Detrás del horizonte

Sicilia 

Es perfectamente lógico que el debate económico de los dos últimos años haya estado centrado en torno a las causas de la crisis que vivimos y en cuándo ésta iba a finalizar, al menos nominalmente. Una vez llegado a un frágil consenso en torno a unas expectativas anodinas, esto es, nadie es demasiado optimista en torno a nada en el corto plazo, parece que estaría bien mirar un poco más lejos, aunque sea como ejercicio de imaginación, aunque sea como evasión de lo cotidiano, aunque sea por tener estrategias de largo plazo, aunque se sepa que el futuro es esquivo y nebuloso. ¿Y después qué? ¿Cómo será el mundo que viviremos?

Porque hay ciertos procesos ya en marcha y conocidos, cuya resultante es sumamente distinta del escenario mundial donde hemos crecido y que solemos dar por descontado, como base, cuando pensamos en futuros hipotéticos. Estos procesos no tomarán forma ni hoy ni mañana, ni antes de las siguientes elecciones ni de las que vengan después. Nos movemos en otros calendarios, que no obstante, no son los geológicos, sino que están más o menos en el entorno de 10-20 años, es decir, un plazo incómodamente largo para que pertenezca al campo de la gestión, e incómodamente corto para dejarlo en manos de los autores de ciencia-ficción.

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