Debilidad mortal

Millán Gómez

Ocurrió en Azpeitia pero pudo haber sucedido en cualquier otro lugar de Euskadi o del resto de España. La víctima fue el empresario Ignacio Uría pero pudo haber sido cualquier otro ciudadano que haya osado rebelarse ante el monstruo o que haya cumplido una serie de preceptos que los terroristas odien. El lugar de los hechos y el nombre de la víctima son dos factores que cambian. En cambio, el quién y la tipología del perjudicado permanecen inmutables. Los asesinatos los comete eta, aunque Gara lo oculte, y los muertos son inocentes que representan unos valores que los etarras detestan.

Esta vez le tocó a Ignacio Uría, empresario vasco y copropietario de la compañía “Altuna y Uría”, una de las constructoras vascas que están llevando a cabo la Y vasca, es decir, la unión mediante AVE de las tres capitales provinciales. Eta ya venía dando macabros avisos a esta empresa porque, al igual que en su momento sucedió con la Central de Lemóniz y la Autovía del Leitzaran, están en contra de su proyecto. Utilizan un supuesto ecologismo para esconder su posición contraria a todo aquel mecanismo que abra Euskadi al mundo. Como tantas otras veces, emplean un presunto argumento romántico para escudarse en su rechazo a todo progreso que pueda vivir su tierra.

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