Felicidad a tiempo completo

Frans van den Broek

La sociedad contemporánea exige de nosotros, en diversas medidas, que seamos felices. En la lengua inglesa existe una expresión que define con claridad gráfica el tipo de personalidad que han entronizado las modas actuales: ‘bubbly’. Esto es, chispeante, con burbujitas, sonriente, seguro y alegre como la Coca Cola. Quien no posea este tipo de personalidad tendrá un lugar en el entramado social, sin duda, pero no será a la cabeza de ninguna institución, ni en un comercial de televisión, ni como ejemplo de éxito. El mundo pertenece a los chispeantes y quien posea una personalidad más bien retraída, cansina o melancólica tendrá que acomodarse en los intersticios que deja el tupido tejido social de los alegres. Para bien o para mal, tenemos que sonreír.

Cada sociedad tiene sus preferencias, por supuesto, pero me refiero a un promedio generalizado a través de la globalización. Definir lo que es la felicidad no es, claro está, tarea fácil, algo de lo que atestiguan miles de años de debate filosófico al respecto, pero el modelo de felicidad requerido de nosotros en los últimos tiempos no es tan difícil de aprehender. Consiste en la constate consumición de bienes y el aumento generalizado de las fuentes de placer, sin importar si dichos bienes sean necesarios o no, o el placer inocuo o positivo. En un sólo año, el americano medio está expuesto, dicen, a unas 3000 horas o algo así  de propagandas (asumo que son quienes más expuestos están, aunque quizá me equivoque). Los comerciales propalan la visión de un mundo perfecto lleno de belleza y juventud (o al menos, el remedo de las mismas) al alcance de la mano o de la tarjeta de crédito, más bien, y tendría uno que ser de piedra para no ser afectado por dicha visión paradisíaca. En dicha visión nuestra felicidad depende de la correspondencia con el modelo edénico, y nuestra infelicidad, por consiguiente, con su desviación del mismo. Y para conseguir lo que uno quiere, no se debe parar de chispear todo lo que se pueda y de sonreír positivamente, dado que las vibraciones positivas de la posesión atraerán más posesión, y así hasta conseguir el Lamborghini que siempre se quiso o hacer el viaje en crucero que se anheló por tanto tiempo.

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