Aitor Riveiro
Hace ya unos cuantos años, un neocon de medio pelo, Francis Fukuyama, escribió un libro (un tostón, aviso a navegantes) llamado ‘El fin de la Historia y el último hombre’. En él, Fukuyama aseguraba que la Historia, en tanto que dialéctica entre ideologÃas, habÃa concluido. Nuestro intrépido oráculo basó su teorÃa en que, con la caÃda de los regÃmenes comunistas, el ser humano ponÃa fin al motor de la Historia: la persecución de las utopÃas.
Fukuyama, en el súmmum de la contradicción, ‘fundó’ una nueva ideologÃa al asegurar que ya no habÃa ideologÃas: la derecha y la izquierda se han volatilizado, la economÃa de verdad es la macro, el personal demanda de sus dirigentes únicamente que sean buenos gestores, etc. En esta trampa cayeron muchos de los que se autodenominan de izquierdas, personas que aseguran que bajar los impuestos (asÃ, en general) es de izquierdas, que anteponen unos supuestos intereses de Estado en sectores estratégicos al respeto de los Derechos Humanos en las relaciones internacionales.