Ignacio Sánchez-Cuenca
Esta semana han salido a relucir dos casos de corrupción distintos que arrojan algo de luz sobre el funcionamiento de la polÃtica y la sociedad en España. Por un lado, se ha descubierto una red de extorsión en el Ayuntamiento de Madrid. La mayorÃa de los medios se ha apresurado a aislar a Gallardón y al PP del caso. Justo lo contrario de lo que suelen hacer ante cualquier sospecha de comportamiento ilÃcito por parte de dirigentes del PSOE. Realmente llama la atención la prisa que se han dado en diagnosticar la falta de implicación del PP y de Gallardón en este asunto.
Sin embargo, resulta difÃcil de creer que una red como la que existÃa en el Ayuntamiento pudiera existir sin el conocimiento de los responsables polÃticos. En más de una ocasión he escuchado historias estos últimos años sobre los métodos mafiosos de los funcionarios municipales en el caso de las licencias de bares y locales. En concreto, ya me habÃan contado cómo esos funcionarios, recurriendo a la práctica tan carpetovetónica de retorcer reglamentos administrativos extremadamente prolijos, conseguÃan actuar con total arbitrariedad a la hora de repartir licencias.
Suponer que nada de eso habÃa llegado a oÃdos del Alcalde o de miembros de su gobierno municipal es sencillamente absurdo. La reacción de Gallardón ha sido de sorpresa e incredulidad, haciendo las delicias de la prensa que considera que se trata de una persona honrada y bien preparada.