Andrés Gastey
“Suena el despertador
que da la vida sin ser dios…â€
(Antonio Vega)
Y la ciudadana reingresa en su tiempo. Antes de encender la luz, sabrá la hora exacta gracias a los dÃgitos rojos de su radio reloj. Pero las cifras, las mismas de todos los dÃas, no terminan de adquirir nitidez. Tiene que frotarse los ojos para quitar las telarañas que se quedaron prendidas durante el tiempo suspendido, residuos de sueños pastosos que no puede recordar. Luego tanteará con los pies el suelo frÃo buscando la felpa de las zapatillas, mientras se engrilleta la muñeca izquierda con el reloj de pulsera que ha recuperado de la mesa de noche. Hoy se vuelve a poner el del trabajo, funcional, gris, de un plástico que no le provoca alergias; no es dÃa para las frivolidades de colorines ni para deslumbrar a nadie con el de bolsillo o con el suizo de oro blanco que usa para bodas y bautizos.Procede a reconstruir sus rasgos ante el espejo mientras en la radio un locutor insiste en recordarle a cada instante que su tiempo se acaba. Se dirÃa que la noticia más importante del dÃa es que ha fenecido un minuto más: cada hora brinda sesenta oportunidades para informar sobre el luctuoso suceso.