Frans van den Broek
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En tiempos antiguos –la figura es conocida en nuestra cultura sobre todo desde la Edad Media- las cortes reales solÃan adscribir a una persona la peculiar función de ser capaz de burlarse de todo en la cara de todo el mundo, sin temor a castigos o represalias (al menos, en principio). Conocemos a este personaje con el nombre de bufón, pero en ingles se le conoce como “jesterâ€, nombre que puede ser significativo por sus orÃgenes, como veremos. El objetivo de la burla no era el puro entretenimiento, sino que el humor estaba al servicio de la verdad y de la prudencia, no pocas veces, como sabemos todos, la primera vÃctima de incontables situaciones polÃticas y personales. Las cortes, como ahora los séquitos gubernamentales, estaban llenas de personas cuya principal preocupación era congraciarse con el monarca o mantenerse como objeto de sus favores y simpatÃa, lo que afectaba la objetividad de sus consejos y precluÃa la sinceridad en las conversaciones de los que detentaban el poder. El bufón podia circumvenir estos impedimentos por la licencia de que gozaba en los ojos del Rey o Reina, a lo que el humor añadÃa la necesaria ligereza y aquel efecto disolvente de lÃmites que se le conoce desde siempre.