Pablo BeramendiÂ
Vivimos tiempos extraños. A priori, todo a nuestro alrededor destila modernidad: los gustos y hábitos de consumo de las nuevas generaciones, sus valores, su capacidad para asimilar lo nuevo, su incapacidad para interesarse por lo “clásicoâ€â€¦. todo parece indicar que la sociedad española pertenece desde hace tiempo al selecto club de las sociedades industriales avanzadas. Y en esto hablan los obispos. Y lo hacen directamente, sin intermediarios en la COPE, para devolvernos con su retórica, y lo que es más grave, con sus diagnósticos y sus propuestas, a tiempos en blanco y negro. Lo hacen en un contexto de secularización sostenida y sospecho que acelerada por semejantes proclamas. Hablan para una minorÃa de fieles, los mismos que adoran a Federico y se sienten tan cómodos con Acebes como amenazados por Gallardón. Con intervención papal incluida presentan un escenario que nos devuelve a los tiempos del primer cristianismo, una imagen de fieles perseguidos por un poder polÃtico viciado y vicioso, con un gobierno que fomenta con sus polÃticas la degeneración del cuerpo social, que socava a la familia, limita la oferta de educación cristiana, y ahoga con medidas fiscales a los defensores de la fe. ¿Cual será -se preguntan- la versión renovada de los leones en el circo? ¿Asà se nos paga ayudar al Caudillo a sentar, en palabras de Fraga, las bases de la modernización de España?