Frans van den Broek
Hasta hace no muchos años la palabra ‘revisionista’ tenÃa un franco sentido peyorativo, al menos en el Perú. Como recordará cualquiera que haya frecuentado grupos de orientación izquierdista en el siglo veinte, el término se utilizaba para acusar a alguien o a alguna corriente polÃtica de desviarse de una interpretación correcta del legado marxista. A decir verdad, casi todos los grupos y grupúsculos se acusaban uno al otro, ya que la interpretación correcta solÃa ser siempre la propia, salvo que el acusado hubiera asumido conscientemente el camino de la revisión herética, con lo cual se hacÃa merecedor del más grave membrete de ‘reaccionario’ o, peor aún, de lacayo de la burguesÃa. Debo confesar que todos estos términos me fueron arrojados a la cara más de una vez, no siempre sin orgullo por mi parte. El caso es que era mejor no verse envuelto en situaciones en las que a uno le pudieran acusar de revisionista, so pena de morir de aburrimiento o de recibir un balazo en el cerebro, dependiendo de lo fehaciente que fuera el acusador.