Oh, Jerusalén

GCO

En la fachada del Santo Sepulcro, el lugar donde millones de cristianos creen que está enterrado Jesús de Nazaret, hay una pequeña escalera de mano, hecha en madera y de no más de cinco peldaños. Está a la altura de un primer piso, en una cornisa y dicen que lleva allí más de un siglo. No pertenece a nadie, y nadie puede tocarla. Si alguna de las comunidades cristianas encargadas de custodiar el Santo Sepulcro, la católica, la ortodoxa griega o la ortodoxa armenia, la retiraran rompería el frágil Statu Quo que se mantiene, el que permite el reparto por zonas del Templo más importante para los cristianos. Un acuerdo al que llegaron después de siglos de intrigas entre distintas confesiones cristianas, y luchas de influencias entre imperios. Aquél acuerdo implicó hacer un inventario completo del templo y repartirlo por confesiones. Dice la leyenda que alguien olvidó incluir esa escalera y que por eso nadie se atreve a retirarla: porque no es de nadie. La paz entre comunidades religiosas en toda Jerusalén depende de detalles tan insignificantes como éste.

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