Hinchazón de odio

José María Calleja

Un grupo de sujetos, menores de edad, destrozan las flores que sus allegados habían colocado en la tumba de Gregorio Ordóñez, concejal del PP en San Sebastián, asesinado por la banda terrorista que ustedes saben el 23 de enero de 1995. Días después, un grupo de menos de quinientos jóvenes, según el portavoz impreso de la banda, se hace una foto para dejar claro su apoyo a otras gentes de su edad condenados por terrorismo. Las dos fotos nos hablan del odio, del tegumento de odio, que es la causa de tanta sangre en tantos años en esta esquina de España. Los profanadores de la tumba del concejal del PP, tienen entre doce y catorce años. Es decir, o no habían nacido o tenían dos años cuando los de la banda asesina mataron a Gregorio Ordóñez. ¿Cómo es posible que unos adolescentes sean capaces de saltar la tapia del cementerio y pisotear con saña las flores de homenaje a un concejal asesinado? Es el odio. Se trata del odio que han inoculado en las cabezas de esos sujetos. Entrenamiento en el odio, enseñanza en el odio, cucharadas soperas de odio que les han dado desde pequeñitos en su casa, en su centro escolar, en su cuadrilla, en los discursos de determinados políticos.

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