Sacralizar como excusa nostálgica

Millán Gómez

Dice un viejo refrán que “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”. Esta expresión tan socorrida le viene de perlas al Partido Popular (PP) en su actitud con la Constitución, de cuya proclamación se acaban de cumplir 31 años. Durante los fastos de celebración acudió por vez primera un Lehendakari representando al Gobierno Vasco y ofreciendo una imagen de inusitada normalidad vistos los precedentes de ninguneo por parte del nacionalismo. La ausencia no vino este año desde Euskadi sino desde Génova pues ninguno de los presidentes de comunidades autónomas gobernadas por el PP acudió al evento. Prefirieron pasar el puente disfrutando de otros menesteres y faltar al respeto a quienes sí acudieron y, muy especialmente, a todos aquellos que lucharon por la democracia en España y perdieron la vida en el intento.

La respuesta de Rajoy a la pregunta de por qué faltaban sus compañeros de partido fue encogerse de hombres y decir que no conoce la razón de su ausencia. Si la autoridad del líder del PP estaba ya en entredicho por parte de la opinión pública española ahora mucho más porque es precisamente su partido quien se ha hartado a hacer suyo algo que es de todos, la Constitución. No parece muy coherente defenderla (verbalmente, por supuesto, en la práctica ya es otro cantar) y luego no acudir a su homenaje. Es incoherente que cataloguen de inconstitucional el Estatut de Catalunya y luego se nieguen a homenajear aquello que, por lo visto, es inmejorable.

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