Ex abundantia cordis

Lobisón 

Las declaraciones del nuevo obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, comparando la desastrosa situación en Haití con el páramo espiritual en el que vivimos los españoles, han llamado bastante la atención. Munilla se había esforzado con cierto éxito por disipar su imagen negativa y de enfrentamiento con sus propios fieles en torno al sentimiento nacionalista de éstos. Ahora esas inoportunas y desdichadas declaraciones han arruinado en buena medida sus propios esfuerzos. ¿Por qué las ha hecho?

La explicación más sencilla no es que el obispo sea irracional, sino que cree realmente lo que ha dicho. El problema fundamental de Munilla no es que no simpatice con el nacionalismo de su grey, sino que comparte la visión de Benedicto XVI de que Europa en general y España en particular atraviesa un proceso de degradación moral por la pérdida de los valores religiosos. A esta Iglesia, la idea de que su reino no es de este mundo le permite considerar secundarios los desastres naturales y sus consecuencias humanas, excepto para recordar las limitaciones de los humanos frente a su vanidad de poder prescindir de dios.

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