La propiedad intelectual e internet, o la ceremonia de la confusión

Sicilia

Hace pongamos unos 15 años uno se compraba un disco o una cinta y a lo mejor lo grababa y lo pasaba a un par de amigos, o así. No estaba mal, ni bien, tampoco importaba demasiado la verdad, y, por bueno que fuese, la grabación siempre sonaba peor que el original. Por cierto, las cintas vírgenes, esas que más de uno habremos comprado más de una vez, contenían en su precio eso que se llama “canon” y fuera. No había ni un solo problema, todos vivíamos razonablemente felices. Los minoristas exprimían sus márgenes, las productoras a “los creadores” en sentido amplio del término y ya está.

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