Madrid, Madrid, Madrid

Ignacio Sánchez-Cuenca

La historia de los espionajes en la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM) ha ido desinflándose poco a poco. “El País” levantó grandes expectativas con denuncias que no han acabado de cuajar. Sigue sin estar claro por qué se espiaban unos a otros, cuántas redes de espionaje había, dónde acababa la contravigilancia y dónde empezaba el espionaje, cuánto dinero público había por medio, etc. No quiero decir con esto que sea un asunto menor o irrelevante, pero no ha alcanzado desde luego la intensidad suficiente para llevarse por delante a uno de los gobiernos autonómicos más peligrosos de España.

 

Sin embargo, gracias al asunto de los espías hemos ido averiguando algunos datos muy jugosos sobre el verdadero funcionamiento clientelar y nepotista de la CAM. Manuel Rico, en mi opinión uno de los mejores periodistas de España, lleva ya unas semanas contando con pelos y señales desde las páginas de “Público” los chanchullos económicos que indefectiblemente pasan por el Vicepresidente Ignacio González. Pongamos un ejemplo. En el barrio de Chamberí, sobre las instalaciones del Canal de Isabel II, en vías de privatización, se ha construido un absurdo campo de entrenamiento de golf de dimensiones mastodónticas, estéticamente espantoso, a costa del parque colindante, que ha quedado reducido a su mínima expresión. Mientras que el juego del golf apenas se usa, la pista de paseo y jogging del parque está saturada de gente los fines de semana. Pues bien, no sólo la CAM tomó la decisión absurda e injustificable de montar el golf en el mismo centro de Madrid, sino que el adjudicatario del negocio fue el socio de un hermano y de un cuñado del Vicepresidente González. El tal González es también quien viajó a Sudáfrica invitado por un avispado empresario que hace negocios millonarios con la CAM.

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