A vueltas con el pacto anti-terrorista

Ignacio Sánchez-Cuenca

De acuerdo con uno de los lugares comunes más repetidos en estos últimos tiempos, el Pacto Antiterrorista firmado en diciembre de 2001 por iniciativa del entonces jefe de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, ha sido el instrumento más eficaz en la lucha contra ETA. De ahí que su abandono haya tenido consecuencias catastróficas, y que hoy, fracasado el proceso de paz, urja relanzarlo y convertirlo de nuevo en la piedra angular de la política antiterrorista. La derecha y los expertos sobre ETA (casi todos, misteriosamente, próximos al PP) repiten machaconamente esta tesis. Gracias al Pacto Antiterrorista, ETA quedó acorralada. Cuando Zapatero llegó al poder, se olvidó del Pacto, se embarcó en la aventura de la negociación con ETA, y, por culpa de su osadía, ETA hizo estallar un coche bomba que acabó con la vida de dos personas. Hay algo de verdad en toda esta historia? Vamos por partes. Si miramos con frialdad el asunto, lo primero que hay que preguntarse es: ¿por qué es bueno para combatir a ETA que los dos grandes partidos estén unidos? ¿Acaso la policía pone más celo en su trabajo si no hay división entre los partidos? ¿Aumentan las dotaciones de las fuerzas de seguridad? ¿Se muestra Francia más dispuesta a colaborar?

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