Indignidad

Aitor Riveiro

No soy un apasionado de la vela (ese deporte) y confieso que la única vez que le he prestado algo de atención fue durante la pasada edición de la Copa del América, celebrada en Valencia. Recuerdo especialmente una regata en la que uno de los barcos llevaba una considerable ventaja al segundo en discordia y éste se revolvía de un lado a otro con la vana intención de coger una milagrosa corriente de viento que le llevara hasta la victoria.

Estamos ya más que acostumbrados a que la nave de la derecha española sufra de vez en cuando un de esos bandazo que buscan un triunfo ‘in extremis’; pese a que su cabeza sabe que todo está perdido, que los errores cometidos desde el pistoletazo de salida son ya incorregibles y que los daños sufridos por una regata plagada de desaciertos son irreparables, el capitán del barco no ceja en su empeño y grita a diestra y siniestra órdenes contradictorias que descolocan a la tripulación.

El problema de la derecha es que no saben quién es el capitán, muchos creen serlo y otros tantos confían en que lo serán.

Ayer, uno de esos capitanes que creen serlo tocó a rebato y dio orden de arriar las velas y girar todo a babor con la esperanza de que Eolo empuje su cascarón, si no a la victoria, por lo menos a una derrota asumible. Pedro J. se quitó el traje de conspirador salva patrias y se puso el de centrista moderado de-los-de-toda-la-vida.

Sigue leyendo