la crisis, viven de ella, continúan cometiendo los mismos errores de antaño y no han mostrado la más mínima autocrítica.

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El Senado y el sentido común

Antesala

En ocasiones, el apasionamiento que impregna los debates nos lleva a ceder a la tentación de banalizar la propuesta del oponente, de descalificar los argumentos del contrario desde la atalaya más fácil de escalar para las audiencias, de entregarnos al cultivo de las pasiones más elementales para ganarnos el crédito de la opinión pública. No es extraño que nuestro desdén hacia las posiciones contrarias a las nuestras, nuestra incapacidad para escuchar un argumento que contradiga nuestras convicciones sin interponer una sordina, o el dogmatismo del prisma del que nos servimos para filtrar las tesis que nos incomodan, mane de una aptitud limitada para entender la complejidad de un mundo que entendemos como suma de pedazos estanco que agrupamos en algún lugar en el que se forja nuestra identidad. Aunque, en general, esa ineptitud surge de una voluntad previa de desdeñar cualquier cuestión que interrumpa la armonía de los discursos que reafirman nuestros prejuicios, en los que se mezclan argumentos con sentimientos.

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La lírica del rostro

Frans van den Broek

Hace poco falleció el actor británico Pete Postlethwaite, conocido por su actuación en películas intensas y memorables como “Distant voices, still lives”, “In the name of the father”, “The constant gardener” o, últimamente, “Inception”. Su trayectoria podrá leerla cualquiera que use internet, y ha sido mencionada en los periódicos en su momento, pero lo que quisiera comentar a propósito de su muerte es el poder irremisible que puede tener un rostro, su capacidad para contarnos una vida con sólo ponerse enfrente de una cámara o un público. Alguna vez concibió Borges el verbo historiar, también a propósito de un rostro, cuando dice de un personaje que su cara estaba “historiada por una cicatriz”. El rostro de Postlethwaite historiaba aunque no lo quisiera, por lo que su expresividad artística, que era mucha, venía como lanzada por la energía de unos rasgos y unos gestos que parecían haberse creado para emocionar, para apelar a la conciencia de algún modo.

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