¿Y qué hacemos con Birmania?

Mimo Titos

Realmente no sé como me atrevo a escribir sobre un tema obviamente menor mientras España se resquebraja y se desafía al Estado, todo por culpa de la debilidad manifiesta de Zapatero. Pero es que es tan evidente que el Plan Ibarretxe surgió bajo la Presidencia del duro Ansar y que Ibarretxe está desesperadamente buscando una manera de mantenerse al frente del cotarro, que me da mucha pereza entrar al trapo. Luego está lo de la ofensiva desde ambos extremos contra el Jefe del Estado y la Bandera, que tiene algo más de chicha, pero no tanta para los que sentimos que el balance neto del Rey para nuestra democracia es muy positivo, y además estamos convencidos de que el derecho constitucional a la libertad de expresión incluye el pisoteo y la quema de banderas, de cualquier bandera, y pasarse por el forro a cualquier institución, incluida la Monarquía. Así que lo siento por los angustiados por el destino de España pero prefiero centrarme en un problema real, en una verdadera tragedia como la de Birmania, que afecta directamente a más de 50 millones de personas.

El 19 de agosto, la Junta Militar que “dictadorea” (más apropiado que gobierna) Birmania desde hace más de cuatro décadas, subió el precio del carburante. Unos cuantos “mataos” que ya no podían más salieron a la calle a protestar. Seguramente no lo hicieron por la paradoja de que su país sea el décimo en el ranking mundial de reservas de gas y el segundo en Asia en reservas de petróleo, tras Indonesia, que tiene suficiente como para ser miembro de la OPEP. Simplemente salieron a la calle para expresar que con la subida no iban a poder sobrevivir. El aparato represivo funcionó casi a la perfección y las protestas fueron acalladas. Pero el 5 de septiembre, las fuerzas de seguridad cometieron un grave error en la pequeña ciudad de Pakokku, reprimiendo a palos también a los monjes que se habían solidarizado con los que protestaban.

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