Entre dos épocas

Lobisón 

Desde que llegó a la presidencia Barack Obama sucede algo extraño al leer la prensa o ver la televisión: los anuncios o decisiones de la Casa Blanca no provocan ya automáticamente un estremecimiento, sino que resultan razonables y normalmente merecen apoyo. La pregunta surge casi de forma espontánea: ¿cómo hemos sobrevivido a estos ocho años en los que el sentido común, la racionalidad y la decencia parecían ausentes de Washington?

 

Es evidente, sin embargo, que no todo ha cambiado con la nueva administración. No ceja la oposición de los republicanos a los proyectos para sanear y relanzar la economía, con el argumento de que suponen un mayor papel del Estado —del Gobierno federal— y una deuda que deberá pagarse en el futuro. Dada la gravedad de la crisis resulta algo chocante, como un enfermo terminal que se niega a pasar al quirófano si no le garantizan que podrá volver a jugar al tenis.

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